Final

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Anahí se despertó cuando la luz comenzaba a colarse por las cortinas. Bostezó con fuerza antes de estirarse en la cama y acariciar su pequeño vientre abultado, sonrió con los ojos cerrados, ya estaba de casi cuatro meses y cada día se le notaba más y más. Salió de la cama y entró en el baño para darse una ducha, cuando salió, ya vestida y peinaba, bajó las escaleras y se encontró con su tío, desayunando. Cada vez le costaba más hacer las cosas, pero Anahí se alegraba de poder disfrutar con él.

— Cómo está muy duo favorito —sonrió Ricardo, cuando Anahí dejó un beso en su mejilla— este campeón cada día está más grande —acarició su vientre.
— No sé si es niño o niña —se rió ella.
— Bah, bobadas, va a ser niño, ya lo verás —le guiñó un ojo.

Anahí se sentó frente a su tío y lo observó en lo que le traían el desayuno. Ricardo levantó la vista y volvió a sonreírle, tenía la cara casi sin color, estaba más delgado que antes y, aunque intentaba mostrarse alegre, sus ojos se veían apagados.

— Te quiero mucho —le dijo sincera, intentando controlar sus hormonas para no llorar, lo iba a echar mucho de menos y todos los días le decía cuánto lo quería.
— Yo también pequeña —intentó respirar profundamente, pero le costaba— ¿sabes cuándo vendrá Alfonso? —ella se encogió de hombros.

Alfonso. No había vuelto a dormir con él desde que se había enterado que ella sabía lo del bebé y no sabía si decírselo o no. Había vuelto a la habitación de invitados, dejándola la principal a ella, y la mayoría de tiempo estaba fuera, trabajando y viajando. Aunque siempre que estaba en casa le preguntaba que tal ella y el bebé. Le había prohibido irse de casa y alejarlo de su hijo, no había vuelto a hablar del divorcio y se encargaba de todo lo relacionado con Ricardo, como si fuese su obligación. Anahí suspiró.

Alfonso colgó el teléfono dos segundos antes de entrar en la reunión. Cuando no estaba en casa, llamaba todos los días para que su mayordomo le contaran cómo estaban Ricardo, Anahí y el bebé. A veces llamaba más de una vez. No se atrevía a hablar con Anahí, no habían conseguido arreglar nada en estos cuatro meses y no podía hacerlo por teléfono. Pero se preocupaba por ellos, los quería, a los tres. Bueno, a Anahí la amaba, pero ella apenas le respondía cuando le preguntaba algo. Quería volver a casa y estar con ellos, pero la empresa le robaba cada vez más tiempo.

— ¿Preparado? —le preguntó Antonio cuando la reunión iba a empezar, Alfonso negó.
— ¿Qué pasa?
— Presiento que algo va a pasar... pronto.
— Anahí sólo está de cuatro meses...
— Si, pero algo va a pasar. Tengo que regresar, pronto.

Alfonso abrió la puerta de casa unas horas después, y se encontró con un silencio que lo incómodo. No era muy tarde, pero casi todas las luces estaban apagadas. Su respiración se volvió irregular, mientras se acercaba al salón, donde la luz de la chimenea era lo único que se veía. Anahí estaba medio tumbada, con la mirada fija en el fuego, tocándose la barriga sin ser verdaderamente consciente de hacerlo. Alfonso llegó hasta ella y se agachó para quedar cara a cara.

— Annie... —susurró, haciendo que saliese de sus pensamientos.
— Poncho... —susurró ella con la voz ahogada, hacía meses que no le llamaba Poncho, y eso hizo que una descarga le recorriese todo el cuerpo.
— ¿Qué pasa cariño? —su voz era cálida, llena de amor y preocupación, y Anahí sintió como sus lágrimas se derramaban sin control— shh... —Alfonso la abrazó contra él.
— Es él —susurró ella, pegada a su cuerpo— mi tío... él...
— Qué... —Alfonso sujetó su cara entre sus manos, haciendo que lo mirase fijamente.
— Se va a morir... me echaron de la habitación hace más de media hora —sollozaba—. Nadie ha salido a decirme nada. Quiero verlo, quiero estar con él...
— Tranquila, Annie, tranquila —la volvió a abrazar fuerte contra él, permitiéndose llorar— debes tranquilizarte por el bebé... yo iré a ver qué pasa ¿si?

Comenzando de nuevoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora