CAPÍTULO XI

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¡¡¡ADVERTENCIA!!! 

Este capítulo contiene lemon muy fuerte... asi que estan advertidos 


Cande levantó la mirada y se pasó la mano apresurada por el rostro para apartar sus lágrimas.

—Hola, Terry —sonrió—. No te he oído entrar.

—Hola —dijo él, acercándose con dos copas de vino y sentándose a su lado.

—¿Qué tal con la camarera?

—¿Quién? Ah, la camarera. Tenía un marido que era cinturón negro de karate, así que me lo pensé mejor —sonrió él—. La verdad es que no pensaba hablar con ninguna camarera. Me he pasado la noche haciendo números.

—Pobre Terry. Deberías haberte quedado con nosotros.

—¿Cómo se lo ha tomado Neal?

—Bien. Es un chico muy bueno.

—Es que está enamorado de ti. Cree que todo lo que haces es perfecto.

—Exactamente al contrario que tú, ¿no? Tú crees que todo lo que hago es un crimen y no me perdonas ni una.

—Bueno, eso era antes. Ahora entiendo muchas cosas.

—¿Qué es lo que entiendes? —preguntó ella, intentando encontrar su voz.

—Me he dado cuenta de que no eres feliz y ahora sé por qué. Deberías habérmelo contado, Cande. Me duele que no lo hayas hecho. Que no confíes en mí.

—¿Qué... qué es lo que sabes? —preguntó ella, moviendo los troncos.

—Neal me ha contado algo, pero el resto lo he imaginado yo mismo. De repente, todo tiene sentido. ¿Cómo he podido vivir todas estas semanas contigo sin darme cuenta de lo que estaba pasando? Cande, deberías habérmelo contado.

Cande lo miraba como si no creyera lo que estaba oyendo.

—¿Hubieras querido que te lo dijera? —susurró ella.

—Claro que sí. Creí que confiabas en mí.

—No es algo fácil de decir. No para mí.

—Lo sé —dijo él, acariciando su pelo—. Nunca es fácil hablar de las cosas que uno lleva en el corazón, pero a veces hay que encontrar valor.

Ella volvió la cabeza para rozar su mejilla contra su mano. Era tan preciosa como una flor y Terry hubiera deseado besarla, pero se obligó a sí mismo a no hacerlo. Cande necesitaba amistad, no la clase de pasión que él deseaba en aquel momento.

—No sabía qué dirías —susurró ella—. Me daba vergüenza contártelo.

—Soy tu amigo. Puedes contármelo todo, Cande.

—Oh, Terry...

Cande levantó la cabeza y él vio que sus ojos brillaban. ¿Cómo podían brillar por aquel cerdo que la maltrataba?, pensaba con una punzada de celos.

—Quiero saberlo todo sobre ese hombre.

—¿Qué?

—El hombre al que conociste en Australia y no has podido olvidar. A Neal le hablaste de él.

De repente, los ojos de Cande habían dejado de brillar.

—Tú has dicho que te has imaginado el resto.

—Bueno, supongo que lo conociste en Australia y viniste a Londres para olvidarte de él. Pobre Cande.

Un escalofrío la recorrió entera y tuvo que cubrirse los ojos.

CANDELADonde viven las historias. Descúbrelo ahora