Colapso

927 112 15
                                    


En ese momento Ahome se sintió tan humillada que no pudo seguir conteniendo las lágrimas.

Sesshumaru, preso de la furia que recorría todo su cuerpo la había tomado bruscamente de uno de sus brazos y sin importarle la desnudez de la humana, la lanzó fuera de su habitación cerrando la puerta sobre sus narices.

¿Qué había hecho mal? "No fuí suficiente" se repitió una y otra vez mientras luchaba para ponerse en pie y recoger los pedazos de su dignidad.

A eso que había ocurrido en la habitación ni siquiera podía ponerle nombre. Sesshumaru la había tratado como un maldito trozo de carne.

Como un maldito recipiente de desahogo.

Acaso para ambos hermanos significaba la mierda misma. Ignoró el rumbo de sus pensamientos y aprovechó la soledad del pasillo para correr.

Corrió tan rápido, tan decidida a tomar su libertad. Después de todo ya había dado más de lo que debía ofrecer.

Así desnuda abandonó el palacio y se adentró al espeso y peligroso bosque.

No se detuvo a pensar en el porqué no habían guardias en las puertas. Solo quería llegar hasta el lugar en donde se encontraba el pozo, saltar y nunca más regresar a esa maldita época.

Aunque no era consciente de la hora, había corrido tanto que sus pies ya no podían más. Sus piernas imploraban por un descanso que su cerebro no quería darles.

Sucia, cubierta de lodo. Con el cabello revuelto y con algunas hojas secas en el siguió caminando.

Era consciente de que se había perdido. No sabía sí ya había abandonado las tierras del demonio o seguía en sus dominios.

Algunas ramas secas rasgaron la piel de sus brazos y piernas. Su estómago se contraía violentamente. Sus pulmones podrían colapsar si no se detenía a descansar.

Exhausta, deseosa aunque solo fuese de una gota de agua, se dejó caer en las raíces de un frondoso árbol.

La luna brillaba en todo su esplendor.

Sola, con el corazón hecho jirones, se echó a llorar. Desahogó con gritos, con maldiciones, con ofensas hacia ese ser, todo el dolor que le carcomía hasta el alma.

El odio que sentía era tan fuerte, tan fuerte como los malditos sentimientos que punzaban en su pecho. 

Lloró hasta que se sintió seca. Hasta que ya no pudo más. Sus ojos rojos e hinchados se fueron cerrando poco a poco. Su cabeza caía abruptamente hacia abajo pero a los segundos la levantaba.

No se quería dormir. No así.

Tomó algunas hojas secas del suelo y las usó como un manto para cubrir sus partes íntimas y sus pechos. Estiró un poco sus piernas. Permaneció observando la escasa claridad del bosque hasta que se durmió.

En su inconsciencia sintió algo tibio sobre su cuerpo. Unos fuertes brazos la alzaron.

Reconoció aquella esencia casi al instante. No supo si sentirse agradecida porque la había encontrado o echarse a llorar por lo deplorable que, muy seguramente, se veía en ese momento.

Gimió bajito, sin el valor suficiente para abrir los ojos.

Al cabo de unas cuantas horas, Inuyasha la depositó suavemente sobre un viejo futón.

Sango se acercó a ella asustada y a la vez confundida por el extraño aspecto de la chica.

El híbrido les dió un momento a solas. Ahome requería de un buen baño, así que dejó las interrogantes para después sin embargo algunas preguntas ya tenían respuesta pero ¿Por qué su esencia se olía mezclada a la de él? Imposible, eso no podría ser cierto.

Con tantos pensamientos aglutinados en su mente, dió un salto para sentarse en la rama de un alto árbol.

En la casita que los aldeanos habían puesto a la disposición del grupo, solo se encontraba Ahome y Sango ya que el pequeño Shippo decidió a último minuto acompañar al monje quien iría en busca de alimentos y de algunas frutas.

Inuyasha suspiró profundamente. Todo parecía ser un mal sueño...una jodida pesadilla.

Mes y unos cuantos días desaparecida para después aparecer en medio del bosque, completamente desnuda y apestando a la bestia ¿Violarla? Eso era estúpido si tan solo creía que Sesshumaru podría hacerle eso a una humana

¡Santo joder!

La cabeza le iba a explotar con tantos pensamientos.

Sango vertió un poco de agua de un cántaro en una olla pequeña. Introdujo un paño limpio y con el limpió lentamente el cuerpo magullado de Ahome.

Su rodilla derecha tenía un pequeño raspón así como aruños en brazos y piernas. Su apariencia tan deplorable encogió el corazón de la exterminadora.

Cuando terminó de asearla la cubrió con un viejo traje de sacerdotisa y le ató el cabello en una coleta baja con un listón rojo.

En cuanto Inuyasha entró y le miró, un nudo se formó en su garganta y sus tripas se estrujaron. Le recordó tanto a la mujer que huía de su lado solo por no tener el suficiente valor para decidir.

Sin embargo, al parecer el propio destino jugó sus cartas. Ahora y aunque no lo quisiera aceptar Ahome le pertenecía a alguien más.

Ahome se limitó a guardar silencio. Se había refugiado en un rincón.

Flexionó sus piernas y escondió su rostro entre sus rodillas. Ambas manos reposaban sobre su extensa melena azabache.

Se sentía extraña.

Cambiaba de ánimos con tanta facilidad que le asustaba. En momentos se sumía en una extraña tristeza y desesperación y, en otros sentía una furia recorrerle las venas.

Pero lo que Ahome no sabía es que esa marca que llevaba en su cuello era la prueba irrefutable de que ya no se pertenecía así misma y que todo lo que su interior sentía eran los sentimientos, las emociones de alguien más.

Hecho una furia volcó el escritorio. Se sentía desesperado por mandar a la mierda aquella unión que él no deseó, que él no provocó.

En sus pensamientos simplemente quería poseerla. El dolor tan profundo que atenazaba su pecho lo traía loco.

La chica estaba sufriendo por su desprecio pero ¡Santo kamisama! Él era el lord.

No podía simplemente caer a los pies de una patética humana así porque si y lo que más le jodia es que si.

Sí había caído.

The roar of the beast (TERMINADO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora