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Si me quedo contigo,
si estoy eligiendo mal,
no me importa en absoluto.
Si ahora estoy perdiendo,
pero ganaré más tarde,
eso es lo único que quiero.

Cecilia Krull (My life is going on).

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Otro día en comisaría, más testosterona que respirar, insultos por aquí y por allá. Aquello un día lo iba a matar, si una bala no lo hacía primero.

—Una mierda. —soltó Conway, luego de oír que era muy necesaria su presencia en el entrenamiento de los nuevos reclutas. —Por qué no te encargas de eso hoy, ve con Greco.

—Porque... los agentes Dan y Fred también desean ir. —contestó Volkov, sin embargo; lo que dijo no fue exactamente lo que llamó la atención del superintendente, si no cómo lo dijo. Para entonces, Conway ya había tomado asiento, bajando sus gafas unos escasos centímetros para ver a su comisario con seriedad.

—Qué coño... ¿y por qué piensas que eso me importa?

Volkov sonrió y se encaminó hasta el otro lado del escritorio de su superior para quedar frente a este, aunque sin borrar el gesto presuntuoso de su rostro, cruzó sus brazos y quiso seguir su cotilla; la cual estaba funcionando.

—¿Hasta cuando me lo iba a decir?

—No sé de que coño estas hablando.

—Pensé que confiaba en mí. —se aventuró a reclamar, pero para nada estaba enfadado, solo buscaba mosquear a su jefe lo suficiente para hacerlo hablar. Y sí, resultó. Conway suspiró cansado y se reclinó en su lujosa silla, tamborileando sus dedos en los reposabrazos de esta.

—¿Cómo lo supiste? —soltó molesto.

—Horacio... —dijo con cierta inseguridad, pues a decir verdad algo había cambiado en él hace unos meses con respecto a su relación con el chico de cresta bicolor por ocasión. Pues a menudo se detenían a hablar, o cuando estaban fuera de servicio volvían a reunirse para tomar unas copas, pues podría decirse que después de su tormenta la calma se asentó en ellos y hasta en sus sentimientos.

—Menudo hijo de la gran puta.

—No se enoje con él. —insistió Volkov, sintiéndose un poco culpable por haberle delatado.

—Vaya, vaya, ahora defiendes a tu novio.

—Él no es mi...

—Lo que sea. —Conway se levantó y miró serio a Volkov. —Quiero ofrecerte una disculpa por haberte ocultado algo tan importante como esto, pero quiero que sepas que lo hago por razones propias.

El comisario de cabellos plata sonrió a medias y se acercó solo un poco para hablarle en voz baja.

—Si no fuera por que le tengo un gran aprecio a usted, a Horacio y a Gustabo, yo mismo le estaría procesando ahora mismo.

—Lo sé.

—Además... —dijo dirigiéndose a la puerta —Desde que usted esta con Gustabo, su humor es mejor. —esto último dio en el clavo para que su jefe le enviara una mirada asesina. Conway se levantó y se acercó hasta él hecho un tomate, pero sin perder la compostura.

—Contéstame una cosa, qué tanto sabes, capullo. —pero el comisario se limitó a reservarse la respuesta y volvió a sonreír descaradamente.

—Entonces... ¿viene?

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El sol quemaba a tope, pero no fue impedimento para que el entrenamiento de los nuevos reclutas se detuviera; sudor, fatiga y demás, fue el menú favorito del superintendente, el comisario y los dos subinspectores que contribuían a la instrucción.

—¡Venga super nenas! —gritó Conway —¡Dejad de ser unos mariconettis y moved el culo!

Gustabo lo observó mientras encabezaba el trote en la arena caliente y solo sonrió moviendo la cabeza en negación.

—¡Cállese, abuelo! —dijo Gustabo divertido, pero exhalando del esfuerzo.

Conway no respondió pero si que le regaló una sonrisa fresca, deleitándose con la buena vista que tenía de su pareja: su fornido torso desnudo brillando en sudor, sus brazos y piernas bien moldeadas. Al menos su Gustabin estaba en buena forma, y eso le llenaba de orgullo, y no solo por el hecho de que su condición física fuera la mejor, sin no porque en secreto podía dejarse pensar en que solo él era dueño de ese cuerpo, marcado una que otra vez por su dientes, pero sin llegar a dejar marca en un lugar tan visible.

Tiempo después, Horacio procedió con sus lecciones de yoga, a las cuales enganchó a Volkov, mientras Gustabo y el superintendente los miraban a unos metros. El rubio tomó asiento en un camastro y Conway le ofreció una botella con agua fría.

—Toma, rehidratate.

—Gracias. —dijo Gustabo feliz por la atención, aunque también bastante cansado.

La tarde ya había caído, y la puesta de sol que comenzaba a formarse ante sus ojos era un gusto deleitable y bienvenido. Conway se sentó a su lado pero en la arena, y así pasaron unos minutos, en casi completo silencio, pues cerca se escuchaban las instrucciones a seguir de Horacio y los quejidos de algunos alumnos fatigados.

—Volkov lo sabe. —dijo de azabache de pronto, y Gustabo volteó a verlo enseguida.

—¿Cómo?... ¿Cómo que Volkov lo sabe? ¿Qué sabe? —empezó a decir el oji azul con preocupación —¿Sabe de lo nuestro o de lo otro? —Conway solo pudo mirarle con serenidad.

—Ambas cosas —Gustabo empezó a sudar frío —, pero tranquilízate muñeca, esta de nuestro lado. El rubio aún no daba crédito a que el comisario Volkov pasara por alto semejantes mentiras.

—Y cómo lo sabe, quién le dijo que...

—Horacio. —bingo, ahí su respuesta.

—Pero que cabrón. —decía el rubio algo decepcionado. Sin embargo; su aparente molestia desapareció cuando centró su atención en el hombre a su lado, viéndolo ahí, con su semblante apacible y una diminuta sonrisa en los labios. Se le veía tan tranquilo en mucho tiempo, y Gustabo quiso creer que él era parte de las causas. De repente sitió tantas ganas de abrazarle, de aferrarse a su cuello y decirle que jamás se alejaría de él, pero bastaba decir de sobra que eso ya lo sabía su superintendente, y que tampoco se atrevería a hacer aquello frente a todo el CNP.

—¿Sabe algo Conway?

—Qué cosa Gustabin.

El chico de ojos color cielo le dio un sorbo a su botella, como dándose el valor para admitir algo.

—Creo que lo quiero...

Conway era demasiado orgulloso, pero en el interior moría de ternura tras escuchar aquello, a pesar de ello, no perdió su porte duro.

—Lo sé, y yo a ti, capullo.

Satisfechos sin admitirlo, se sentían felices con la presencia del otro. Admiraron el hermoso atardecer, uno que formó parte de algo más que un simple entrenamiento, uno con aire a cita improvisada.

𝚆𝚎 𝙰𝚐𝚊𝚒𝚗𝚜𝚝 𝚃𝚑𝚎 𝚆𝚘𝚛𝚕𝚍 || 𝐈𝐧𝐭𝐞𝐧𝐚𝐛𝐨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora