𝟬𝟱┇𝗧𝗲 𝗲𝗻𝗰𝗼𝗻𝘁𝗿𝗲

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Una niña de cabellos azabaches avanzaba lentamente por las afueras de la ciudad, con el cuerpo tembloroso de frío y el estómago vacío

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Una niña de cabellos azabaches avanzaba lentamente por las afueras de la ciudad, con el cuerpo tembloroso de frío y el estómago vacío. Cada paso parecía un esfuerzo titánico, y el sueño la envolvía con una pesadez que no podía sacudirse. Se preguntaba, sin hallar respuesta, cómo había logrado sobrevivir un mes sin un hogar, sin refugio, sin cariño. Había intentado todo: robó lo que pudo y trató de vender rosas, pero la gente se mostraba indiferente ante la peculiar rosa azul que ofrecía. Nadie entendía el significado que ella deseaba transmitir con su extraño regalo.

Mientras continuaba su andar, sus ojos se mantenían fijos en el cielo despejado, ese cielo que alguna vez había sido una fuente de consuelo. Recordaba cómo la señora Todoroki solía decirle que sus ojos eran como ese cielo, azul claro y puro, reflejo de una inocencia intacta.

Ahora, sin embargo, sus ojos habían cambiado. Ya no eran un remanso de calma y pureza, sino un azul oscuro y sombrío. Su mirada, antes luminosa y esperanzada, se había marchitado, llena de una tristeza que no podía ocultar. La inocencia se había desvanecido, sustituida por la dureza de la supervivencia y la soledad.

Desde la azotea de un edificio abandonado, la mujer de cabellos azabaches observaba la ciudad iluminada en la distancia, su mirada perdida en el juego de luces y sombras de la noche

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Desde la azotea de un edificio abandonado, la mujer de cabellos azabaches observaba la ciudad iluminada en la distancia, su mirada perdida en el juego de luces y sombras de la noche. El frío la envolvía, y su estómago se revolvía de hambre, pero lo que más le inquietaba era la incesante sensación de ser perseguida. Hawks, el vigilante del cielo, había estado siguiéndola sin tregua, y ella había encontrado un breve respiro en esa cima solitaria, esperando que finalmente pudiera librarse de su presencia.

Se apoyó contra uno de los muros envejecidos y, cerrando los ojos con una mezcla de desesperación y agotamiento, intentó relajarse. Algo inusual la estaba abrumando: el sueño, una necesidad que antes no había experimentado de manera tan urgente. La pesadez de sus párpados era casi insoportable, como si el cansancio se hubiera apoderado de su cuerpo de una manera que no podía ignorar.

De repente, sintió un movimiento en el aire, y al abrir ligeramente los ojos, vio cómo una pluma de un rojo carmesí se hundía en el concreto del muro, justo en el lugar donde había estado segundos antes. Su respiración se detuvo por un momento, y con un suspiro resignado, se dirigió al aire.

𝐁𝐋𝐔𝐄 𝐑𝐎𝐒𝐄𝐒 | Takami KeigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora