❮2❯

3.7K 385 59
                                    


Soy una pesadilla, un desastre
Eso es lo que siempre dicen
Soy un caso perdido, no un héroe
Pero lo lograré por mi cuenta
Tengo que demostrarles que están equivocados
Yo contra el mundo

–Simple Plan (Me against the world).

➬➫➬➫➬➫➬➫➬➫➬➫


Al final solo la combinación de queso, jamón y pan fue la combinación perfecta, unas cervezas o algo de whisky para la cena, Gustabo pudo haberse tomado un rato y quizá quemarse las manos con el aceite intentando preparar una cena decente, pero la pereza pudo con él. El rubio observó el reloj de pared, la hora marcaba las doce con quince, y sentado en el sillón decidió abrirse la primera cerveza mientras esperaba a Conway llegar, entonces pareciendo haberlo invocado, el susodicho cruzó la puerta junto al tintinear de las llaves que abrieron la misma; se le notaba cansado, hastiado mientras caminaba dentro, pero en cuanto sus ojos cubiertos por aquellas elegantes gafas divisaron a su compañero en el sofá esperando por él, sintió una tremenda oleada de tranquilidad, provocándole una suave sonrisa.

—Pensé que ya te habías ido a dormir. —le dijo, aflojándose la corbata y sentando cerca de este, cosa que al contrario le hizo dibujar una diminuta sonrisa justo después de dar un sorbo a su botella de alcohol.

—Sabes que cuando yo te prometo la cena, no me voy a la cama sin ti.

El hombre de cabello oscuro lo observó con agradecimiento, pero no era la primera vez, pues su relación con aquel chico lo estaba cambiando para bien en muchos aspectos, aunque no por eso dejaba de ser el tipo duro que siempre insulta a todo el mundo, pues solo con Gustabo y dentro de su hogar se permitía suavizarse un rato. Gustabo se estiró para dejar su cerveza en la mesita de café y a su vez abrió la caja que contenía la pizza para degustar.

—Sin piña. Como nos gusta. —sonrió viendo a Conway. Este le devolvió el gesto e imitó su acción alcanzando la primera rebanada de pizza. No hacían falta muchas palabras, pues ellos habían logrado desarrollar una conexión tan eficaz, que a veces solo sus miradas ya lograban hablarse, trasmitir eso que no siempre se atrevían a decirse.

—¿Qué tal el día?

—Son unos capullos... —respondió Conway apenas terminó de masticar.

—¿Whisky? —ofreció el rubio.

—Me leíste la mente.

Con los estómagos llenos, su hambre quedó saciada, y con unas cuantas copas encima; parecía que el alcohol logró relajarlos de más, mareados pero a gusto consigo mismos, entraron apoyándose en los hombros del otro a trompicones, en aquella habitación que después de algunos años de haber albergado solo a un hombre que perdió mucho y sufrió bastante, ahora compartía con alguien que le había curado las heridas indirectamente desde el momento en que puso un pie en comisaría.

Conway se quitó los zapatos y los arrojó lejos con sus propios pies, Gustabo hizo los mismo pero sin soltar al azabache, aunque falló, pues este perdió el control de su propio peso y quiso caer, Jack lo sintió ceder y aferró a su agarre para sostenerlo, el rubio se quedo un momento confundido y volteó a ver al mayor, quien solo podía observarlo con una sonrisa burlona.

—Idiota... —aquel insulto fue silenciado de repente por los labios de Gustabo al juntarlos con los de Conway, dicho gesto emanaba añoranza, y poco a poco la intensidad del mismo se fue incrementando considerablemente hasta volverse pasional. Pues después de aquel día en el que se amenazó la vida de ese estupendo hombre al cual tenía por pareja, lo único que deseaba era apaciguar sus malos momentos sintiéndolo cerca y con él. Sin duda, una relación a espaldas de mundo entero, a excepción de Horacio y Volvok, ambos confidentes de sus compañeros más cercanos y confiables.

Dientes chocantes, mordiscos inofensivos, el olor a licor en el aliento del contrarió y las caricias a flor de piel, el calor recorriendo sus venas y el sudor perlando los fornidos cuerpos de la pareja que compartía un pedazo de tiempo para encontrarse una y otra vez, sea que hubiese estrés o que un simple día de mierda los hiciera perderse de la realidad misma; uno guardían, el otro protector. Siendo tan diferentes y parecidos a la vez, queriendo ofrecer una mitad de su alma, dispuestos a hacer los necesario por verse felices, por estar bien.

Sí, ambos se habían rescatado de alguna manera, pero...

—Conway... —habló Gustabo en bajito, siendo acunado por los grandes brazos de su pareja.

—¿Qué?

—Sabes que mientras me tengas... tu vida no peligrará.

Conway que mantenía los ojos cerrados intentando conciliar el sueño, los abrió de pronto y lo observó de cerca.

—¿A qué viene eso? —Gustabo se arrepintió segundos después de decir eso, pero no podía seguir guardándolo.

—El tipo que asesine... me aseguró tu muerte.

Ahí estaba la respuesta, ese era el problema.

—Y... ¿le crees? —preguntó el mayor sin soltarlo y con voz ronca.

—No, pero...

—Recibo amenazas a diario capullo —lo interrumpió —, y si piensas que tu vida peligra por mi causa, que te entre en la maldita cabeza que también daría mi puta vida por ti.

Estaba molesto, pero no con Gustabo, si no, con los malditos infelices que hacían de su pareja alguien violento en demasía, no tanto como él, pero ya que ahora parecía un puto guardaespaldas matón, le preocupaba que un día de verdad perdiera los estribos con tal de protegerle.

—Sí, sí... papu.

—No quiero que se toque el tema de nuevo. —El rubio asintió y se acomodo para intentar dormir pegado al cuerpo de su superintendente. Y queriendo que no, este solo pudo besar su frente apenas, cayendo profundamente dormido.

Estaba más que claro, ninguno deseaba perderse, nadie dispuesto a ceder, pero no queriendo ser un héroe tampoco.

¿Débiles?

Quizá un poco; para Gustabo todo era más sencillo cuando solo le preocupaba Horacio, y para Conway todo era más fácil cuando solo le importaba su CNP y él mismo. Pero el corazón por más muerto que pueda estar siempre encuentra una manera de aferrarse a algo o alguien que pueda salvarlo ¿verdad?

La mañana llegó pronto, y otro día más de mierda buena y mala consigo, Conway se levantó primero que Gustabo, se preparó el desayuno y consumió una parte este, para dejarle el resto a su pareja para cuando despertase. Una ducha veloz y su ropa ideal para partir a comisaría, aunque a decir verdad, ese día comenzaba con singular buena ostia. Y la razón de ello yacía dormido en su cama con un hilillo de saliva resbalando por la comisura de su boca.

Con una ligera sonrisa le hecho un último vistazo al rubio semidesnudo en su colchón y se marchó.

𝚆𝚎 𝙰𝚐𝚊𝚒𝚗𝚜𝚝 𝚃𝚑𝚎 𝚆𝚘𝚛𝚕𝚍 || 𝐈𝐧𝐭𝐞𝐧𝐚𝐛𝐨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora