Terry bostezaba pensando en la cantidad de trabajo que lo esperaba al día siguiente.
—Sí, es tarde, ¿verdad? —dijo Paty , mirando con sorpresa su reloj—. Voy a buscar a Clean y... ¿dónde está?
Paty estaba buscando al gato debajo del sofá y de las butacas, pero el animal parecía haberse esfumado.
—No puede haber salido del apartamento —dijo Terry —. Ya aparecerá.
En ese momento oyeron un ruido en la habitación de Cande y Paty .
—¡Oh, no! —exclamó ésta corriendo hacia la habitación. Terry y Cande corrieron tras ella y, al entrar, Cande lanzó un grito y Terry se tapó la cara con las manos.
Clean estaba sobre el vestido nuevo de Cande y lo había destrozado con sus uñas.
—¡Clean! Cande, no sabes cómo lo siento. ¿Cómo he podido no darme cuenta?
—Es culpa mía —dijo Terry —. Debería haber cerrado la puerta. ¡Debería haber pensado que ese maldito animal...!
—¡No le grites! —dijo Cande—. Lo vas a asustar.
—¿Qué? —exclamó Terry, sin dar crédito a sus oídos.
Cande lo ignoró y tomó al gato en brazos, cariñosamente.
—Pobrecito. ¿Por qué has hecho eso?
—Es viejo —explicó Paty, como si tampoco pudiera creer lo que estaba viendo—. Y se pone muy nervioso cuando está en una casa extraña. Debería haber estado pendiente de él.
—Si le damos un poco de leche calentita a lo mejor se pone bueno —decía Cande, acariciando a Clean.
—Pero tu vestido... lo ha destrozado —dijo Paty .
—Qué se le va a hacer —suspiró Cande—. Debería haberlo colgado en el armario.
—Te compraré un vestido nuevo —dijo Paty —. Al fin y al cabo, es mi gato.
—Yo compraré otro vestido —protestó Terry —. He sido yo quien ha dejado la puerta abierta.
—Ya hablaremos de eso más tarde —intervino Cande, acariciando al gato, que ronroneaba como un cachorro—. Ahora vamos a darle un poquito de leche a Clean para que se ponga bien —añadió, dirigiéndose a la cocina.
—No vuelvas a hablar mal de esa criatura tan dulce —susurró Paty cuando ella no podía oírla.
—Ahora recuerdo que le encantaban los animales —dijo Terry.
—No sé dónde vamos a encontrar un vestido como ese.
—Yo tampoco. Era un modelo exclusivo —asintió él. Cande no parecía preocupada por su vestido y lo único que parecía importarle era la barriguita del gato. En ese momento, Terry recordó que la gente solía decirle lo dulce que era esa pequeña pecosa. Dulce con todo el mundo, menos con él, claro.
Paty se había ido a la cocina con ella, dejando solos a Terry y Antony.
—Esto es el final —decía Terry —. Cande se ha vuelto loca por esa bola de pulgas y ahora Paty le dará la razón en todo.
—No es tu día, ¿verdad? —sonrió Antony.
Al final, la situación volvió a la normalidad.
Clean estaba en su cesta y Terry tenía que volver a intentar que todo el mundo se fuera a la cama.
—Aún no —suplicó Cande—. No me apetece irme a la cama, me apetece... —había empezado a decir. En ese momento, el teléfono empezó a sonar—¿Dígame? —preguntó alegremente, sin darle tiempo a Terry a contestar.
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CANDELA
RandomTerry Grandchester no podía creérselo. La pizpireta y pecosa adolescente que no lo había causado más que quebraderos de cabeza, llegando incluso a arruinar su vida amorosa, había vuelto a aparecer en su vida y él se veía obligado a cuidar de ella. P...