𝒂𝒏𝒈𝒆𝒍 𝟎𝟕

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Gustabo llegó al salón con dos copas de vino, un whisky y un vodka. Le entregó a cada uno su bebida correspondiente y tomó asiento al lado de Segismundo.

—Vamos a repasar el plan nuevamente —habló Conway bebiendo su whisky de un sorbo—. Mariconetti uno, en la próxima llamada vas a negociar con tu pico de oro; Horacio a cambio de trabajar para él, vais a preguntar cada puto detalle, y esos detalles me los van a decir a mí.

Ambos ángeles asintieron.

—Mariconetti dos, vas a estar pendiente de la llamada a través de esto —sacó de su bolsillo un muy pequeño aparato negro—. Esta mierda vale más que tu jodida casa con todas las putas cabras dentro. Es lo que nos llevará a Horacio, porque el capullo tiene uno escondido en su cresta.

—¿Komo? —preguntó dramáticamente Gustabo alargando la 'o'.

—Eso es lo de menos, volvamos al tema; Vas a estar pendiente de la conversación a través de eso, y gracias a esto, Volkov va a rastrear la llamada. Tu solo vas a colocarlo en el móvil cuando llame el hijo de puta ese. No es muy difícil el labor, no la cageís. (...)

Pasado el día, los ángeles se encontraban en el departamento de Gustabo y Horacio estaban nerviosos ¿para que negarlo? Temían por la vida de su amigo.

—Gustabo, deja de mover las piernas hombre —habló Segismundo mirándolo mientras apoyaba una mano en una de ellas.

—¿Que le habrán hecho? ¿Donde estará? ¿Y si no acepta el trato?

—Vale, mírame —obligó al menor a mirarlo a los ojos—. Horacio hoy estará aquí con nosotros, te lo prometo.

—Pero, ¿y si Álvarez no acepta el trato?

—Nos pasamos el plan del abuelo por los huevos y vamos a liarnos a tiros con cualquier gilipollas que se interponga en nuestro camino de encontrar a nuestro joto —imitó el acento de Emilio haciendo que Gustabo sonriera.

A las 2 p.m, el teléfono del menor volvió a sonar.

—¿Quien?

—Tu nuevo Dios — habló entre risas Álvarez—. Imagino que lo habéis pensado.

—Vamos a aceptar con la única condición de que sueltes a Horacio.

—¿Solo eso? Joder y yo pensaba que los ángeles de Conway eran interesantes... —chasqueó su lengua y silbó a través de la linea—. Ahí lo tenéis, que lo disfruten. Llamaré mas tarde para indicaciones.

Al cortar la llamada, tocaron el timbre de la casa. El menor se levantó rápidamente del sofá y abrió la puerta, encontrándose ahí a Horacio.

El estado del chico de cresta era deplorable;  estaba vestido con una remera junto a un pantalón desgastado, su cara mostraba moratones y un gran corte reciente en su mejilla, sus brazos y piernas también padecían de ellos.

—G...Gustabo —habló entre lagrimas mirando a su amigo. La mirada de Horacio reflejaba dolor, e iba mucho más allá del dolor físico.

—Horacio, joder —sin mucho que esperar, el chico de campera roja se tiró en brazos de Horacio, quien al sentir los brazos de su amigo rodeándolo, lo correspondió con fuerza haciendo que aumentara su llanto. Ambos chicos se dejaron caer de rodillas al suelo—. Joder, joder. ¿Que te hicieron? —habló tomando la cara de su amigo entre sus mano y mirándolo fijamente. Este solo negó.

—No quiero hablar de ello —respondió con un hilo de voz, Gustabo solo asintió y lo volví a abrazar.

—Horacio... —habló Segismundo detrás del menor mirando a su amigo, mientras que unas pequeñas lagrimas brotaban de sus ojos.

—Ven aquí hombre —Gustabo tiró del brazo de su amigo haciendo que se pudiera de rodillas en el suelo, abrazando a sus amigos con fuerza. 

Podrían pelearse, insultarse, cometer errores y muchas cosas más, pero los tres sabían que darían la vida por cualquiera de ellos. Eran una familia, pequeña, pero lo eran, y el amor que se tenían el uno al otro, podía con cualquier cosa. 

(...)

Horacio se miró al espejo del baño una ultima vez; los moratones en su rostro seguían allí, pero habían disminuido gracias al hielo que le colocó Segis. El corte que le había ocasionado Alonso con la navaja,   había sido desinfectado previamente por Gustabo y ahora, en su lugar, tenía una bandita color rosa en su mejilla izquierda.

Se había bañado más de cinco veces, y aun se sentía sucio. Sentía su cuerpo temblar al recordar todo lo que le había hecho pasar Alonso, aun sentía sus asquerosas manos recorrer todo su cuerpo. 

Sus piernas comenzaron a fallar logrando que caiga de rodillas al suelo, y las lagrimas otra vez comenzaron a bajar por sus mejillas. No iba a poder con esto. Se sentía débil, se había dejado, no había resistido lo suficiente, no merecía el amor de Gustabo y Segismundo, no merecía que Conway le dé el honor de ser un ángel.

Su cabeza le estaba jugando una mala pasada, ¿estaba dispuesto a renunciar a ser un ángel? ¿a renunciar a sus amigos? ¿a renunciar al amor de Volkov?

Gustabo, desde la sala, estaba preocupado por su amigo. Lo veía distraído y fuera de si mismo, sin omitir que no le había querido contar lo que le había pasado cuando estuvo lejos de ellos. Ahí supo que era algo que se escapaba de sus manos, si Horacio no quería hablar con él hablaría con Volkov, o el mismo Conway.

Sin esperar mucho tiempo más, agarró el móvil y le marcó a Volkov. Pero lo que no sabía el ángel, era que el comisario estaba siendo forzado a subir a una furgoneta negra de vidrios polarizados mientras que ponían una bolsa en su cabeza y le amarraban las manos con una soga. Estaba bastante claro que Joe no iba a dejar todo así como así, y menos iba a dejar en stand-by su plan; encontrar a Conway.

✧————𝓐𝓝𝓖𝓔𝓛————✧

Uy uy uy que ahora secuestraron al niño enfermo. 

No me juzguen😔, es que volví a ver la película y me dieron ganas de imitar la escena en la que secuestraban a Bosley para que la historia tenga un mayor desenlace. 

Me puse muy soft al escribir la escena en donde se reencuentran con Horacio, al fin mi niño ya esta en casa <3

Nunca está demás agradecer el apoyo que le dan a la historia, en serio que muchísimas gracias por votar y comentar  (que sus comentarios siempre me sacan una sonrisa) o simplemente por leerla, me pone muy feliz que les guste la historia.

Un saludo muy grande y que tengan un lindo día, una linda tarde o noche.







𝐥𝐨𝐬 𝐚́𝐧𝐠𝐞𝐥𝐞𝐬 𝐝𝐞 𝐂𝐨𝐧𝐰𝐚𝐲 ; spain rpDonde viven las historias. Descúbrelo ahora