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Alfonso salió al jardín. Necesitaba despejarse. No podía pensar con claridad desde ayer. Anahí quería el divorcio a toda costa, y desde que todo salió a la luz, había estado más esquiva que nunca. Durmieron en la misma cama, pero Anahí no entró en la habitación hasta altas horas de la noche, y, cuando se tumbó a su lado, no dejó que la abrazase como otras noches. Se llevó la taza llena de café a la boca y dio un gran sorbo.

— Buenos días, Alfonso —sonrió Ricardo mientras Fernando empujaba su silla hasta llegar a su lado.
— Buenos días Ricardo. Fernando —se saludaron con la cabeza.
— Voy a avisar para que preparen tu desayuno —anunció Fernando después de unos segundos en silencio.
— Alfonso...
— Ricardo... —empezaron ambos a la vez, pero Alfonso le indicó que empezase.
— ¿Cómo va el tema con Anahí? Ayer se fue de mi habitación muy tarde y eso no es bueno para... —de repente se quedó callado, Ricardo sabía algo más que él no.
— ¿Para?
— Para que habléis y ella piense bien las cosas... eso es todo.
— No sé como hacer que se olvide del divorcio —le confesó— llevamos un mes maravilloso, el pasado se ha aclarado, pero ella sigue queriendo apartarse de mi.
— Ya te dije una vez que sufre mucho.
— Siempre me lo dices —reafirmó.

En ese momento Lola comenzó a ladrar como nunca lo había hecho, Alfonso giró la cabeza, en busca de su perrita, y la encontró corriendo escaleras abajo, directo hacia él. Alfonso la miró extrañado, nunca se había comportado así. Ricardo fue a decir algo, pero Lola empezó a morder el bajo del pantalón de Alfonso, frenéticamente, como queriendo que se moviese.

— ¡Lola! —la regañó, pero ella no paró, cambio de pierna, rodeó a su dueño, después a Ricardo— Lola qué pasa... —se alejó un poco de ellos, como entrando en la casa, y volvió a tirar del pantalón de Alfonso.
— Creo que quiere que vayas con ella...
— Está bien Lola, vamos... —suspiró Alfonso finalmente, entrando en casa para seguir a Lola.

Lola subió frenética las escaleras, sin apenas esperar a Alfonso. Había vuelvo a ladrar fuerte, parecía nerviosa y, a medida que se acercaba a ella, Alfonso se ponía nervioso. ¿Dónde le estaría llevando? Y porque Anahí no había salido a callar los ladridos de Lola, si se había encariñado con ella desde el primer día y eran inseparables. De repente lo entendió todo, le estaba llevando hasta Anahí. Le había pasado algo. Su corazón empezó a acelerarse, mientras apremiaba el paso para llegar antes al destino. Lola se metió en su cuarto, y después en el cuarto de baño, y ahí la encontró. El grifo de la bañera estaba abierto, el agua corría y corría, y la bañera estaba casi a rebosar. Al lado había un cuerpo semidesnudo, Anahí, y había una mancha enorme de sangre, cerca de su cabeza.

Lola había dejado de ladrar y estaba pegada a la cara de Anahí, sollozando para que la hiciese caso, pero ella estaba con los ojos cerrados e inerte en el suelo. Alfonso sintió como el color desaparecía de su cara, y de su cuerpo. Corrió a cerrar el grifo y después se dejó caer cerca del cuerpo de Anahí. No quiso moverla mucho, pero sabía que se había dado un golpe en la cabeza. Sacó el teléfono de su bolsillo y lleno a emergencias.

— Vamos Anahí... reacciona... no puedes hacerme esto.

Fernando llegó al cuarto de baño minutos después, tan pronto como Alfonso llamó a uno de sus empleados para que lo avisase y estuviese pendiente de la llegada de la ambulancia.

— Los golpes en la cabeza son muy escandalosos Alfonso, no te preocupes —intentó tranquilizarlo— la ambulancia está en camino. No debes moverla.

Alfonso escuchaba su voz, pero no era capaz de distinguir ni una sola palabra. De repente, la puerta del baño se volvió a abrir del todo, dejando pasar a un equipo médico. Fernando habló con ellos, Alfonso no podía apartar la vista de Anahí. Parecía dormida, totalmente relajada, como la había dejado esa mañana en la cama. Le separaron de ella, la examinaron, la subieron en la camilla y comenzaron a sacarla de allí, aún inconsciente. Alfonso no sabía cuánto tiempo había pasado, pero cuando bajaron las escaleras simplemente anunció que iría con ellos y miró a Ricardo, asegurándole que su sobrina iba a estar bien.

Comenzando de nuevoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora