El aire de la tarde era espeso y denso, cargado con una quietud que sólo el ocaso traía consigo. Las sombras del palacio se alargaban mientras el sol descendía, pintando los muros de piedra con tonos apagados, como si el tiempo mismo quisiera ocultarse. Caminaba por los pasillos solitarios, mis pasos resonando en el eco vacío, y sentía cómo el silencio se hacía parte de mí, de mis pensamientos, de mi vida.
El palacio, inmenso y majestuoso, era mi fortaleza, mi reino... y mi prisión. Cada ladrillo, cada columna tallada a mano, era un testimonio de mi poder y, sin embargo, en ese momento, me parecía más una jaula. Nadie osaba mirarme a los ojos; todos se apartaban, sumidos en su propio temor. Y con razón. La idea de que alguien, incluso por un instante, desafiara mi autoridad, no era más que una fantasía. Pero, aun así, el poder traía consigo una soledad que no se podía sacudir.
Era el rey. El monarca indiscutible, el alfa más fuerte de todos. Sin embargo, esa fortaleza que tantos admiraban se sentía como un vacío. Miraba a través de los ventanales, observando los jardines perfectamente cuidados, los soldados en formación, las estatuas imponentes, pero no sentía nada. El reino era mío, cada centímetro de tierra bajo mis pies respondía a mi voluntad. Pero, en ese momento, el peso de ese control me aplastaba. No había nadie capaz de comprender lo que significaba estar aquí, solo. Nadie para desafiarme, nadie para compartirlo. Ni siquiera aquellos a quienes llamaba mis más cercanos, como NamJoon, podían entender realmente lo que significaba llevar esta corona.
El rostro de mi madre emergió en mi mente, un espectro que nunca se desvanecía por completo. Su crueldad, su ambición inagotable, la forma en que manipulaba todo a su alrededor para obtener poder... Todo había sido una lección para mí. Ella me había mostrado lo que significaba ser fuerte en un mundo lleno de debilidad. Recordaba la forma en que controlaba a aquellos que se atrevían a desafiarla, cómo los devoraba con su mirada fría. Pero en ese control también había algo más. Una envidia, una insatisfacción que nunca parecía apagarse. Nunca le fue suficiente. Siempre quería más. Y quizás, de alguna manera, esa insaciable hambre por el poder había pasado a mí. No era el hijo que ella había deseado, pero sí el rey que este reino necesitaba. Cruel, implacable, solo.
Una ligera brisa atravesó el corredor en el que me encontraba, trayendo consigo el sonido lejano de risas. Me detuve, frunciendo el ceño. Risas. Ese sonido tan fuera de lugar, tan discordante en este entorno de seriedad y temor. Me giré lentamente, buscando el origen de ese eco.
Y ahí estaba él.
JiMin caminaba entre dos betas, quienes parecían estar entretenidos en alguna conversación trivial. Su risa, suave pero clara, cortaba el aire con una ligereza que me irritaba. No debería estar riendo. No debería estar mostrando esa... felicidad. Algo en su expresión me desconcertó, como si por un breve momento, todo su temor y sumisión hubieran desaparecido, reemplazados por una naturalidad que no encajaba en este lugar. Era como si no tuviera idea de su posición, de la gravedad de su situación.
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MONARCA | YoonMin [+18]
FanfictionMin YoonGi es un despiadado, terco y manipulador monarca de la dinastia Joseon quién, en un tributo bajo su reinado, exige a sus plebeyos traer al mejor bailarín para una presentación privada. Park JiMin es un omega de escasos recursos que trabaja...