En caos

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La bestia gruñó molesta. Sesshumaru le mantenía lejos de la humana. Se sentía tan enfurecido con el terco demonio que si tan solo se pudiera liberar lo mataría. Lo haría pedazos aunque él también muriera.

Sesshumaru se mantenía la mayor parte del tiempo encerrado en el estudio de su palacio. Su temperamento era impredecible hasta para él mismo. El pobre Jaken había sufrido una de sus tantas rabietas.

La conexión que involuntariamente había creado con la humana le enfurecía al grado de ir a buscarla únicamente para matarla.

Mientras él se la pasaba encerrado entre los impenetrables muros, Ahome poco a poco aprendía a sobrellevar la situación.

Tres meses habían transcurrido desde entonces y aunque no había dicho palabra alguna sobre lo sucedido Inuyasha lo sabía todo.

Él híbrido sabía que jamás volvería a ponerle un dedo encima si quería seguir viviendo.

De Kikyo no supo nada más desde que le obligó a que tomara una decisión y si no la buscaba no era porque no estuviese seguro de lo que sentía, de sus sentimientos. Inuyasha pensaba que Ahome, de alguna forma lo necesitaba.

Mientras las humanas se daban un baño reparador Miroku recogía algunas ramas secas en compañía de Shippo. Kirara reposaba al lado del híbrido.

Este pensaba en cómo las cosas habían cambiado tanto. Aún no podía creer cómo sesshumaru había deseado marcar a Ahome. Ese vínculo no solo significaba una unión emocionalmente.

No solo se trataba de compartir sensaciones sino que también sentimientos ¿Sería posible de que Sesshumaru amara a Ahome. Santo cielo. La cabeza se le hacía un espiral de pensamientos.

Ahome se había mostrado recia en cuanto él intentaba conversar con ella. No le huía ni tampoco intentaba poner barreras entre ambos pero el híbrido no era tonto.

Las reacciones de la chica para con él se debían a aquellas restricciones que la marca ocasionó entre ambos.

Cuando un macho reclamaba a su hembra nadie, ningún otro que tuviese sus cinco sentidos funcionando perfectamente se acercaría a ella sin embargo Inuyasha lo hacía más que todo por la amistad que los había unido por años.

Pero claro estaba que Ahome ya ni siquiera lo tomaba como un amigo. Ya no confiaba en él. Ya no le confesaba sus más grandes temores.

Su corazón le dolió al darse cuenta que la había perdido en todos los sentidos. Suspiró con profunda tristeza. Añoraba aquellos tiempos de antaño en donde solo era ella y él.

Ambos unidos en un solo.

Pues bien dicen por ahí que nada es para siempre y si ese final había llegado tan de repente fue porque así él mismo lo permitió. Así mismo él lo quiso. Él era el único culpable de todo lo que le ocurría a la chica del futuro.

Ahora se encontraba unida a un demonio. A un ser déspota. A alguien que ni siquiera sabía si le quería o simplemente deseaba arrancarle la cabeza de un solo tajo. Todo era jodidamente tan complejo. Inuyasha ya no quería seguir pensando en ello.

Las chicas salieron del agua y secaron sus cuerpos. Sango fue la primera en vestirse. Mientras lo hacía de reojo observaba a Ahome quien sumergida en sus pensamientos seguía pasando la toalla lentamente por su piel ya seca.

La castaña suspiró profundamente. Extrañaba a la Ahome de antes. A esa chiquilla valiente, risueña. La que siempre creía que todo tenía solución y luchaba hasta el cansancio por los suyos. Odiaba a Inuyasha. Todo había sido su culpa.

Se acercó a ella y con cuidado posó una de sus frías manos en el hombro de Ahome. Ella reaccionó al instante y se esforzó en fingir una sonrisa.

— Ya no puedes seguir así — le dijo con tono suave. Ahome asintió mirando hacia el cielo azul y despejado.

— Quiero continuar. Quiero pero siento que no tengo las fuerzas — confesó con los ojos llenos de lágrimas.

Sango le tomó ambas manos y la instó a que se sentaran sobre unas rocas que habían a la orilla del lago.

— No sé cómo pasó pero deberías buscar las respuestas.

— Sesshumaru podría matarme.

Sango negó. La joven exterminadora no entendía sobre la unión entre demonios pero sí comprendía que la marca era un símbolo de lo que existía entre ambos.

Y si Sesshumaru la había marcado como suya, eso significaba que no podría hacerle daño porque ¿No sería como hacercelo a él mismo?

Vaya que todo era realmente complicado de entender.

Todos conocían al demonio. Sabían de lo que era capaz con tan solo un movimiento de su mano. Le temian.

El cuerpo de Ahome comenzó a palpitar. Su corazón latía desbocado y su respiración se volvió irregular. Segundos después él se dejó ver.

Sango abrió sus ojos negros como platos y se levantó rápidamente de la piedra. Aún con el temor que la presencia del demonio infundia no la dejaría sola. Ahome mantenía su vista fija en el agua cristalina.

— Humana — le llamó el demonio.

Ahome crujió los dientes. La había hecho suya, la había marcado en contra de su voluntad como si fuese un maldito objeto y ni siquiera se dignaba a llamarla por su nombre.

Sango se sintió un estorbo. Lentamente se fue alejando. Sería mejor si alertaba a los demás.

Sesshumaru mantuvo su fría mirada clavada en la frágil Ahome. Su cuerpo entero temblaba. Temblaba por la furia que poco a poco se adueñaba de cada célula, de cada partícula.

— Me llamo Ahome — contestó recia.

El ceño del demonio se frunció levemente. Él no era como Inuyasha, quien de alguna forma se expresaba, ya sea con hechos o con estúpidas palabras.

Sesshumaru no tenía ni idea de cómo iniciar una conversación con la humana. Jamás le importó aquello. Cuando él quería cohabitar con una hembra la poseía sin preámbulo. 

Pero Ahome no era una demonesa. Era una humana; una débil y patética humana. Lo que él se negaba a aceptar es que ella le pertenecía.

Era su otra mitad. Lo era porque así lo había querido Yako y ahora no existía nada ni nadie que pudiera romper ese vínculo.

A menos que...

The roar of the beast (TERMINADO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora