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Alfonso dejó a Anahí de vuelta en el hospital, entraron juntos hasta recepción y, cuando se fue a despedir, Alfonso acercó a Anahí hasta él, pegándola completamente a su cuerpo, y besó su boca con pasión. Cuando se separaron, Anahí estaba totalmente desubicada, pero Alfonso solo sonrió y acarició su mejilla.

— En un rato vuelvo.

A Anahí le costó procesar la información y cuando por fin reaccionó, Alfonso ya se había ido. Acarició sus labios suavemente, sintiendo todavía el calor de los de Alfonso y, con una tonta sonrisa, giró y se dirigió a la habitación de su tío.

Alfonso condujo rápido entre las calles de la ciudad, su madre lo había vuelto a llamar para reunirse con él esa misma tarde. Seguramente para que le explicase qué hacía con Anahí de nuevo. Cuando entró en la casa de su madre, vio que todo estaba impecable, como siempre. A su madre no le gustaba el desorden ni la suciedad, ni en su casa, ni en las personas. Por eso Anahí no encajaba con lo que su madre definía como una mujer cualificada para él, pero, justamente era eso lo que más le gustaba de Anahí. Lo que le había vuelto loco por ella hace años. Siempre era espontánea y divertida, no le importaba mancharse un traje por muy caro que fuese, ella simplemente se reía y después bromeaba sobre el tema, no le gustaba tener la casa en completo orden porque decía que la casa perdía vida si no existía un poco de caos dentro del orden, siempre estaba alegre, cantaba y tarareaba por los rincones sin darse cuenta... todo iba bien hasta que comenzaron a distanciarse. Alfonso agitó su cabeza, despejando todos esos pensamientos, esta vez sería diferente. Tendría más tiempo para estar con ella, y le sería imposible tener otro amante porque se encargaría de dejarla agotada mientras él no estuviese con ella, y suplicando por él cuando volviese. Su madre apareció sonriente unos segundos más tarde.

— Alfonso, cariño —sonrió su madre y miró detrás de él— ¿no traes a Anahí?
— ¿Debería?
— No sabía si seguirías con ella.
— La dejé hace un rato en el hospital —su madre lo miró curiosa— su tío está enfermo.
— Oh, cuanto lo siento —dijo con fingida pena—. Bueno, y qué habéis hablado —le indicó que se sentase— ahora traerán café.
— Vamos a volver a intentarlo.

Soltó Alfonso, dejando a su madre estática en el sitio.

— ¿Cómo a intentarlo? Alfonso esa... persona —se contuvo para no insultarla— te destrozó, tenía miles de amantes delante de tus narices.
— Me encargaré de que no vuelva a ocurrir.
— Te has vuelto a acostar con ella ¿verdad?
— Mamá, es mi vida.
— Respóndeme.
— Si ¿y? Seguimos casados, así que no hicimos nada malo, y aún así, es mi vida, y ya soy grande para tomar mis propias decisiones.
— Si, pero esa mujer no te conviene, solo mira por su propio interés. Siempre lo ha hecho, la colmaste de regalos y afecto y te lo pagó yéndose con otros.
— Deja el tema —la miró serio.
— Supongo que tendréis que venir a almorzar. Y trae a Lola, ¡hace meses que no la veo!

Alfonso sonrió, a su madre le encantaba Lola. La malcriaba y mimaba tanto o más que él, aunque nunca le había dicho que la perrita era para Anahí, porque entonces seguramente intentaría aborrecerla. Continuaron hablando durante un rato más de otros temas y antes de irse, quedaron en volver para almorzar en unos días.

Anahí pasó la tarde junto a Ricardo, se puso feliz cuando le contó la oportunidad que Alfonso y ella iban a dar a su matrimonio, parecía satisfecho con el resultado.

— Sois el uno para el otro —dijo con una sonrisa.
— ¿Te recuerdo lo que me hizo? —lo miró seria— no quiero sufrir más Ricky... y él tiene el poder de destruirme.
— No lo hará, pequeña —cubrió sus manos con las suyas— te quiere.
— Me desea —corrigió ella, dejándose caer a su lado— es muy diferente. Cuando se canse de mi, volverá con sus amantes, como hace años.

Comenzando de nuevoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora