Epílogo

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Luisa se sentó junto a Leticia, y llena de satisfacción le besó la frente.

Le mostró la nota que había hecho Freddy para ella antes de morir. Vio complacida, entonces, cómo sus ojitos perdían el brillo que los caracterizaba, y como luego arrancaba a llorar.

Puso encima de sus piernas la caja que contenía al gatito manchado con alas de mariposa, y sonrió al verla feliz de nuevo, jugueteando con las pequeñas estructuras de encaje y alambre, y paseando al animal peludo por todo el lugar.

La atrapó al vuelo y la besó con fuerza, aunque enseguida notó que ella no le correspondió.

—Te amo, ¿lo sabías?

—Pero yo amo a Freddy.

—Lo sé.

—Pues entonces déjame ser feliz con él.

—Créeme lindura—le movió un mechón de cabello rojo—: sólo un alma tan podrida como la suya, o incluso peor, será capaz de amarte de verdad y darlo todo por ti. Nunca lo olvides, por favor.

Sólo somos constelacionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora