CAPITULO XII

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Terry durmió mal y por fin se levantó de la cama, agotado. Antony estaba en la cocina, preparando unas tostadas.

—¿Quieres una? —preguntó su amigo, alegremente.

—Sí.

—Hay correo para ti.

Terry estudió los sobres. La mayoría de ellos contenía facturas, pero había uno de color azul pálido, con la letra de Susana. Terry siempre había sentido alegría al recibir una carta de ella, pero aquel día no sentía nada.

Tardó un momento en entender lo que estaba leyendo y tuvo que leer la frase tres veces para creer lo que veían sus ojos:

Me rompía el corazón ver lo enamorada que estabas de Terry durante aquellos años...

Terry se restregó los ojos y volvió a leer el encabezamiento de la carta: Querida Cande, decía.

Perplejo, le dio la vuelta al sobre. Su nombre estaba escrito en él, de modo que Susana debía haberles escrito a los dos y se había equivocado al guardar las cartas en los sobres. Sabía que no debería seguir leyendo, pero también sabía que no podía evitarlo.

Querida Cande:

Parece que han pasado años desde la última vez que me escribiste y espero que sea porque estás demasiado ocupada enamorando a Terry.

Me parece que estás siendo muy inteligente para haber llegado dónde estás sin que él haya sospechado nada. Pero, claro, Terry siempre ha sido un poco cándido en lo que se refiere a las cosas del amor. Muy inteligente con los números, pero emocionalmente ciego. Si no fuera así, se habría dado cuenta de que estabas loca por él cuando tenías dieciséis años. Aunque, como te pasabas la vida volviéndolo loco, supongo que no podemos culparlo.

Me rompía el corazón ver lo enamorada que estabas de Terry durante aquellos años. Pero cuando volviste de Australia, el patito feo se había convertido en un cisne y estoy segura de que Terry se va a volver loco por ti cuando te vea.

Admito que tenía mis dudas cuando me sugeriste que le pidiera a Terry que cuidara de ti en Londres porque, francamente, esperaba que te hubieras olvidado de él. También confiaba en que, cuando volvieras a verlo, te darías cuenta de que estabas enamorada de un sueño. Pero veo que sigues tan loca por él como siempre.

Por ahora, lo estás haciendo muy bien. Hacer que te llevara a la casita de la playa ha sido muy buena idea (la pobre Paty siempre ha sido encantadora), aunque no me parece bien que le hayas mentido sobre Neal.

Por cierto, el pobre de Neal vino por aquí hace un par de días. Parece un chico estupendo y me contó su teoría de que estabas enamorada de alguien desde hacía mucho tiempo, así que le dije quién era. El pobre se quedó helado. Pero le dije que no se preocupara, que Terry tampoco lo sabía.

Llámame pronto y cuéntame cómo estás. Estoy deseando ser la dama de honor en tu boda. Sólo espero que Terry no vuelva a hacerte daño.

Lentamente, Terry dejó la carta sobre la mesa, sintiendo como si se hubiera quedado sin aire. Era una conspiración y él era la víctima. Todo lo que Cande había hecho desde que llegó a Londres había tenido un solo objetivo: ponerle un anillo en la nariz para llevarlo al altar, mientras Susana y Paty actuaban como damas de honor.

Qué rápidamente se había sentido atraído hacia ella, cuánta ternura había sentido, qué encantadora había sido Cande. Y él lo había creído todo. De repente, se sintió tan furioso que no podía disimularlo.

—¿Qué te pasa? —preguntó Antony.

—Es una conspiración —explicó Terry—. Cande me ha puesto una trampa.

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