26: ¿Casualidad?

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El alfa estaba encima suyo sentándose en su cintura, su mano de negras y largas uñas, extendida en la mitad de sus hombros, aplastándolo contra el colchón.

-¡Rubius contrólate!

No hubo ninguna respuesta, la mano de Rubius casi lo acariciaba mientras lo retenía bajo él. Intentó mirar por encima de su hombro.

-¡ALFA!

El oso mostró uno de sus caninos gruñendo, sus ojos oscurecidos no le miraban a los suyos. Rubius se veía enorme, casi más grande, intentó levantarse pero fue imposible. Respiró intentando relajarse para pensar. Había estado con Rubius en un celo y ni siquiera en mitad del calor se había comportado de esa forma, algo le ocurría al oso. Mientras su cabeza daba vueltas, Rubius le había bajado la cazadora verde hasta los codos y ahora rasgaba el cuello de la camiseta dejando desnudo el hombro del albino.

Sucedió todo muy rápido, antes de que Willy notase la intención, Rubius se había inclinado y clavaba los colmillos en su cuello. El corazón de Willy explotó derramando adrenalina por sus venas.

-¡RUB!

Levantó una mano para agarrar como fuera una oreja del oso y apretar, incluso clavar las uñas. Rubius soltó el mordisco apartándose de Willy con un grito de dolor pero sin quitarse de encima.

-¡Willy!

Por fin lo soltó. El albino se giró hasta estar cara a cara bajo el pesado oso. La expresión de Rubius no era nada la que se esperaba encontrar, estaba rojo, respiraba rápido, pero su carita era la de un cachorrito que sabe que lo vas a herir. Willy se llevó la mano al hombro para comprobar cómo de profundo había clavado sus dientes y respiró aliviado al notar que apenas había sido la punta de dos de sus caninos. Rubius lo observó con esa carita, preparado para un cachete del beta, que le llegó cuando los nudillos de Willy cayeron sobre su cabeza. El oso se encogió resguardando la cabeza y, sobretodo, sus orejas, bajo sus brazos, esperando otro cachete, pero nada, y Willy seguía ahí, sentado bajo puente que formaban sus piernas. Lo miró asustado, levantando solo la mirada de un ojito. Willy se apoyaba en las manos esperando, con los labios apretados y los ojos fruncidos.

-¿Qué ha sido eso?

-Me... me dejé llevar por mi oso.

Los labios de Willy formaban una línea recta y sus ojos prácticamente lo mismo, sus dedos tamborileaban en el colchón, no dijo nada, solo levantó una ceja. El oso lo miraba encogido, cubriéndose aún la cabeza, pero no lo suficiente como para que Willy no notase que hablar de su oso le había puesto rojo.

-Rubius...

El oso bajó los brazos mirando al suelo, hombros caídos y encogiéndose como un niño bueno.

~o~Dos minutos antes.~o~

Rubius veía a Willy entrar en la casa, su figura de largas piernas y espalda de fino adonis, hizo que sus ojos acabasen en el buen trasero que se le veía cuando sus manos estaban en los bolsillos.

-Marquémoslo, es nuestro, no puede irse, ¡Se va! ¡¿Que haces?!

-Cállate un mes. Pesado -murmuró para el otro él de sus adentros.

-Igual que nuestro omega, se va, y tú no haces nada pedazo de inútil. Márquémoslo.

-¡Vegetta no se ha ido!

-Si nuestro omega tuviera nuestra marca no podría esconderse.

-Te digo que no se ha ido.

Se levantó y caminó detrás de Willy, murmurando aún, para el oso que lo estaba empujando en su camino.

-¡¡Entonces se han llevado a nuestro omega!! ¡¿Quien se atreve!? -veía a Willy alimentar al gato desde el otro lado de la ventana- Nuestro omega... -su oso se removía inquieto, furioso dentro de él- Nuestro omega -entró en la casa siguiendo a Willy escaleras arriba hasta la habitación- ¿Qué están haciendo con nuestro omega? -tragó saliva- Nos necesita, no le oímos, no tiene nuestra marca. Está pidiendo ayuda, se lo han llevado, a nuestro omega. MARQUEMOS A NUESTRO BETA, NADIE SE LLEVARÁ A NUESTRO BETA.

Olor a manzanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora