Epílogo.

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Lady, running down the riptide, taken away from the dark side.

29 de Junio, cinco años después.

Kairi estaba sentada en una cafetería de la I-45. Tenía su mirada perdida en el café solo frente a ella, y en el libro junto a este, en el que ponía Recopilación de Poemas de Dorian James; Dedicatoria y edición de Kairi James.

Había tenido que parar de conducir por un aviso de tormenta que habían dado en la radio, así que se tuvo que refugiar en aquella cafetería, hasta que pasara la tormenta.

Parecía que aquel año no le iban a dejar celebrar el aniversario de la muerte de Dorian de la manera habitual; haciendo un viaje por carretera.

Kairi, que ahora tenía el pelo lo suficientemente largo para hacerse una trenza y que le llegara a los omóplatos, miró por la ventana, y, al otro lado de la autopista, vio la gasolinera. Esa maldita gasolinera.

Sabía que el pobre lugar no había tenido nada que ver, pero necesitaba echarle la culpa a alguien o a algo, y ahí estaba la gasolinera.

La chica se paró a analizar su vida, cómo hacía en aquella fecha todos los años, para ver qué había cambiado desde la muerte de Dorian.

-Estaba estudiando Medicina, en Yale, lo que no le fue nada fácil de conseguir.

-Tenía novio, un chico de su clase de Biología Celular, que se llamaba Douglas Conroy, lo que casi parecía una traición a Dorian, pero aquel chico de cabello rubio y ojos color miel, merecía la pena.

-Vivía en un bonito apartamento cerca del campus, a diez minutos en coche.

-Tenía dos amigos, sin contar a Douglas; Gerard y Justine, lo que era un gran logro.

Su vida era prácticamente perfecta, pero había algo que faltaba, y Kairi lo sabía; Dorian James.

Por supuesto que le faltaba Dorian. Aquel día fue como si le arrancaran un órgano vital, y tuviera que volver a aprender a vivir, sin él.

Todos creían que lo tenía superado, y que todos los 28, 29 y 30 de Junio desaparecía para ir a visitar la tumba de Dorian, y estar sola.

Lo que no sabían es que no, lo que hacía Kairi era repetir el viaje que aquel verano estaba haciendo con Dorian, recorrer Estados Unidos desde Chicago hasta Orlando, parando en todos y cada uno de los parques de atracciones, incluido, obviamente, Disneyworld.

Pero a Kairi no le daba tiempo a parar en todos, así que paraba en los principales, y, cómo solía hacerlo de noche, no le quedaba otra que colarse.

Hacía una foto con la Polaroid que fue de Dorian, y la guardaba en un sobre. Y, el treinta, mientras volvía a Connecticut, se desviaba a Chicago y dejaba el sobre en la tumba de Dorian, seguido de un "Te quiero" en voz apenas audible.

Y, entoces, conducía llorando de vuelta a su vida perfecta.

Esos tres días, año tras año, eran un recordatorio. Un recordatorio de su adolescencia, un recordatorio de su vida pasada. Pero, sobretodo, un escape. Un escape de su vida, y amigos, novio, todo.

Era irónico, cómo Dorian seguía siendo su único escape, después de tanto tiempo.

Pero la vida es una ironía, en sí.

n/a: este epílogo se ha echo esperar un poco, y tampoco es gran cosa, pero espero que os haya gustado.

muchas gracias a todos por leer esta historia, os debo demasiado.

gracias.

-leid.

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