PARTE 17

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La luz era cegadora, de hecho, su vista no lograba enfocar nada de lo que se encontraba alrededor. 

A pesar de esto, pudo saber que no era conocido. Por lo mismo, una sensación de pánico invadió su cuerpo. 

June se sentó de golpe en el sofá donde estaba acostada, arrepintiéndose al instante de la acción realizada, pues su espalda dolió, sus músculos le gritaron que tuviera más cuidado. La joven aguantó las ganas de dar un quejido, ya que no quería llamar la atención.

No sabía donde estaba. Si había gente, no sabía si era de confiar o solamente le harían daño. 

Pasó sus ojos repetidas veces por el modesto lugar. Había una silla larga metálica con algunos cojines puestos sobre ésta para que resultara más cómoda, frente al sofá en el que estaba June. Entre ambos muebles se encontraba una mesa de madera con unas flores en el centro. 

A cada lado había una silla individual con unas decoraciones tejidas a mano. El día era oscuro, aunque estaba la molesta luz blanca característica de esos días, que incluso resultaba más cegadora que el mismo sol.

June cerró sus ojos unos segundos, tratando de recapitular sus pasos hasta llegar a aquella vivienda desconocida, pero solo halló algunas imágenes sin sentido ni cohesión entre ellas. 

El único recuerdo sólido que tenía era su caída junto a Yoongi a lo largo de la colina, su golpe en la espalda y, desde ahí un tipo de inconsciencia intermitente.

Cuando el nombre del chico pálido pasó por su mente sintió preocupación y pánico, al no verlo. Él no estaba en condiciones para defenderse de nada y temía que alguien le hiciera daño.

Hizo aun más esfuerzo para recordar que había sido del chico, pero apenas recapituló algunas cosas: la silueta oscura de alguien después del accidente; luego los árboles pasando como si corrieran con sus propias ramas por sus pupilas, comprendiendo así, que algo o alguien la transportaba; la voz suave e irreconocible de un ser; dos siluetas junto a ella y luego, nada. Oscuridad total hasta que despertó.

Ubicó sus pies en el suelo, con el fin de levantarse despacio. Pero como pasaba en algunas mañanas rutinarias, se quedó mirando al piso sin pensar en nada.

- Oh, despertaste - June levantó la vista hacia una mujer: baja, con algo de peso, dos trenzas en su largo cabello que caían a sus costados llegando hasta la mitad de la prominente barriga, una nariz roja (de gripe o llanto) y con una voz melosa. 

- ¿Quién eres? - la muchacha, al ver a la mujer inofensiva, no flaqueó a la hora de preguntar. 

- Me llamo Hee-Jin - sonrió, no con mucha alegría, pero por lo menos sí con actitud amable.

- Hee-Jin... ¿Qué hago aquí? - June no sabía bien que esperar, parecía una buena persona. Pero hay personas que aparentan algo que no son con una actitud agradable, así que no podía estar segura de si esa mujer era de confiar. 

- B-bueno - Hee-Jin se sentó en uno de los muebles individuales en la orilla, juntando sus manos y frotándolas para generar algo de calor entre tanto frío.

- ¿Cómo llegué aquí? - le pareció una pregunta más oportuna. 

- Mi esposo, Si-hyuk, llegó contigo en brazos, estabas herida, con tu ropa húmeda y tu cabello hecho un desastre. Por esto te hice curación en los raspones y cortes que llevabas, después te puse una sudadera que tenía guardada de mi hijo mayor y te deje descansar, esperando a que despertaras - la naturalidad con la que la mujer habló, logró que la joven bajara un poco la guardia.

- ¿Su hijo aun vive con usted? - Hee-Jin negó de inmediato.

- Se fue ya hace dos años al extranjero, ya que aplicó para una beca de administración de empresas, pero no ha regresado ni una sola vez para hacer visita y llama demasiado poco - la esposa de Si-hyuk habló con cierta tristeza sin dejar de sonreír levemente.

Síndrome de Estocolmo (Suga)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora