𝒇𝒊𝒏𝒂𝒍 𝒂𝒏𝒈𝒆𝒍 𝑰𝑰

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alterativo;

Se dividieron y comenzaron a buscar desesperadamente por todo el lugar; de arriba abajo y con los guardias abatidos, todo era más simple. A lo lejos, oyeron el grito de Horacio.

—¡Horacio!

Como si el mismísimo el diablo lo llevara, Gustabo corrió en dirección al grito viendo como Joe estaba encima de él ahorcándolo. Se abalanzó sobre el mafioso y comenzó a forcejear con él.

—¡Horacio, busca a Volkov y pídele que contacte con Conway! —gritó el menor desesperado. El chico asintió y salió de allí corriendo.

Álvarez le lanzó un puñetazo al rostro, pero Gustabo fue más rápido esquivándolo con agilidad y devolviéndose pegándole de lleno en su rostro. Tomó su cabeza y con fuerza la estampó contra la pared haciendo que el mayor soltara un quejido.

—Te pasa por meterte con mi familia.

Uno, dos, tres golpes más contra la pared, bastaron para que el cuerpo ya sin vida de Joe cayera al suelo.

Segis llegó allí y observó el cuerpo de Álvarez junto al blondo, quien estaba agitado apoyado sobre sus propias rodillas tomando aire con sus manos ensangrentadas. Se acercó a él y lo abrazo.

—Me asustaste —susurró en su oído.

—Estoy bien, no te preocupes —le sonrió Gustabo correspondiendo el abrazo.

Horacio llegó junto a Volkov quien tenía un móvil en su oreja y pronto se lo entregó al rubio.

—¡Volkov, capullo no te he entendido! —la voz de Conway sonaba medio distorsionada debido a la mala señal del lugar, pero, aun así, se lograba comprender.

—Soy Gustabo, hemos acabado con la mafia de Álvarez —contestó firme.

—¿Qué? ¿Estás de coña? ¿Dónde cojones están?

—Estamos en el norte, en el faro. Y no es coña, creí que a esta altura confiaba en nosotros —dijo rodando los ojos.

—Claro que lo hago, anormal —bufó Conway—. Estoy enviando una unidad del CNP al lugar en cuestión, aguardad allí y en caso de heridas un EMS los atenderá con urgencia. Os llamo a la tarde.

Sin más, Jack colgó el móvil haciendo enfurecer a Gustabo; siempre era lo mismo con este hombre.

Le entregó el teléfono a Volkov y salió de allí sin decir una palabra, no estaba de ánimos. Horacio quiso seguirlo, pero el agarre de Segismundo lo frenó.

—Necesita estar solo —afirmó el gallego. Horacio se limitó a asentir y se acercó a su 'pareja' quien lo abrazó por los hombros.

Los tres salieron al exterior inhalando el aire fresco después de varias horas allí dentro, en cierto punto, se habían sofocado.

Distinguieron al menor sentado en el césped con la mirada perdida. Ambos se miraron entre sí y tomaron distancia del chico para dejarlo a solas unos momentos.

A los pocos minutos, el lugar estaba repleto de policías. Unos EMS revisaban muy por encima los rasguños leves que había sufrido Horacio en la riña, curaron ciertos cortes que tenía Volkov y colocaron hielo en la cintura de Segismundo quien tenía un gran moretón, mientras que Gustabo parecía ser el único impune.

Con la mirada perdida, el rubio subió a los asientos traseros del coche que los llevaría a casa, pero una presencia a su lado lo hizo sobresaltar.

—¿Creíste que no vendría a verte, anormal? —habló Jack observándolo fijamente mientras recargaba su cabeza en el asiento.

—¿Qué haces aquí? ¿y tú reputación? ¿y...? —el chico fue interrumpido.

𝐥𝐨𝐬 𝐚́𝐧𝐠𝐞𝐥𝐞𝐬 𝐝𝐞 𝐂𝐨𝐧𝐰𝐚𝐲 ; spain rpDonde viven las historias. Descúbrelo ahora