Cap 22

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El hechizo maldito

"Si te enamoras de un monstruo, tu vida caerá en una maldición. Tu muerte será terrible..."

Cuantas veces tenías planeado algo y la vida te da un golpe tan fuerte que cambia todo ese plan e incluso tu mundo entero.

Kikyo caminaba el sendero de flores malditas, tratando de pensar en aquellas cosas que la enfurece y meditaba; aquello que más molestaba su corazón era que la remplazara su propia reencarnación.

"Inuyasha, Inuyasha..."

El nombre de su amado le daba vueltas, pensaba en esas noches de amor que aquél hombre mitad bestia había olvidado, hoy él estaba en el seno amable y cariñoso de una mujer joven diferente a ella pero parecida en el exterior.

Olvidaste todo de manera cruda, sin embargo yo he salvado de todas formas a tu amada. ¿Será porque me tengo lástima a mi misma, mi otra versión o es porque no soportaría ver tu dolor, reflejado en esos ojos ámbar?
- Pensaba Kikyo con los pies en un arroyo.

Sus serpientes de almas bajaban lastimeras, alrededor de su ama. Lloraban en el mismo ritmo de los pensamientos dolorosos de ella, las serpientes pálidas como la luna, se volvían desesperadas buscando aquellas que sufrían igual que su señora de cabellos negros.

Me da igual si no soy de este mundo, lograré mi objetivo y seguiré amando sin ser correspondida.

Una serpiente se separó del grupo y se alejó, triste, divisó a su misión. Aquel hombre mitad bestia estaba allí aguardando, la serpiente convaleciente, observó al joven y dio vueltas. El hombre la siguió.

Kikyo se encontraba al borde del pequeño arroyo, el agua caía a gorgoteos. Sus corazones se acercaron tanto en otra época y hoy, ya quedaban migajas.

- ¿Porqué me llamaste?

- No niego nada, de hecho deseaba verte pero estoy triste de hecho.

Inuyasha se acercó y se sentó detrás de ella.
- Tu alma siempre estará triste, siempre sentirás odio. Ahora eso eres.

- Igual sigo siendo la misma mujer que amas, o acaso amas a otra?

- No niego que-

- No lo niegas, lo entiendo, yo he perdido -se lamentó Kikyo.

- Pero nunca me entregué a ella. -Respondió Inuyasha.

- Yo nunca olvide tus besos cálidos ni tus manos rodeando todo mi cuerpo. -Habló Kikyo volteando a verlo.

- Tampoco te he olvidado. -se acercó Inuyasha y la besó.

Su piel era fría pero aun seguirá siendo quien amó hace 50 años.

En algún lugar frío de ese antiguo Japón, un mitad demonio, rompía una flor negra en pedazos. Su amor era más grande que su odio, pero su voluntad regía todas sus acciones.

No importaba cuanto él amara a Kikyo, nunca sería suya.

Pero él jamás lo entendería. Por eso se dedicaba a saciar su lujuria y sed de sangre, con cadáveres de aquellas jóvenes hermosas de largos cabellos negros. Una vez cada semana o una vez cada mes desde que su amada murió, por culpa de sus propias garras.

Aquel sería Naraku, lo equivalente a un demonio... Pero menos que eso. La perla de Shikon, le daría aquel honor de ser demonio completo.

"Necesito lanzar una maldición nueva...Pero no me siento con el suficiente ánimo.."-- se dijo Naraku, a sí mismo, observando los pétalos siendo llevados por el viento.

Continuará...

Él es puro ámbarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora