Noches de Insomnio

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El híbrido suspiró.

Se mantenía alejado de su grupo. Sango cada vez más le era imposible controlar su mal humor. Inuyasha no quería que la situación se complicara más.

Ahome no aparecía. La habían buscado en los lugares en donde jamás creyeron pisar y nadie, absolutamente nadie les daba respuesta alguna. Los aldeanos juravan no haberle visto por esos lados.

Agotados de tanto andar decidieron descansar cerca a un lago pues el monje siempre pensaba en las necesidades de la exterminadora.

"¿Dónde estás Ahome?"

Decir que se sentía mal era poco. Todo su interior se encontraba sumido en una profunda tristeza. El miedo mezclado con la culpabilidad se arraigaron en sus entrañas. Deseaba tanto poder regresar el tiempo y evitar decir aquellas duras palabras.

Ahome ya no estaba. Su Ahome ya no se encontraba entre ellos. La idea de saberla lejos y hasta muerta le producía un amargo sabor de boca. Sus tripas se revolvian constantemente.

Ni siquiera tenía apetito para digerir alimentos y por primera vez en mucho tiempo sus pensamientos eran únicamente para la chica del futuro.

Quizá estaba equivocado. Pueda que sus emociones lo hayan traicionado puesto que durante tantas noches de insomnio en ningún momento sintió la necesidad de ir tras ella, detrás de la mujer de barro.

¿Era necesario que aquello ocurriera? ¿Necesitaba que Ahome se fuese de su lado para caer en cuenta? Sacudió su cabeza pera alejar los pensamientos. Sus sentimientos eran reales así como todas las palabras que le confesó en el claro aquella noche.

La quería, por su puesto que si. La presencia de la humana no le era indiferente sin embargo su corazón ya había sido ocupado mucho tiempo atrás.

Mientras el híbrido contemplaba la luna, la chica se removía en su cama. Sesshumaru no volvió a atarla.

Desde ese día en el cual inrrumpió en la habitación y la encontró desnuda él no volvió. Su extraña ausencia la confundió y la hizo sentir culpable. Pueda que el demonio se hubiera ofendido al observar su cuerpo.

Quizá estaba acostumbrado a ver cuerpos de demonesas y ella solo era una simple e insignificante humana a la vista de él. Suspiró profundamente. Qué caso tenía quemar sus neuronas pensando en él y en su evidente cambio.

Sesshumaru era imposible de leer. Su rostro siempre lucía estoico. Ahome era una mujer muy comprensiva y entendía ciertas emociones en los demás con tan solo ver sus ojos pero con el demonio la cosa era otra.

Mientras tanto, Sesshomaru se paseaba de un lado para el otro en su habitación. A escasos metros la humana yacía y eso ¡Oh, Dios! Eso lo tenía de un humor de perros ¿Por qué? Ni él mismo lo sabía.

Una parte de él quería correr hasta ella y...poseerla. Pero la otra, aquella parte arrogante, prepotente, le recordaba que él, él era el lord del oeste, el demonio más temido por ambas razas. Tanto demonios como humanos se rendían a sus pies con solo su presencia entonces ¿Por qué una simple humana le ahuyentaba el sueño?

Gruñó con los dientes apretados..Yako en su interior dormía plácidamente. Por segundos envidió y deseó la tranquilidad que la bestia poseía.

Decidido a encontrar respuestas salió de la habitación y sigilosamente entró en donde la humana ya dormía.

Se acercó lentamente y con un rápido movimiento le quitó la sábana que cubría su curvilíneo cuerpo. Ahome abrió los ojos y en cuanto su mirada se aclaró se levantó abruptamente. Se hizo hacia atrás hasta que su espalda impactó en el respaldo de la cama.

Sesshumaru la veía como si fuese una presa a punto de devorar. La boca de la humana se secó y las palabras huyeron de ella. El miedo invadió su cuerpo. Deseó tener las posibilidades de huir pero eso era un deseo que no sería concedido no cuando tenía al mismísimo diablo enfrente.

Entonces otro movimiento rápido y la sujetó fuertemente del cuello. Ahome pataleó para intentar soltarse pero era imposible. La fuerza de Sesshumaru era impresionante, inhumana. Suplicó entre gemidos de dolor.  El aire no era el suficiente para sus pulmones y eso él lo sabía.

Disfrutaba ver su rostro teñirse de un rojo intenso. Apretó más hasta que los ojos de la chica se llenaron de lágrimas. La lanzó a la cama y se colocó a horcajadas sobre ella.

— ¿Qué hacés? — demandó saber mientras sus brazos eran apresados por una de las grandes manos del demonio.

— Calla — ordenó escueto.

Colocó las manos de la humana por sobre su cabeza y metió la otra mano bajo el camisón que noches atrás la pequeña Rin le había obsequiado.

Ahome abrió los ojos como platos en cuanto sintió los dedos fríos del demonio apretar su pezón izquierdo. Se asió de su pecho. Lo masajeó lentamente, lo apretaba, lo tanteaba como si fuese algo recién descubierto.

De la impresión la humana había perdido la voz. Veía asustada la expresión serena en el rostro perfecto del demonio. Sesshumaru frunció levemente el ceño al rasgar el camisón y descubrir ambos montículos. Estos se movieron suavemente por el tirón. Grandes, firmes, sus pezones rosados se endurecieron.

Entonces se inclinó y usando únicamente la punta de su lengua degustó uno de los botones.

Extrañado por el sabor tan... delicioso se alejó de ella a la velocidad de un rayo. Eso no podía ser cierto ¿O sí?

El sabor picaba en la punta de su lengua. Ofuscado con sus propios deseos se fué.

Ahome, completamente perdida en sus propios pensamientos unió los trozos del camisón y los ató entre sí.

Recostó la cabeza en la almohada y se durmió pensando en la sensación electrizante que le provocó la lengua del demonio.

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The roar of the beast (TERMINADO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora