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Nota: este es el capítulo final de la historia, así que creo que deberían de leer escuchando la canción que mi querida alisvegonzalez descubrió y describe todo a la perfección: Cometas, de Dorian.

Freddy abrió los ojos alarmado, y frunció el entrecejo.

El viento lo despeinaba salvajemente; la ligera camisa azul que llevaba parecía querer salir volando; sus pies descalzos agarraban la tierna yerba intentando descifrar si era verdadera o un producto de su imaginación. 

Una risa femenina hizo alerta en sus sentidos.

Levantó la mirada y la vio correteando por el pasto como una niña pequeña. Su cabello rubio bailaba al compás del viento junto a la tela de un vestido blanco casi transparente, y una sonrisa lo invitó a seguirla, a imitarla.

Corrieron uno detrás del otro entre risas. No había nadie más, sólo sus almas estancadas, para bien o para mal, en la niñez, su amor, y su felicidad.

Él logró alcanzarla cuando ella ya no tuvo más césped para huir. La sujetó con fuerza, la abrazó, la besó, acarició su piel llena de tinta, pegó la frente a la suya, pasó los dedos por entre las hebras de su cabello, dio un toque en su minúscula nariz, le dijo que la amaba, y Cecil lo empujó hacia el río que corría detrás de ellos.

La corriente era fuerte. Él no sabía nadar, y ella conocía ese detalle. La sensación que empezó a experimentar en cuanto el agua comenzó a colarse en sus pulmones fue horrenda. Quería respirar, pero no podía.

Se despertó empapado. Ya no estaba en el río, mucho menos en el prado. 

Era de noche, y aún se encontraban en el yate. Sus manos y pies estaban atados con fuerza. Ya no se veía el muelle. Luisa realizaba mezclas de pintura en una paleta. La cabeza le dolía mucho.

—¿Dónde estamos?

Ella se volteó.

—Ya era hora de que despertaras—avanzó hacia él y colocó una hoja de papel con un bolígrafo en el escritorio que estaba frente a sus narices. Freddy no entendió de qué iba todo aquello—. Quiero que le escribas una carta a Leticia, de las ñoñas, y que contenga todas las estupideces que normalmente se dicen, pero necesito que sea una despedida—él palideció y la miró con espanto—. Inventa que te vas con tus padres, que necesitas un tiempo en soledad. Lo que tú quieras—tomó un cuchillo y cortó las cuerdas de sus manos. Sin dudarlo demasiado sacó el arma y volvió a posicionarla en su cabeza—, pero hazlo ya, ¿entendido?

Con una pistola apuntándole directamente Freddy no podía pensar bien. Por su mente lo único que pasaba era la clara idea de que iba a morir, y comenzó a llorar. Se sentía solo, nervioso y asustado de nuevo. Escribió lo que pudo, y se detuvo cuando creyó haber terminado.

Sin darle tiempo a más nada, Luisa volvió a atarle las muñecas.

—¿Por qué haces todo esto?

—¿No parece obvio?—se quitó los guantes haciendo muecas. Aún tenía ampollas que le dolían. Agarró entonces una esponja y comenzó a jugar con ella—. Pienso hacer de ti una obra maestra.

Freddy ahogó un sollozo.

—Por favor...déjame ir. Prometo que nunca más me acercaré a Leticia.

Su atacante soltó una risa llena de un sarcasmo atronador.

—Es muy tarde para eso. Debiste de haberlo pensado mejor antes de acabar con ella como lo hiciste.

Sólo somos constelacionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora