𝒂𝒏𝒈𝒆𝒍 𝟎𝟏

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—Los pelícanos vuelan —recitó Segismundo al micrófono.

Las puertas de la habitación 402 del departamento se abrieron de par en par dejando pasar al trío.

—Hola ángeles —saludó Volkov con una sonrisa levantándose del gran sillón blanco que se encontraba en el medio del salón.

—¡Comisario bombón! —Horacio fue el primero en acercarse, fue corriendo para luego abrazarlo con mucha fuerza.

Creo que está demás decir que Horacio esta colado por Volkov. Fue así desde el primer minuto que Conway los reclutó. Pero nunca había intentado nada, pues sabía que Viktor no compartía sus mismos gustos.

—¡Hombre, Volkov! —Gustabo fue el segundo en darle un gran abrazo fraternal. Segismundo siguió sus pasos.

—¿Cómo habéis estado? No os veía hace mucho tiempo.

—Bastante bien la verdad —admitió Segis—. Yo estoy por irme a vivir con mi primo Rogelio, pensamos en comprar un departamento cerca del centro, pero me es difícil despedirme de mis cabras.

—Hostia, de nuevo con las cabras —rio Gustabo.

—Grande Segis —rio Volkov—. ¿Y tú Gustabo?

—¿Yo? Sigo viviendo con este cara-nabo —sonrió mientras despeinaba la cresta de Horacio.

—Joder, Gustabo —el del pelo púrpura lo miro molesto. Si hay algo que le molestaba era que tocarán su cresta.

—Pero ¿hay alguien interesante?

—¡No hombre! Yo soy sólo de papu —dijo con burla; aunque en el fondo, él realmente deseaba que sea así.

Conway, aunque le costara admitirlo, lo había cautivado con su voz, su fuerza y su sabiduría; por ni hablar de lo elegante que era y el cuerpo fornido que llevaba. Pero era su jefe y solo lo había visto una vez en su vida. Por esa misma razón, el chico no podía dejarse llevar por lo que sentía.

—¿Y tú Horacio? —Volkov le sonrió tiernamente.

El nombrado se estremeció de inmediato. Aquella sonrisa provocó un cosquilleo en su panza.

—N...no. Estoy de puta madre solo.

—Vale, pues me alegro por vosotros. Yo quería...—pero el comisario fue interrumpido por un sonido de móvil. Tan rápido como pudo contestó y lo colocó en el medio de la mesa.

—¡Capullos! —gritó una voz del otro lado del teléfono.

—¡Papu! —saludaron con efusividad los tres al escuchar la voz de Conway

Jack era un hombre muy ocupado, no tenia tiempo de ir a ver a sus ángeles e informar todo cara a cara. La ultima vez que los tres jóvenes lo habían visto, fue cuando los había reclutado y de eso ya habia pasado bastante tiempo. Por esa misma razón, el trío se reunían, sin falta, una vez por mes con Volkov. 

—Imagino que sabéis porque os llamo. ¿No, Volkov?

—Estuve al borde de explicárselos, pero llamó usted Conway.

—Me cago en la puta —Jack suspiro a través de la linea—. Bien, os lo voy a explicar yo. Presten mucha atención, mariconettis.

—Si, mi señor —respondió con burla Gustabo.

—Calla, gilipollas.

—Joder con este hombre —bufó el chico de campera roja recostándose en el sofá.

—Cómo decía, hoy tengo una misión para ustedes, nenazas.

—¡Por fin! —habló Segis emocionado.

—Pero, no es una misión de mierda como venís haciendo —suspiró—. Sabéis de sobra que solo os llamo si es algo muy importante, bueno pues este es el caso.

Los ángeles se miraron entre sí con una notoria confusión plasmada en sus rostros y prestaron toda su atención en las palabras de Conway.

—Hay un hombre nuevo en la ciudad, aunque... no tan nuevo. Maneja una mafia de aproximadamente ciento veinte personas de aquí, de Los Santos.

—Hostia puta... —Horacio ya se estaba poniendo nervioso.

—Hacen venta de drogas, armas, trata de personas y vaya a saber uno que más. En fin, su nombre es Joe Álvarez y mañana a la noche dará una de sus elegantes y extravagantes fiestas por la bienvenida de él mismo a la ciudad. Su misión, por el momento va a ser infiltrarse en la farra y contactar con su mano derecha, Alonso. Digamos que comparte los mismos gustos que el capullo de Horacio, por lo que les será bastante fácil acercarse al sujeto.

La cara de Horacio se tiño rojo y Segismundo se estaba partiendo el culo de la risa. Pero a Gustabo le carcomía la cabeza otra cosa...

—Conway ¿te veremos allí?

La risa de Segismundo paró de golpe y la sala quedó en total silencio mientras todos esperaban impacientes la respuesta de Jack. 

Pero, un pitido se escucho por el móvil. Conway había cortado la llamada.

▲ 

Los ángeles se encontraban en el piso del hotel preparándose para la 'fiesta'. Segismundo se bañaba mientras que Horacio ya se encontraba listo colocándose perfume. Gustabo solo miraba un punto fijo estando a medio vestir.

—¡Gustabo cámbiate hombre! —le recriminó Horacio una vez que entró a la habitación.

—¿Crees que esté allí?

—No lo creo.

—Pero, no respondió la pregunta, ¿que cojones significa? ¿es un sí? ¿un no? ¡Joder! —gritó frustrado tirándose sobre la cama.

—¿Y por qué te importa tanto tío? Si nunca lo vemos, no es novedad que esta noche tampoco.

Ante la pregunta de Horacio, Gustabo quedó plasmado. ¿Por qué le importaba tanto? Ni él lo sabía.

—Yo que se. Solo era la ilusión de verlo después de tanto tiempo.

—Va...—dijo Horacio poco convencido—. Cámbiate rápido, en media hora salimos.

Y así lo hizo. Apenas Horacio cruzó la puerta, el menor se dispuso a vestirse. 

Minutos después, los tres ángeles se encontraban en la puerta del edificio esperando a Volkov. Sin dudas esta noche sería larga.

𝐥𝐨𝐬 𝐚́𝐧𝐠𝐞𝐥𝐞𝐬 𝐝𝐞 𝐂𝐨𝐧𝐰𝐚𝐲 ; spain rpDonde viven las historias. Descúbrelo ahora