—«El mar crecerá con mis lágrimas» —tarareé, en uso de un tono bajo que solo mis oídos podían escuchar. La melodía en mi mente era difusa y poco entendible, como un recuerdo viejo y perdido.Los rayos del sol se desparramaban libres sobre la pequeña ventana a mi derecha, molestándome y quemando mi rostro al mismo tiempo. Frotaba los huesos de mis dedos entre sí mientras movía la vajilla pulida en las grandes alacenas dispersas en una pared de concreto tan vieja como el palácio y tan limpia como el agua cristalina. Sudor frío e incómodo recorría a los lados de mi cabeza, y por más que intenté una y otra vez retirarlos con mi muñeca, fue un gesto en vano. Mi cuerpo protestaba con cada pequeño movimiento; cansado, exhausto y machacado después de largas horas de limpieza e inspección de insectos.
Mi trabajo consistía en mantener pulida, ordenada y limpia la vajilla del palácio. A simple vista podría ser una tarea sencilla; sin embargo, lavar cientos de cubiertos que utilizaban todos los guardias y la orden del Rey se convertía en un verdadero martirio imposible de eludir. Mis brazos estaban entumecidos y mis dedos para ese punto habían adquirido el aspecto avejentado por culpa del agua, con esos callos en la piel adornándolos y ensuciándolos como una tetrica obra mal pintada. Pero había reglas y no podía romperlas, no si quería seguir vivo.
Las leyes estaban para ser cumplidas, acatadas sin reparos, como cimientos de una dinastía que ejercía presión en un pueblo consumido por la guerra y una dictadura sangrienta y poco ética.
Suspiré por un segundo, el sonido rebotando en el silencio que me rodeaba como un espeso manto asfixiante. Llevaba ropa de lana pese al calor por obligación, con un cinturón de hierro pesado sujetando mis utensilios de limpeza y un estuche de lijas en el bolsillo del pantalón. Miré a mí alrededor en busca de una escoba de paja para quitar el resto de basura que había quedado debajo del lavabo de piedra, pero mi mirada se quedó estancada en un beta de hombros cuadrados que me observaba con curiosidad y una pequeña sonrisa de labios gruesos en la entrada y la cual –con un poco de sopresa mal disimulada y nerviosismo a flor de piel– yo correspondí por educación y respeto. La sensación enferma de ser descubierto predominó mi pecho y se alojó como una bolsa de piedras en mi corazón, acelerando sus latidos.
—Hyung, ¿precisa de algo? —pregunté en un tartamudeo penoso, que a oídos de cualquier podría interpretarse como miedo. Mis ojos por costumbre bajaron a las baldosas viejas del suelo, pero aún así me fue imposible no fijarme en el abultado vientre que poseía mi compañero de cocina en el incómodo proceso.
—JiMin-ssi... —su voz era suave, pacífica y etérea, pero no evitó que mis manos temblaran debido a la ansiedad acumulada—, te he dicho que no hacía falta que trabajaras hasta tarde. HoSeok vendrá dentro de unas horas a ocupar el horario nocturno y tú, señorito, puedes ir a tomar un descanso. No te esfuerces demás —levanté la mirada para encontrarme con la suya, su expresión me daba un indicio claro de preocupación, y yo solo quizé borrar esas líneas de su rostro endurecido por el trabajo duro.
ESTÁS LEYENDO
MONARCA | YoonMin [+18]
Fiksi PenggemarMin YoonGi es un despiadado, terco y manipulador monarca de la dinastia Joseon quién, en un tributo bajo su reinado, exige a sus plebeyos traer al mejor bailarín para una presentación privada. Park JiMin es un omega de escasos recursos que trabaja...