Averígualo

920 117 15
                                    

Sentado en el sillón, en su estudio, meditó en los últimos acontecimientos sucedidos en su vida. Cómo esta había cambiado tanto y cómo él se encontraba en una encrucijada que poco poco le quitaba la paciencia.

Se sentía harto del tire y afloja que él mismo había iniciado con la humana. Después de todo, fue él mismo quien la llevó a su palacio, reclutada como si fuese su peor enemigo y puede que realmente lo sea pues  le ha puesto su mundo perfecto patas arriba.

Por otra parte, Ahome no comprendía. Por más que se esforzaba no entendía el actuar extraño de quién en su momento fue su cuñado. Eran tantas las noches en las cuales  lo encontraba allí, en su habitación, oculto en un rincón. Observando en silencio sus sueños.

El problema consistía en que siempre que abría sus ojos y lo descubría él huía. Se iba así sin más. Y eso ¡Oh, como le exasperaba! Era consciente de que su vida dependía de su comportamiento. Ahome no era tonta, sabía perfectamente que el demonio carecía de sentimientos y si llegaba a provocarlo seguramente moriría al instante.

Pero ¿Siempre sería así? No, por supuesto que no. Ahome tenía que pensar en alguna solución. El tiempo se estaba yendo de prisa. No podía pasar el resto de su vida encerrada en una habitación solo porque al demonio le complacía saberla vulnerable, en sus manos. Suspiró frustrada y lanzó el cojín el cual chocó con la puerta.

Andando de un lado para otro pensaba. En ocasiones se jalaba algunos mechones de su propio cabello. ¿Por qué no? Si él se aprovechaba de sus sueños para irrumpir en su habitación sin su consentimiento por qué ella no podría aprovechar sus debilidades. Podría ser el demonio más temido, un sanguinario pero ¿Hombre al fin?

Si no lo intentaba no podría descubrirlo.

Decidida a averiguar las intenciones del demonio, esa noche se obligó a no dormir aunque sí tuvo que cerrar los ojos.  Esperó, esperó y esperó hasta que escuchó la puerta abrirse lentamente. Mentiría si dijese que no sentía miedo porque era evidente que si. Luchó contra sus propias reacciones.

Entre sus párpados le miró acercarse a la orilla de la cama. Y así permaneció por media hora ¿Se estaría volviendo loco? Se removió despacio, lento, queriendo aparentar que entre su inconsciencia podía sentirlo. Y entonces abrió sus ojos con el cuidado de no alertarlo.

Sesshumaru seguía ahí, de pie frente a ella sin mover un solo músculo. Sus ojos dorados brillaban por la luz tenue que se colaba a través de la ranura de la pequeña ventana. Tragó duro pero no se amedrentó. Estaba dispuesta a obtener su libertad de una forma o de otra.

En esa habitación no había nadie mas, alguien que pudiera juzgarla. Alguien que pudiera señalarla con el dedo y decirle que estaba actuando mal al querer seducir al demonio y si así fuese, no le importaba. Con cuidado se arrodilló en el colchón y extendió uno de sus brazos. Sesshumaru le miró inexpresivo, pero con el ceño levemente fruncido.

Al verle que él no reaccionaba comenzó a sentir emociones negativas. Hasta llegó a pensar que no era lo suficientemente bella a la vista de él. No se creyó suficiente. Declinó la oferta bajando su brazo y entrelazando las manos sobre su regazo entonces sesshumaru la tomó del mentón y la obligó a verle directamente a los ojos.

El cuerpo femenino se erizó completamente ante el contacto cálido de aquellos suaves dedos. Se humedeció los labios, gesto que no pasó desapercibido para el demonio, quien le veía como si estuviera pensando su segundo movimiento.

Ahome levantó su mano y tomó la del demonio. Sesshumaru miró la unión. Ahí donde los largos dedos femeninos acariciaban su piel pálida. Frunció el ceño al percibir una ligera corriente recorrerle el brazo para terminar en su corazón. El órgano comenzó a alterarse dentro de su pecho.

Si, todo era tal cual lo suponía. La tonta humana no le era indiferente y la bestia lo sabía. Era por ello que parecía danzar en su interior. Era un maldito traicionero. Ahome tembló en cuanto la mano masculina se asió a su muñeca. Creyendo que iba a lastimarle quiso soltarse más él no se lo permitió. Todo lo contrario, jaló de esta y su rostro enrojecido fue a impactar directamente en el duro pecho del demonio.

— ¿Lo sientes humana? — habló sereno.

Por unos momentos se sintió confundida con la pregunta pero supo pues a qué se refería. Oía perfectamente el latir desbocado del corazón de Sesshumaru.

— ¿Por qué? — preguntó bajito. Pero la respuesta no llegó del modo que ella quería.

Sesshumaru la cogió de la cintura y la obligó a ponerse en pie. Alejó los mechones negros que cubrían una parte de su rostro para después tocar con su dedo índice la punta de su nariz respingada.

— Averígualo — le dijo para después marcharse.

Las piernas femeninas flaquearon. Se sentó en el borde del colchón. A su cerebro le era imposible procesar lo que había ocurrido segundos antes. ¿Acaso Sesshumaru..? No, eso no puede ser posible. Seguramente todo se lo imaginó producto de la desesperación que sentía por huir.

¿Qué tenía que averiguar?

El demonio voló lejos del palacio. Necesitaba pensar. La soledad era su mejor compañía. Llegó al lugar, su favorito, y se sentó en la enorme roca junto al lago.

The roar of the beast (TERMINADO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora