CAPÍTULO VII

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Dos días más tarde, Terry conducía de vuelta a su apartamento y, mientras aparcaba, escuchó en el garaje voces femeninas. Una de ella le resultaba muy familiar...

—¡Cande!

—Hola, Terry —dijo ella, corriendo para abrazarlo.

— ¿Qué estás haciendo aquí?

—Ahora vivo aquí. Elisa y sus amigas tenían una habitación libre.

Terry sentía como si se hubiera quedado sin aire. Aquello no podía estar pasando.

—Sube conmigo. Tenemos que hablar.

—No puedo. Elisa va a llevarme al trabajo.

—¿Y quién irá a buscarte?

—Antony, por supuesto. ¿A que es estupendo?

—No puedes vivir en ese apartamento, Cande. Esas chicas llevan una vida que no... Por favor, sé razonable. Vuelve al albergue.

—Lamento desilusionarte. Pero me temo que no me aceptarían —dijo Cande con tristeza—Aunque tampoco quisiera volver a ese lugar donde me votaste. Además me echaron por comportamiento «impúdico e indecoroso».

—¿Qué?

—Por tener hombres en mi habitación a las cuatro de la mañana —explicó ella, con un suspiro de constricción que no lo engañó ni por un segundo.

—¿Hombres? ¿En plural?

—Bueno, en realidad, sólo era Antony. Pero, como dijo la señora Grey, una manzana podrida echa a perder a todas las demás. Luego fue muy amable, me dejó quedarme hasta las siete de la mañana para que se me pasaran los efectos de la orgía de alcohol.

—¿Pero qué estás diciendo? —exclamó Terry, aterrado.

—La señora Grey dijo que había alcohol por todas partes —siguió ella.

Terry la miraba, sin dar crédito.

—Candy, tenemos que irnos —intervino Elisa.

—¿Candy?—cuestionó el castaño porque sabía que no le gustaba que la llamaran por ese diminutivo. Ella se encogió de hombros.

—¡Voy! Adiós, Terry. Ya nos veremos... algún día—se despidió ella alegremente.

Antony estaba en casa, estirado en el sofá, mirando hacia el techo.

—Sólo dime una cosa —empezó a decir Terry con una voz cargada de tensión—. ¿Estabas en la habitación de Cande a las cuatro de la mañana?

—Pues sí —contestó Antony de lo más tranquilo.

—¿Haciendo qué? —preguntó, furioso.

—Escuchándola.

—¿No esperarás que te crea?

—Pues piensa lo que quieras. Cande necesitaba hablar con alguien y tenía que salir de esa prisión.

—Gracias a ti —siguió diciendo Terry con los dientes apretados— la han echado por ser una mala influencia para las otras chicas.

—Lo sé —rió Antony—. A mí me parece divertidísimo.

—Claro, ya me imagino. ¿Y qué es todo eso de una orgía?

—Una botella de champán, en realidad —explicó Tony—. De las que tú conoces —añadió, provocativamente.

—Supongo que lo pasasteis bien riéndoos de mí.

CANDELADonde viven las historias. Descúbrelo ahora