(Advertencia: el capítulo a continuación posee violencia y lenguaje vulgar. Si no te gusta, te recomiendo que te retires inmediatamente, sin más, que disfruten de la obra).
La humedad se había aferrado a mi piel como una segunda capa, pegajosa y fría, haciéndome sentir más sucio de lo que ya estaba. El calabozo era oscuro, tan oscuro que apenas distinguía las paredes de piedra que me rodeaban. A veces pensaba que, si cerraba los ojos, podría confundirme con el entorno y desaparecer. Pero la realidad me mantenía atrapado, tan pesada como las cadenas que colgaban de mis muñecas y tobillos. Pesadas, frías... no había escapatoria de ellas, al igual que no la había del lazo que me unía al monarca.
Ese lazo tiraba de mí, siempre presente, aunque lo odiara con cada fibra de mi ser. Mi pecho dolía, una presión constante que nunca desaparecía, como si me recordara que, por mucho que lo intentara, jamás podría escapar del monarca, aquel alfa que no me amaba, que yo no había decidido hacer dueño de mí cuerpo y alma. No entendía por qué este destino me había tocado a mí. Había días en los que pensaba que quizás había hecho algo mal en una vida anterior, algo que justificara este castigo, quizás me lo merecía después de todo.
En aquel momento, lo único que me mantenía cuerdo era el sonido de las gotas de agua cayendo desde algún lugar en lo alto. Un goteo rítmico, constante, que ofrecía la única señal de que el tiempo seguía avanzando. Sin embargo, no sabía cuánto tiempo llevaba allí. Días, tal vez. Quizás semanas. El pasar del tiempo se había convertido en algo insignificante cuando lo único que sentía era vacío, un asqueroso vacío que corroía mi ser como el mas cruel de los venenos.
A veces, alzaba la vista hacia la puerta de hierro, y ahí estaba él. NamJoon. Nuestras miradas se cruzaban, pero sus ojos ya no eran los mismos que recordaba. Antes, su rostro irradiaba calidez, una calma que alguna vez había sido mi refugio. Pero ahora... ahora era frío, impenetrable. Me preguntaba si en algún rincón de su alma todavía quedaba algo del NamJoon que conocí, o si el deber lo había transformado por completo en una herramienta del rey.
Me dolía verlo así, pero más que nada me dolía saber que estaba tan lejos de mí. Fuimos amigos, pero esa conexión parecía haberse disuelto en el aire. Cuando nuestras miradas se encontraban, había algo que nos separaba, como si hubiese un muro invisible que no podía atravesar. No sabía si sentía pena por mí o si simplemente cumplía con su deber, pero la distancia entre nosotros era tan abrumadora que me sentía aún más solo de lo que ya estaba.
El silencio que seguía después de que Namjoon se iba era sofocante. Me revolvía en mi lugar, tirando de las cadenas, buscando una posición que no me hiciera doler tanto. Pero todo me dolía. Mi cuerpo, mi mente, mi corazón. El lazo con el monarca seguía tirando de mí, una fuerza invisible que me arrastraba a un destino que no deseaba. Sentía que me estaba marchitando, como si me estuviera pudriendo desde dentro.
El lazo me recordaba constantemente lo que había perdido, lo que nunca podría tener. El amor verdadero, la libertad de elegir a quién deseaba, todo eso era una fantasía para alguien como yo. Estaba atado al monarca, un alfa que no solo no me amaba, sino que me despreciaba. Odiaba la forma en que mi omega lloraba y gritaba por dentro por su atención, por acurrarse en sus brazos, por sentir tan siquiera su olor. Sentía su rechazo en cada interacción, en cada mirada de desdén. El dolor de no ser amado por alguien con quien estaba conectado tan profundamente era desgarrado para mi omega y lo odiaba. Quería arrancar mi piel a tajos para dejar de sentir aquella tortura. No podía comer, ni dormir, ni cerrar los ojos, me estaba volviendo loco.
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MONARCA | YoonMin [+18]
Fiksi PenggemarMin YoonGi es un despiadado, terco y manipulador monarca de la dinastia Joseon quién, en un tributo bajo su reinado, exige a sus plebeyos traer al mejor bailarín para una presentación privada. Park JiMin es un omega de escasos recursos que trabaja...