—¡Largo de aquí todos! —la voz del monarca entonaba una furia que imponía un miedo irremediable en todos los presentes, quienes se apresuraron a salir del salón con los rostros tallados en terror puro y crudo. Nadie se atrevió a negarse y ninguno dispuso en voz alta la contrariedad de su precepto, actuando como piezas desechables y siguiendo aquellas ordenes como un mandamiento imposible de eludir.
Por el rabillo del ojo podía ver a algunos guardias dispuestos a los lados de la entrada, controlando a los betas que correteaban hacía la salida como sucios cobardes. Mis manos temblaban con cada nueva puntada en mi vientre bajo y mi piel ardía en llamas, consumiendo mi anatomía en ellas. Me negaba a mirar hacía arriba, confundido, atemorizado y avergonzado de mi estado; sin embargo, el agarre en mi cuello me incitaba de sobremanera, casi como un aliciente y, es que, era imposible para mí no fijarme en las venas traslúcidas que saltaban sobre aquella mano grande envuelta en mi carne, quitándome el aliento.
Me sentí perdido en aquél momento, demasiado obnubilado en la cantidad de sentimientos encontrados que traía encima. Sabía y me daba cuenta, de que estaba perdido y que la muerte me esperaba con el chasquido de una orden, más mis pensamientos no podían unirse correctamente y abogar algo que pudiera salvar mi pellejo. Estaba tan caliente como jamás lo había estado en mi vida. Mi celo nunca fue así de fuerte, y me negaba a aceptar que el alfa frente a mí era el causante de aquel abrumador cambio.
Una parte de mí, la consciente y analítica, tenía miedo. Tanto que la necesidad de llorar y rogar por mi vida al rey era un planteamiento incesante en mi cabeza; no obstante, la otra parte, aquella –carnal, salvaje e imprudente– me gritaba que calmara mi lascivia elevada, sacando mi lado animal, aquél que actuaba por instinto y se dejaba guiar por el celo que se sobreponía a mi razón. Ciertamente, no sabía qué lado seguir y las dudas no me beneficiaban tanto como el uso propio de una contradicción a todo lo que yo creía correcto.
—He dicho largo, Kim... —la voz del Monarca volvió a hacer acto de presencia, con un siseo tan bajo que erizó la piel de mis brazos, y me fue imposible no fijarme en la persona a quién se dirigió.
Estaba ahí, detrás del feroz alfa que me tenía apresado, con las manos en puños y en una posición que dejaba en claro su desdicha ante aquella orden explícita. La cabeza del hombre se encontraba gacha, en una posición sumisa, pero yo sabía que se trataba de NamJoon. Su voz fue inconfundible desde el primer momento que intentó abogar por mí, y aunque agradecía internamente que estuviera poniendo las manos en el fuego al tratar de deshacer mi trágico final, no podía permitirlo. Yo me había metido solo en aquél problema y usarlo a él como un escudo era bajo, una treta abismal que ponía en duda mi buen juicio. Asímismo, intenté no pensar en mi excitación y con desesperación busqué su mirada, sin emitir sonido, peleando conmigo mismo y con las ganas de gritar en frustración al no conseguir nada.
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MONARCA | YoonMin [+18]
FanfictionMin YoonGi es un despiadado, terco y manipulador monarca de la dinastia Joseon quién, en un tributo bajo su reinado, exige a sus plebeyos traer al mejor bailarín para una presentación privada. Park JiMin es un omega de escasos recursos que trabaja...