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Alfonso entró en la pequeña empresa en la que Anahí trabajaba poco antes de que ella dejase de hacerlo. Al principio había estado algo nerviosa, cuando Alfonso decía que volvería, lo hacía. Pero al ver que las horas pasaban y él no aparecía, se fue relajando. Pudo reunirse con el señor Flores y este le dijo que, a partir de la semana siguiente, podría disfrutar de su año sabático si dejaba todo perfectamente organizado para su sustituto.

— Hola, soy Javier —se presentó— voy a ser tú sustituto este año —sonrió, haciendo efecto espejo en ella.
— Espero que tengas ganas de trabajar —rió ella mientras le indicaba una silla para sentarse— sé que solo vendemos casas, pero entre las reuniones, las convenciones, los clientes indecisos y las constantes órdenes del señor Flores —rió ella— apenas vas a tener tiempo de nada.
— ¿Por eso lo dejas? —dijo asustado.
— Ni mucho menos —sonrió— solo tengo algo importante que hacer, no te preocupes. Esta semana estaré contigo en todo momento, para que te adaptes y preguntes todo lo que quieras.

Había pasado el día entero con Javier. Incluso habían ido a comer juntos y él le había preguntado miles de cosas sobre el trabajo. A Anahí le caía bien. La puerta se abrió, dejando ver a Alfonso, mientras Javier y ella reían por un chiste que él había contado. Los ojos de Alfonso se clavaron en él, desafiándolo. ¿Será el amante de Anahí? se preguntó, pero en vez de formular la pregunta en alto, pasó su mirada a Anahí, que lo miraba furiosa.

— ¿No te han enseñado a llamar antes de entrar?
— No creía que pudiese interrumpir algo.
— Siempre interrumpes Alfonso, pero eso a ti te da igual —Anahí puso una mano sobre el hombro de un confundido Javier— Javi, ¿puedes dejarnos un momento solos? No tardaré nada, tómate un café, ahora nos vemos.
— Eh... si, claro —Javier avanzó hacia la puerta, donde estaba un furioso Alfonso intentando matarle con la mirada, cuando salió, Alfonso cerró la puerta.
— Tú dirás —Anahí se había sentado en su escritorio, queriendo poner distancia entre los dos.
— ¿Es él? —preguntó serio.
— ¿Quién? —preguntó Anahí sin comprender.
— Lo sabes muy bien, tu nuevo amante.
— ¿Mi prometido? —dijo Anahí, endureciéndolo— eso a ti no te incumbe. Te lo dije ayer, Alfonso.
— Todavía eres mi mujer, no puedes salir con otros.
— Tú todavía eres mi marido y no veo que eso te haya impedido salir con otras —dijo tranquila— además, me dijiste que si te ayudaba me concederías el divorcio. Así que, llegados a este punto, no tiene sentido que me hagas esta escenita de celos.
— ¿Me vas a ayudar entonces? —dijo con la voz más grave de lo que le hubiese gustado.
— Eso depende.
— De qué —se sentó frente a ella— ya te dije que solo firmaré los papeles si me ayudas.
— Y eso me parece bien, pero... ¿quién me asegura que cumplirás tu parte? Podrías usarme para tu negocio y luego largarte sin más.
— ¿No te fías de mi palabra? —Alfonso abrió mucho los ojos, su palabra era sagrada, si decía que iba a hacer algo, cumplía.
— Digamos que bajo mi punto de vista, tu palabra deja mucho que desear...
— Entonces, qué sugieres.
— Un contrato —anunció sonriente— Yo me comprometo a ayudarte durante una semana con el negocio que necesitas y tú me entregas los papeles firmados el último día, cuando todo haya terminado.
— Está bien.
— Quiero que firmes los papeles antes de empezar con todo —sonrió viendo cómo Alfonso tensaba la mandíbula— y delante de mi. Tú podrás tenerlos contigo, donde tú quieras, pero cuando todo termine, me los entregarás —Alfonso se quedó callado, pensando, entonces ella volvió a hablar— ¿qué me dices Alfonso?
— Que vayas haciendo las maletas porque la semana que viene nos vamos de viaje, cielo.

Anahí creía haberse salido con la suya, pensó Alfonso. Pero él no tenía porque entregarle los papeles, por mucho que estuviesen o no firmados. Ella iba a seguir siendo su mujer, hasta la muerte. Así lo había dicho en los votos y así sería. Y tenía una semana para conseguirlo. Al terminar su contrato, sería ella la que suplicase por quedarse a su lado. Y él la encerraría, si fuese necesario, para que no lo volviese a engañar con nadie.

Comenzando de nuevoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora