Recorriendo los pasillos de una aglomerada mansión. Una mujer daba órdenes y leía informes con eficacia y gran autoridad. Pasando por uno de los ventanales se detuvo en seco haciendo que los jóvenes que la seguían chocaran entre sí tumbando algunos papeles.
—M-mi señora ¿sucede algo? —pregunto uno de ellos arreglando sus lentes.
La mujer observo las afueras del ventanal con una sonrisa en rostro. Gesto que extraño a todos.
—Ya inicio…
Murmullos comenzaron a escucharse entre los jóvenes que la seguían para que con una severa mirada todos se callaran y continuaran con su trabajo adentrándose nuevamente en otros pasillos. La mujer estaba feliz y rebosando en gozo, pero por más que lo sintiera sus expresiones y actitud demostraban lo contrario dejando intrigados a sus seguidores.
Nieve caía dejando un gran manto blanco en todo su alrededor incluyendo los pinos y árboles que mantenían una gruesa capa cubriéndolos. Levantándose del suelo Charlotte sintió aquella brisa fría y gélida que podría causarle una gran hipotermia a cualquiera que pasara la noche a la intemperie; frotó sus manos buscando calor y a lo lejos detallo un humo, concluyo que se debía tratar de una chimenea y a lo mejor podría encontrar refugio de la nevada si caminaba un poco.
Su aliento salía frio y lo podía ver claramente con cada respiración. Se abrazo frotando sus brazos para mantener el calor y afortunadamente encontró una cabaña que causaba el humo que vio no muy lejos. Acercándose se encontró con un hombre cubierto en pieles marrones corriendo hacia ella para brindarle un abrigo.
Agradeciendo el gesto ella le sonrió sin poder ver bien su rostro por el gorro y su bufanda. El hombre la invito a que pasara mientras pasaba la ventisca y con mucho gusto ella acepto. Entrando a la cabaña era acogedora. Una gran chimenea de un costado brindando calor con algunos sillones cubiertos de cómodas frazadas. Del otro lado una pequeña cocina junto a un comedor y por lo que se podía apreciar un pequeño corredor indicando las habitaciones y el baño.
No tenía muchas decoraciones a parte de algunas armas antiguas y unos cuantos cuernos guindados. Charlotte supuso que debe ser un cazador por los premios que colgaban. El hombre se sentó junto a ella en la chimenea tendiéndole una taza de té caliente para climatizar su cuerpo.
La sensación era tan acogedora y agradable que Charlotte se quisiera quedar allí y pasar todos los inviernos en aquella chimenea.
—Muchas gracias por su hospitalidad no me he presentado soy…
—Ya sé quién eres —interrumpió haciendo que ella espabilara sorprendida y él la mirara fijamente.
Los ojos de Charlotte se expandieron al ver que era el mismo hombre que estaba instruyendo al grupo de jóvenes en aquel arroyo. Su cabello azabache y ojos oscuros, su barba bien cuidada con un mentón fuerte y nariz gruesa junto a las mismas prendas de cuero.
—Y por tu reacción puedo intuir que sabes quién soy —dijo sonriente tomando un sorbo de su tasa.
Ella no sabía ni que responder y lo que le sorprendía es que por fin les entendía.
—Tranquila tu reacción es algo que suponía.
— ¿Qué hago aquí?
— (Risas) Curiosa… —él dejo su tasa en una pequeña mesa al lado de su sillón para acercarse un poco más a ella —Te diré algo Charlotte… a pesar de que seamos iguales siento que tú eres… diferente, pero en el buen sentido no te ofendas.
—Me lo han dicho bastante…
—Y no lo dudo.
Expandiendo su mano creó una bola de nieve de la misma forma en que lo observo con los jóvenes solo que sus ojos no brillaban.
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Ciudad Prohibida. Reinado Eterno. Volumen II
FantasyNuevas experiencias vivirá nuestra querida Charlotte junto a su grupo, descubrirá sus verdaderos orígenes y tal vez aquellos quienes desconocen tratarán de hacer todo lo posible por persuadirla a su propio beneficio...