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Me acuerdo cuando perdí la cabeza.
Había algo tan placentero en ese lugar.
¿Eso me convierte en loco?
Posiblemente.
¿De verdad crees que tienes el control?
Bueno, creo que estás loco.
Justo como yo.

–Gnarls Barkley (Crazy).

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El olor a licor impregnó enseguida en su olfato, una vez puso un pie dentro de aquella cantina polvosa que no le agradaba ni un pelo, pero ahí lo vió: sentado en la barra, apoyando sus codos cubiertos de un fino traje negro que se ensuciaban de rastros de licor derramado y madera manchada de cenizas de los cigarrillos consumidos por todos los clientes a lo largo de la tarde.

El hombre de cabello azabache y de corte demasiado juvenil para su gusto, le daba la espalda, quitado de la pena, bebiendo whisky tras whisky, parecía un "hombrecillo triste", aunque viéndolo bien quizá si que era uno. ¿Lastima? En absoluto, solo le gustaba ver la debilidad como algo de lo que se podía mofar con total placer sin importar quién. ¿Estaban de coña, no? Aquel hombre podrido no podía ser el famoso calaveras, porque si de sus fantasías hablaban, Pogo se lo imaginaba montando un caballo de montura y herraduras de oro, o incluso un hombre fornido conduciendo un Ferrari, con el asiento del copiloto lleno de armas, drogas y billetes a montón. Y sin embargo; de todas sus imágenes mentales, esta habría sido lo menos impensable para él.

Con cautela se acercó hasta Jacob, ocupando el lugar de al lado, sin soltar el arma, el barman que lo divisó todo, se alejó con calma, despareciendo de la escena con total seguridad; enterado de lo que ocurriría, no queriendo ser testigo de algo que realmente no deseaba ver. Smith no llevaba su característica mascara de Calavera, su caracterización profunda del villano que se había inventado para interpretar el terror que creía producir en las personas y hasta incluso en el mismo Superintendetente. Otro grave error.

—¿Calaveras? —preguntó Pogo con su entrañable acento de victima desmesurada de emociones, embarrada de presunción y burla. Apuntando el cañón disimuladamente hasta este cuando descanso sus brazos en la misma barra.

—Jacob Smith para ti. —dijo sin dirigirle la mirada, dando un sorbo más a su vaso. Parecía cansado.

—Ostia, pues es un placer. —Pogo extendió su mano hasta él, con la intención de convertirlo en un saludo de mano potencial —Gustabo García, a tus ordenes.

El gesto fue ignorado por completo, siendo correspondido con solamente el ruido del vaso de cristal, colocado con fuerza sobre la gruesa madera de la barra.

—Dejate de gilipolleces. Me rindo.

Si aquello fuera un programa de televisión de chistes, Gustabo no habría dudado en reírse de lo gracioso e increíble que eso sonó.

—¿CÓMO? ¿QUÉ DICES? Creo que no te...

—Me rindo... —Jacob al fin se digno a mirar al rubio de cara carmesí y vestimenta estropeada de mugre y sangre ajena. —Mis propios hombres me han vendido, y yo a su ves os he vendido a ellos... hasta donde sé el CNI se encargará una vez den con nuestra ubicación, incluyéndote. —Pogo exterminó su sonrisa de sus labios, escuchándolo atentamente, pero sin bajar su guardia. —Iba a escapar, pero cuando me cortaron todas las salidas posibles... decidí quedarme y dejar de ser un cobarde, porque fue entonces que me di cuenta de algo.

El rubio entrecerró los ojos esperando por una respuesta, haciendo contacto con las retinas contrarias, amenazantes y provocadoras.

—¿El qué? —Pogo ajustó el agarre en el gatillo de su AP, por si a este se le ocurría pasarse de listo en algún momento.

—Comprendí que el arma mortal que necesitaba para acabar con Jack Conway... eras tú. —Pogo miró con recelo —Cuando me dijeron de tu idilio con el viejo, te diré que me reí como no tienes idea. Y en un inicio no lo supe pero... —Jacob enderezó su postura y giró su cuerpo para quedar frente a frente con el ojiazul. —Si existe alguien en el mundo que a estas alturas pueda dañar verdaderamente a ese hijo de puta; eres tú, Wilson.

Poco a poco, parecía que incluso en la mente de Pogo, las palabras de aquel hombre eran atrapadas por Gustabo, secuestrado en algún rincón de su prisión mental, aferrándose a la orilla del abismo entre la cordura y el desquicio, él quería salir, pero entonces, Pogo lo notó.

"Estoy aquí para protegerte Gustabo, yo no soy tu enemigo".

—Así que... aquí me tienes. —Jacob se levantó de su taburete con cautela, levantando las manos, y una diminuta sonrisa se dibujo en las comisuras de sus labios. —¿Qué esperas? ¿No es esto lo que quieres? Vengarte del malnacido que ha matado a esos picoletos de mierda... Darle mi cabeza a Conway.

Gustabo se levantó igual de rápido y le apuntó con decisión, pero no se estaba sintiendo bien de pronto. Estaba seguro que no se debía al ambiente, ni a la presencia de aquel imponente hombre, no, era algo más, y sabía lo que era; una importante batalla interna se disputaba por salir victoriosa por uno de los participantes: Gustabo intentaba obligar a sus brazos a bajar el arma, a alejarse, a salir corriendo de allí, de buscar a su Jack Conway, necesitaba de uno de sus tan efímeros pero sinceros abrazos que tantas veces lo refugiaron del miedo escondido detrás de esa faceta de tipo rudo. Y estaba Pogo: sonriendo con cinismo, divirtiéndose con el burdo intento que el débil rubio hacia por recuperar el control de su cuerpo y sus emociones, y eso no le gustaba en absoluto.

"Ahora mando yo Gustabo, y descuida, estas en buenas manos".

Sus extremidades se movieron casi por si solas, levantándose para apuntar con total decisión, su dedo acariciaba con tentación el gatillo, no había espasmos de nervios, su objetivo era claro.

—¡GUSTABO! —se oyó decir a alguien bien conocido a sus espaldas. Sus dientes quisieron relucir plantándole una sonrisa de oreja a oreja mientras miraba por sobre su hombro. —Detente. Baja la puta arma.

—¡Jack! —dijo con irónica alegría —Llegaste a recatar a tu Gustabo...

—Cállate, quiero hablar con Gustabo. —Conway estaba de pie en la entrada, apuntando a ambos hombres, y sin duda, no podía pedir nada más que Gustabo, su Gustabo, regresara. Pero Pogo no estaba dispuesto a eso. Y sí, podía tener al Calaveras frente suyo y propinarle un tiro limpio y seco, pero tampoco confiaba en los movimientos que Jacob pudiera hacer, pues podría herir a su pareja o peor: matarlo.

—¿No lo ves Conway? Gustabo no esta más aquí. Pero no te preocupes... yo lo cuidaré por ti. —volvió ver a Jacob listo a cumplir su objetivo, pero justo e ese instante, Smith llevó sus manos a su espalda y sacó su arma para dispararle, Conway al notarlo corrió hasta el rubio para empujarlo, y como lo había prometido un día: protegerlo, dar su vida de ser necesario.

Un par de disparos resonaron en todo el lugar, y desde el exterior Horacio se percató del desastre.

—¡Volkov! —le llamó Horacio mientras cada uno estaba agazapado detrás de un coche, usándolos como escudos contra el fuego enemigo por parte de los pocos integrantes de la mafia que los interceptaron al llegar. El peli plateado lo miró. 

—¡Voy a entrar al bar!

Volkov pareció dudar un poco por la decisión del de cresta pero asintió.

—Lo alcanzaré en breves. Tenga cuidado. —Horacio sonrió apenas y tomando valor de quien sabe dónde, se aventuró a salir de su escondite, apresurando sus piernas para correr hasta el otro extremo del lugar, rezando por que ninguna bala le impidiera recuperar a su hermano y al hombre a quien consideraba padre.

𝚆𝚎 𝙰𝚐𝚊𝚒𝚗𝚜𝚝 𝚃𝚑𝚎 𝚆𝚘𝚛𝚕𝚍 || 𝐈𝐧𝐭𝐞𝐧𝐚𝐛𝐨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora