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Corre chico, corre,
este mundo no está hecho para ti.
Corre chico, corre,
están intentando atraparte.
Corre chico, corre,
escapa de la sociedad.
Mañana será otro día,
y tú no tendrás que esconderte.
Chico, serás un hombre,
pero por ahora,
es momento de correr.

–Woodkid (Run boy run).

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La incansable potencia y estruendo de las balas resonaban contra los muros, vidrios y distintas superficies en donde impactaban, pero donde se rehusaban a chocar era en el cuerpo del superintendente; quien agazapado detrás de su vehículo policial, usaba cartucho tras cartucho, descargando además su furia y su destreza abatiendo a los malnacidos que habían mantenido a al menos cuatro personas como rehenes en la vinatería. Y joder que ya era una puta costumbre, pero aquí estaba, junto a Dan, Fred, Volkov, Leónidas, Yuu y Brown.

Ya habían logrado abatir a tres de los criminales, pues una vez rotas las negociaciones para librar a los civiles en peligro, los agresores abrieron fuego en contra de los agentes, pero con los rehenes a salvo, la letalidad hizo su entrada magistral al lugar.

Conway se encontraba agazapado mientras recargaba, y en ese instante Gustabo se cubrió a su lado, cargando su arma de igual manera. Ambos se regalaron una fugaz mirada, en la cual se decían que todo saldría bien como siempre, o como el rubio decía con su hermano: "otro éxito para Dan y Fred".

Asintieron, dando a entender que estaban listos para continuar en el tiroteo, pero antes de que Gustabo pudiera levantarse, Conway lo detuvo.

—Ten cuidado. —Gustabo dibujó una minúscula sonrisa en la comisura de sus labios apenas mostrados por su máscara blanca, sintiéndose aún más seguro tras esas palabras.

—Y usted...

Y así dando paso a la acción, decidieron continuar, y finalmente lo consiguieron. Una vez derrotado al cuarto elemento de atacantes, procedieron a llamar a una ambulancia y a procesarlos respectivamente.

—Muy bien, capullos. —celebró Conway, mientras guardaba su arma y empezaba a acercarse. —Hoy sí que sí.

—¡Otro éxito para Fred y Dan! —dijo Horacio riendo. A la vez que Volkov se le acercaba cruzándose de brazos y carraspeando su garganta para llamarle la atención, y Horacio al notarlo se rascó la nuca apenado. —Oh, y para el comisario Volkov y el superintendente.

—¿Y nosotros? —dijo Leónidas en tono indignado.

—Ah sí, y para nuestros fantásticos compañeros del CNP.

Todos reían divertidos, incluso el superintendente. Gustabo se acercó hasta él y le puso una mano en el hombro.

—Venga abuelo, le toca invitarnos la pizza hoy. —dijo el rubio, Conway dejó de reír pero no de sonreír y movía la cabeza negativamente.

—Claro que no, anormal. Eso le toca al que abatió al último de los bastardos. —respondió Conway, aunque cabe resaltar que su actitud sorprendió a la mayoría de los agentes del cuerpo, pues no era normal verle reírse o incluso sonreír, y mucho menos luego de una misión.

—Ese fue Volkov. —dijo uno de ellos, y entre pequeñas bromas y de más se dispusieron a subir a la respectivas patrullas para ir a comisaría. Pero fue justo en ese instante que un coche negro y sin placas se acercó a toda velocidad, deteniéndose en seco a un lado de todos ellos, situación que los puso en alerta de nuevo para cualquier cosa a suceder.

El individuo bajó el vidrio del auto y este tenía el rostro cubierto con un pasamontañas negro, pero no estaba sólo, a su lado lo acompañaba otro sujeto con las mismas pintas. Todo pasó tan rápido.

—Oye Conway, tu gran amigo te envía un saludo. —y enseguida el copiloto comenzó a lanzar una ráfaga de disparos con su AK-47.

—¡CUBRIOS! —gritó Conway mientras todos actuaban con velocidad, saltando al otro lado de sus vehículos. La lluvia de casquillos los empapaba en temor, pues los habían tomado desprevenidos. Sus respiraciones eran agitadas, y sólo algunos se limitaban a cerrar los ojos y cubrir sus oídos.

De pronto, un quejido inaudible, y un poco de sangre salpicando, después de unos segundos que se hicieron eternos el coche agresor se puso en marcha quemando caucho y se alejó cagando ostias del lugar. Conway al notarlo, salió de su escondite y apuntó hasta esté disparando y terminándose las balas que difícilmente pudieron impactar en las llantas o en la lamina del mismo.

—¡HIJOS DE PUTA! —gritaba un Conway alterado de nuevo. Habían estado a punto de palmarla todos, como deseaba reconocer algo de aquellos malditos o de su transporte. Y fue así, las palabras de su agresor regresaron a su cabeza como pedradas: "tu gran amigo te envía un saludo".

Tenía que ser una puta broma. Pensó.

La presión y la ansiedad hicieron estragos en su corazón, y su mente no ayudaba mucho, pues al empezar a recrear los escenario de los "y sí..." solo lo empeoró más.

Pero, ¿y si una bala hubiera perforado el corazón de Gustabo?, o quizá de Volkov, Horacio o cualquiera de sus agentes... o incluso de él mismo. Pero siendo sinceros le sudaba la polla morir, pues para Conway sus agentes eran primero.

Estaba descompensandose a velocidades sobrehumanas, tanto así que podía sentir los latidos inquietos de su corazón bombeando en sus oídos.

—¡Dan! —se oyó gritar a Gustabo mientras se acercaba corriendo a su hermano, quien siendo custodiado por Volkov no quitó la preocupación en su sistema; una herida de bala en el hombro, el chaleco no había sido muy efectivo entonces, si no se actuaba pronto, Horacio podría desangrarse. Brown llamó a una ambulancia enseguida para que vinieran pronto.

—Tranquilo, la ayuda viene en camino. —le dijo Volkov, cosa que calmó lo suficiente al chico de pasamontañas negro.

¿Qué estaba pasando? ¿Por qué de pronto comenzaba a verse oscuro?

—Conway...

El superintendente escuchaba una voz conocida nombrarlo, pero se sentía muy cansado, demasiado... y el aire comenzó a faltar. Su nombre fue dicho llamado en un tono más cerca, o más fuerte, no lo tenía claro. Pero fue que el terreno bajo a sus pies no pareció ser más estable, como si cadenas invisibles le mataran los pies y lo halaran para hacer que su gravedad desapareciera.

Un golpe, un grito reclamando su jodido nombre por tercera vez, todo sombras y brumas. ¿Este era el final?

—¡Conway! —solo en su creciente oscuridad, un par de orbes azules lo sostuvieron en el plano —¡Quédese conmigo Conway!... no se duerma. —y de pronto, todo fue negro.

𝚆𝚎 𝙰𝚐𝚊𝚒𝚗𝚜𝚝 𝚃𝚑𝚎 𝚆𝚘𝚛𝚕𝚍 || 𝐈𝐧𝐭𝐞𝐧𝐚𝐛𝐨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora