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Haré cualquier cosa por amor
No siento que sea suficiente,
Probablemente puedas ver a través de mí.
Porque puedo prometer, si me conocieras
Probablemente te alejarías
No, no querrías quedarte.

Anson Seabra (I Can't Carry This Anymore).

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Sus manos se cernían fuertemente al cuero de la cubierta en el volante, la sangre caliente en sus venas no ayudaba mucho en su situación, y tampoco la adrenalina que se disipó en su sistema para presionar el acelerador a tope, sin importarle nada ni nadie.

Su encuentro con Emilio estaba programado. Eran aproximadamente las 3:00 a.m, y nadie, ni si quiera Horacio, sabían que saldría en busca del hombre a quien había atiborrado sus sospechas del altercado sufrido ayer en la vinatería.

¿A qué se refería aquel hombre con "los saludos de su buen amigo" hacía Conway?

Gustabo podía tener una ligera idea pero no quería apresurarse a hacer conclusiones finales, sin embargo; si algo había aprendido estando con Jack era que nunca debes dejar todo a la ligera ni fiarte de nadie, porque nunca estaba de más suponer, interrogar, persuadir hasta saber la verdad, y quién mejor que él con su pico de oro para obtener lo que deseaba, manipular a su antojo si lo necesitaba.

Condujo en medio de la penumbra unos kilómetros más hasta la parte Norte, en donde la última vez Emilio le había partido las piernas a Horacio, realmente estaba tenso, sentía que en cualquier momento sus dientes se iban a romper por la fuerza que les imponía a estos. ¿Cabreado? No, lo que le sigue. La vida de su hermano y su novio había peligrado, y ni de coña permitiría que se volviera a repetir. Ese hijo de puta iba a cantar como pardal. Y allí estaba, logró visualizarlo de pie junto a una cerca desgastada de madera, Gustabo le arrojó las luces del Audi y el polvo de la tierra bajo los neumáticos que frenaron frente suyo, Emilio colocó una mano en su cara para evitar que las partículas de tierra y la luz dañara más su campo de visión.

—No bueno, cabrón. ¿Tienes los huevos de hacerme venir hasta acá? A ver si es muy importante la pinche información que dices.

Gustabo se terminó de bajar del vehículo pero no contesto, en su lugar y a paso firme se acercó hasta el moreno y le asestó un fuerte golpe en el rostro haciéndole tambalear a un lado.

—¡Ah! Hijo de tu puta madre... —pero antes de que pudiera reaccionar y hacerle lo mismo, el rubio lo tomó por el cuello de su camisa y lo chocó contra el muro de la casa abandonada de la propiedad. —¡¿Qué putas te pasa?!

—¿Quiénes fueron los gilipollas que atentaron contra Conway y sus oficiales? —exigió Gustabo. Normalmente no se le daba usar la fuerza y las amenazas, usualmente estaría dialogando tratando de suavizar el terreno para que su "victima" cediera ante sus encantos, pero esa mañana no. O como diría su superintendente: hoy no tenía los cojones católicos.

—No se de qué chingados hablas. —respondió Emilio tratando de safarse de sus manos.

—Pero no me vengas con eso tío, ¿piensas que no reconocí el puto coche?

—¿Qué coche? No sé... —pero de pronto, se quedó quieto y lo miro fijamente mientras le otorgaba una sonrisa socarrona.

—¿Qué?

—Entonces si es cierto... —Gustabo no comprendía la situación, ni tampoco la pregunta y actitud de su "compañero" criminal. —El topo tenía razón.

Los ojos azules de Gustabo los cuales eran opacados y oscurecidos por unas marcadas ojeras no terminaban de leer las expresiones o identificar las palabras de este, no tenía ni puta idea de que estaba pasando. Pero justo cuando estaba dispuesto a hablar de vuelta, cuando la furia volvió a invadir sus arterias, las palabras fueron arrancadas de su garganta en cuanto la cuchilla de una navaja penetraba con violencia su costado izquierdo, sintiendo como el aire empezaba a faltarle y su piel quemaba como el fuego. El rubio miró hasta donde Emilio sostenía el arma blanca que le hacia daño, a la par que su sangre brotaba, cosa que empezó a mermar sus energías soltando casi en un santiamén el agarre del azabache.

—Me estabas viendo la cara de pendejo ¿no? —decía Emilio moviendo un poco más profundo la navaja, lastimándole en el proceso —Al principio no le creí, pero luego empecé a sospechar... —Gustabo apenas y escuchaba, pues ahora solo podía concentrarse en su propio dolor. —Ustedes nunca dejaron de trabajar para Conway, no. ¿Acaso se volvieron sus perritas? ¿O quizá ya le diste el culo?

Su cuerpo flaqueaba, obligándole a caer de rodillas mientras Emilio le sacaba del costado el arma, y le pateaba con rudeza, ocasionando que el rubio se desplomara por completo en la tierra, intentando con sus últimas fuerzas tomar su costado, con la esperanza que su sangrado se detuviera. Emilio sacó su móvil y se dispuso a llamar a su contacto, venía preparado, todo lo contrario a Gustabo. Este intento incorporarse y sacarse el arma de la parte trasera de su ropa pero cuando el moreno observó sus intenciones le devolvió hasta el suelo con una segunda patada, mucho más fuerte que la anterior.

—Ahí te me quedas hijo de perra. —dijo llevándose la bocina a la oreja y realizar su llamada. Su contacto cogió el teléfono. —Vengan a mi ubicación, tenemos a la putita de Conway... —se rió por lo bajo —Sí, tenías razón, gracias por la información, no vemos acá, oh y preparen un medico.

Los parpados de Gustabo empezaron a pesar, quizá ni si quiera sobreviviría, y con sus últimos pensamientos deseo con todas sus fuerzas morir, antes de que esos gilipollas pudieran obligarle a hablar o usarlo en contra de Conway.

Idiota, eres un gilipollas de mierda. Pensaba.

La ira le había cegado de la manera más estúpida; estaba dispuesto a asesinar a Emilio porque estaba más que seguro que él y los demás hijos de puta de Nadando, Gringo y el resto estaban con el Calaveras. No sabía porqué pero lo intuía con violencia, y después pensaba ir a por el resto, confiado, iluso, imbécil de que habría podido con todos y cada uno, sí claro, cómo no.

Pero y si hubiera sido así, ¿acaso habría podido cuando los ojos decepcionados de Jack lo mirasen por haber actuado a sus espaldas? Cuando por sus mentiras e impulsos estúpidos la cagara y terminara buscándose su propia muerte, al final estaba bien. Ya que si Conway no lo mataba, la hemorragia se encargaría de ello por él. De pronto, todo fue oscuridad.

Emilio se agacho hasta su altura cuando lo vió inconsciente, le quitó el arma, el DNI y demás cosas que llevaba encima, guardándoselas. Minutos después un par de camionetas oscuras llegaron a su encuentro, del interior bajaron unos hombres vestidos de negros y mascaras de calavera, uno de ellos traía un pasamontañas oscuro, era de complexión fornida y se acercó a paso lento hasta Emilio.

—Hemos avisado a Roy.

—Va —contestó el azabache —Qué bueno que nos dijiste lo de Gustabo y Horacio como... —hizo una pausa —¿Cómo dijiste que se hacían llamar?

—Dan y Fred.

—Ah sí, eso. Gracias Greco cabrón. —Gustabo fue levantado y metido adentro de una de las camionetas, sangraba aún pero parecía que no les importaba a los lacayos. Greco estaba cabizbajo, de alguna manera se sentía podrido, como una de las peores ratas traicioneras de la humanidad. —Oye esta va por Lamar, acuérdate. —dijo el moreno palmeándole la espalda con fuerza, pero el "comisario" solo asintió.

Todos partieron y solo un charco de sangre espesa cubrió el suelo de tierra y pasto seco de una parte en la zona.

𝚆𝚎 𝙰𝚐𝚊𝚒𝚗𝚜𝚝 𝚃𝚑𝚎 𝚆𝚘𝚛𝚕𝚍 || 𝐈𝐧𝐭𝐞𝐧𝐚𝐛𝐨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora