Decídete... Inuyasha

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La agotada sacerdotisa se sentó sobre unas gruesas raíces. Era el árbol más frondoso del área en donde había decidido descansar.

Miró con desdén las serpientes recolectoras de almas que volaban sobre ella. Esas extrañas criaturas le recordaban quien realmente era...un maldito cadáver.

Guiado por el inconfundible aroma a barro seco llegó hasta el lugar y saltó hacia el suelo, cayendo firme.

Los ojos negros lo escudriñaron entero. Se sintió interrogado aún sin que la mujer pronunciara palabra alguna. Se aclaró la garganta y dió unos cuantos pasos hacia el frente.

Kikyo alzó una de sus delgadas cejas y echó hacia un lado su cabeza. Inuyasha, dudoso, se sentó en una raíz próxima.

Era la primera vez que aquello les ocurría pues, era solo verse y ambos se fundían en besos eternos, en abrazos efusivos y confesiones afectivas.

La mujer parecía estar esperando una explicación por parte de su hombre y su hombre parecía no querer exponer una sola palabra.

"Patético" pensó observando el movimiento lento de una de las serpientes. Y así, en completo silencio fue pasando el tiempo.

Inuyasha sentía el deseo de salir corriendo y sumergirse en un profundo lago para lavarse con las aguas la esencia de la jovencita. ¿Acaso se podía ser más canalla?

Si bien, la había disfrutado, claro que sí, pero justo en ese momento, al estar frente a la mujer que tenía, literalmente, su corazón en sus manos, se sentía un ser repugnante, asqueroso.

El aroma de Ahome se había impregnado en todo su cuerpo y temía que Kikyo pudiera percibirlo más no sabiendo que aquellos ojos que lo escrutaban con esmero habían presenciado todo.

- Viajaré hacia el norte - rompió el silencio la mujer con voz lacónica.

Inuyasha alzó el rostro y le miró con el cejo fruncido.

- Es peligroso - le dijo. Kikyo se encogió de hombros.

- En una hora emprenderé el camino - continúo, ignorando olímpicamente las palabras del híbrido.

- Kikyo...

- Inuyasha - le nombró frenando así sus palabras - digas lo que digas no hará que cambie de opinión.

- Pero es peligroso y tú...

Con dificultad la mujer se puso en pie. Inuyasha la imitó e intentó cogerla de uno de sus brazos pero ella no se lo permitió, alzó una de sus manos y posó la palma sobre el sólido pecho del híbrido.

- Lo sé. Solo soy un maldito depósito de almas - expresó en mofa. Inuyasha frunció el cejo.

- No me refería a eso - espetó el híbrido con evidente molestia.

- Qué más da.

Kikyo avanzó hacia el frente con pasos lentos pero firmes. Inuyasha la seguía pensativo, alejado de la realidad. Por el rabillo de su ojo derecho, la mujer lo veía.

- Kikyo yo...

- Pensé que nunca lo dirías - lo cortó nuevamente. Esbozó una sonrisa irónica y detuvo su andar - y es por ello que no te quiero cerca.

- ¿Te haz vuelto loca? - inquirió el híbrido cogiéndola de la muñeca derecha.

Kikyo miró el agarre por unos segundos y luego clavó sus ojos negros en el deslumbrante ámbar.

- Probablemente - respondió cortante - búscame cuando realmente te sientas seguro de lo que deseas.

Nuevamente se puso en marcha. La mano del híbrido continúo aferrada a su frágil muñeca impidiéndole su andar.

- ¿A qué te refieres? - preguntó cauteloso. Kikyo se detuvo y lo enfrentó.

- ¿Qué a qué me refiero? ¿Piensas que soy estúpida, Inuyasha?

- Kikyo...

- ¡Contesta Inuyasha!

El grito de la mujer sobresaltó al híbrido. Este la soltó de inmediato y retrocedió lo suficiente como para apreciar claramente el reproche en el rostro de su mujer.

El canto de los grillos cesó, algunas aves huyeron de los árboles cercanos y el aire se volvió denso.

El hanyuo tragó duro. Su estómago se contrajo, sintió como si le hubieran dejado caer un saco lleno de piedras en el.

— Búscame hasta que hayas aclarado tus sentimientos — continúo expresando la mujer de barro.

— Pero si yo te amo — replicó desesperado.

Kikyo analizó su rostro contraído por la desesperación más sin embargo no cedió ante él. Ella no era Ahome y eso tenía que dejarlo en claro.

— ¿Dices amarme aún cuando todo de ti huele a ella? — su fino y pálido rostro se contrajo en molestia.

Inuyasha palideció. Por eternos minutos perdió el habla. Y es que ¿Qué se supone que diría?¿Negarlo? No,no,no ¡Por supuesto que no!

— Iré contigo — contestó ignorando lo dicho por la mujer que aseguraba amar. Ella negó.

— Decídete... Inuyasha.

Las serpientes recolectoras de almas se enroscaron en la delgada pero curvilínea figura de la mujer de barro y la elevaron rápidamente.

Inuyasha intentó seguirla pero la culpa lo carcomía. Lo mejor sería darse tiempo, si, eso era lo más conveniente.

Cuando regresó con su grupo se quedó sentado en la rama de uno de los árboles cercanos. De reojo veía dormir a la humana del futuro. Suspiró profundamente mientras con una mano se daba pequeños golpes en su frente.

¿Cómo es que todo se había complicado tanto?

Joder

Inuyasha no tenía respuesta para tal pregunta pero de lo que sí estaba seguro es que debía mantener la distancia entre él y Ahome.

En cuanto amaneció, el grupo emprendió la marcha. Debían llegar a la siguiente aldea antes que el sol declinara nuevamente.

Inuyasha se mantuvo todo el tiempo distante y de pésimo humor. Sango, cabalgando a kirara, veía de reojo a la pensativa sacerdotisa que manejaba su bicicleta.

Miroku a pesar de que el híbrido lo había ofendido siguió insistiendo, intentando crear una conversación entre ambos. Ellos no eran tontos.

Mientras el monje hablaba y hablaba a su lado, las palabras de Kikyo se repetían una y otra vez en su mente: decídete Inuyasha.

Por impulso observó detalladamente a Ahome. Su garganta se secó y sus tripas se revolvieron.

Sus ojos recorrieron entera a la muchacha hasta posarse en sus generosos pechos. Sintió su suavidad y plenitud en las palmas de sus manos.

Apretó los dientes hasta el rechinar y colérico destrozó un árbol con sus garras. Los demás se le quedaron viendo como si tal otra cabeza le hubiera salido.

❤️❤️❤️❤️
Esto se puso color de hormiga

¿Qué harás Inuyasha?

The roar of the beast (TERMINADO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora