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Pensaba que el día nunca llegaría,
Me deleitaría viendo la sombra de un soleado amanecer.
Este soleado amanecer es la droga que me hace recordar,
Mi niñez perdida, reemplazada por el miedo.
Pensaba que el día nunca llegaría,
Que mi vida dependería del soleado amanecer.

–True Faith (New Order).

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Pequeñas lagrimas se asomaban en su rostro, el dolor en su espalda baja y sus codos cuando tocaron el pavimento, raspando su piel en el acto, y un hilillo de sangre que se aventuró a abandonar su pequeña nariz. Mostrando una imagen perfecta de una indefensa alma desventurada, victima de chicos de edad más grande a la de él.

—Ay, ya vas a llorar nenita. —se burlaba un niño obeso de dientes amarillentos, a la par que tres chiquillos más de aspecto descuidado le seguían el juego como buenos monos cilindreros. Todos reían, y el pobre pequeño en el suelo, intentaba limpiar los líquidos de su cara, tocando a su vez el ojo morado que ya tenía. —Danos el resto del dinero, marica.

—Pero... ya, ya os he dado todo lo que tengo. —decía Horacio triste e intentando levantarse sin éxito.

—¿Cinco asquerosos euros? Eso es todo lo que tienes, creo que no te ha quedado claro. DAME TODO TU PUTO DINERO.

Horacio; hecho un ovillo en el suelo, desistió de seguir peleando, su labio partido temblaba conteniendo el llanto, así que simplemente decidió usar sus ultimas fuerzas para cubrirse de las patadas venideras cuando el niño obeso diera la orden a sus lacayos de terminar con el trabajo de su atraco. El pequeño en el suelo solo pudo poner sus manos sobre su cabeza en un nulo intento de cubrirse, pero de pronto, una pedrada voraz en la cabeza del niño gordo que le abrió la frente enseguida, haciéndole sangrar en el acto y enseguida, un golpe, luego dos, y después muchos más repartidos a diestra y siniestra entre todos los presentes en pie.

—¡Dejadlo en paz, hijos de puta! —gritó el pequeño rubio mientras agitaba el palo de madera entre sus manos, creando un perímetro concreto para alejarlos lo suficientes de su hermano en el suelo. Se enorgulleció de haber lastimado a todos los bullys, pues cuando vio las heridas en sus rostros y resto del cuerpo supo que había logrado intimidarles lo suficiente para que se apartaran.

—¡Corred ya! —grito uno de ellos ayudando al de la frente rota a levantarse y salir cagando ostias del lugar, siendo ahuyentados por completo por Gustabo. Este sonrió victorioso, pero cuando recordó el motivo de aquel logro, su sonrisa se desvaneció para mirar enseguida hasta el piso, en donde Horacio yacía agazapado pero a la vez feliz.

—¡GUSTABO! —rápidamente el susodicho se agacho para abrazarlo y este a la par corresponderle. —Perdón, les tuve que dar nuestro dinero... ellos me golpearon y...

—No pasa nada Horacio. —respondió el pequeño oji azul, ayudando a levantar a su hermano, dejando que este se apoyara en su hombro para caminar. —¿Te lastimaron?

—Nah, solo me raspe los codos y... —llevó sus dedos hasta su nariz. —Ya no me sale sangre, estoy bien.

—Vale, pues la próxima vez, iremos juntos a comprar a badulaque, no debí dejarte ir solo.

El castaño claro asintió, pero aun seguía teniendo un poco de culpa por ser tan descuidado y perder el dinero que con trabajo habían logrado sacar pidiendo limosnas en las calles, porque básicamente la calle era su hogar, eso y un departamento vandalizado y solo a tres manzanas de ahí. Juntos siguieron caminado despacio hasta su "hogar".

𝚆𝚎 𝙰𝚐𝚊𝚒𝚗𝚜𝚝 𝚃𝚑𝚎 𝚆𝚘𝚛𝚕𝚍 || 𝐈𝐧𝐭𝐞𝐧𝐚𝐛𝐨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora