𝒂𝒏𝒈𝒆𝒍 𝟎𝟗

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Ya en la mañana de sábado; los tres ángeles se encontraban despiertos, en pijama frente al móvil, esperando el llamado de Volkov. Pero este nunca llegó.

—Le ha sucedido algo, vamos a buscarlo —Horacio, quien caminaba de un lugar al otro, estaba alterado y aterrorizado en la idea de que le hagan lo mismo que a él o peor.

—Cálmate, ¿vale? —le pidió Segis—. Vamos a ir a buscarlo, pero primero debemos pensar en algo.

—Ya sé lo que vamos a hacer, tenemos que...—pero el sonido del móvil lo interrumpió. Horacio se abalanzo sobre este.

—¿Volkov?

—Hola Horacio —saludó el comisario, haciendo que en los ojos cafés del chico de cresta se acumularan unas pequeñas lagrimas—. Ponlo en alta voz, por favor.

Horacio asintió y aunque Volkov no podía verlo, sabia que lo había hecho: —Hola ángeles, estoy en un aprieto.

—Nos dimos cuenta, ¿donde te habías metido? Nos tenías preocupados —esta vez habló Gustabo.

—Joe y su mafia asquerosa me ha secuestrado —los tres chicos se miraron entre sí con confusión plasmada en su rostro—. Me estoy comunicando a través del aparato que Conway les dijo que Horacio tenía entre su cresta.

—¿Tengo un aparato en la cresta? —preguntó sacudiéndola.

—No tengo mucho tiempo para hablar; el plan de Joe era...—Segis lo interrumpió.

—Lo sabemos, contactar con Conway. Necesitamos que nos digas donde estas.

—Si supiera ya se los hubiera dicho —contestó algo irónico Viktor—. No logro ver nada desde aquí, parece ser una especie de campo y con un muy mal olor.

—Volkov, necesito que te concentres muy bien, ¿escuchas alguna cabra? —volvió a hablar el gallego mientras que su compañeros lo miraban atónitos. ¿Acaso se ponía a hacer chistes de cabras en un momento así?

—¿Que —exclamó el comisario a través de la linea.

—Confía en mi, por favor. Hazlo.

—Bien —todos guardaron silencios—. Si, se oyen. ¿Pero como...?

—Ya se donde está —exclamó feliz—. Cuelga el aparato este, y vuelve a contactarnos dentro de una hora, te daremos información de nuestro paradero.

—De acuerdo —respondió Volkov suspirando. 

—Cuídate mucho, Volkov —le pidió Horacio algo abatido.

—Usted igual Horacio —Volkov inhalo y el trío estuvo dispuesto a cortar la llamada pero el comisario volvió a hablar—. Horacio, tal vez no salga vivo de aquí, o tal vez sí. El punto es que no quiero irme guardando ciertas cosas. Así que ¿querría tener una cita conmigo?

La cara de Horacio se volvió completamente roja y tardó unos pocos segundos en asentir efusivamente: —Si, por supuesto.

—Debo colgar, mucha suerte ángeles, tened mucho cuidado.

Sin más, el pitido del móvil se hizo presente y Horacio soltó un chillido de emoción. Segis y Gustabo se acercaron a él con una sonrisa y lo abrazaron.

—Ese es mi niño —sonrió Gustabo. (...)

Guardaron el el maletero del vehículo, en bolsas de tela, una gran cantidad de armas de todo tipo, desde una Glock 17 a un francotirador. Se subieron al coche tratando de no ser descubiertos por alguno de la mafia y comenzaron a conducir rápidamente hacia el norte.

𝐥𝐨𝐬 𝐚́𝐧𝐠𝐞𝐥𝐞𝐬 𝐝𝐞 𝐂𝐨𝐧𝐰𝐚𝐲 ; spain rpDonde viven las historias. Descúbrelo ahora