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La madre de Alfonso llegó diez minutos antes que su hijo. Lo hizo a propósito, y Anahí lo sabía. Sonrió fríamente llegando hasta ella y Ricardo, que ya estaba sentado en la silla de ruedas.

— Que placer volver a verte, Anahí —sonrió frente a ella— este debe ser tu tío. Ruth Herrera, la madre de Alfonso.
— Un placer señora Herrera, tiene un hijo magnífico —Anahí miró a su tío ¿magnífico?
— ¿Verdad que si? —rió Ruth— Anahí es un encanto de chica, pero me temo que nunca nos habló de usted...
— Oh, tutéame. Llegué a la vida de Anahí hace un par de años... no nos veíamos desde que ella era una enana.

Ruth siguió hablando con Ricardo unos minutos más, hasta que Fernando se lo llevó para prepararlo para cenar. Dejando a las dos mujeres solas.

— No te acomodes mucho querida —le advirtió Ruth— mi hijo se dará cuenta que esto es un tremendo error en poco tiempo.
— Es su hijo el empeñado en dar una oportunidad al matrimonio. Yo quería los papeles del divorcio firmados desde el primer momento.
— A otra con eso, Alfonso ya no te ama. Puede que te desee, pero como amante, no como esposa —a Anahí se le formó un nudo en la garganta, Ruth tenía razón — qué pasó querida ¿sin habla? —soltó una risa ahogada— en cuanto se canse de ti te echara de aquí como un perro. Puede que ahora le des lástima con tu tío, pero Alfonso te terminará echando, como hace tres años, para volver con sus amantes. Claudia, Estrella, Raquel, Úrsula... ¿quieres que siga?!
— No hace falta. Está claro.
— ¿Qué está claro? —la voz de Alfonso sonó desde el otro lado de la sala.
— Hijo —Ruth se levantó sonriente a besar y abrazar a su hijo, que no apartaba la mirada de Anahí— estaba contándole a Anahí que me muero por tener un nieto, me haría tan feliz que me hicieseis abuela...
— Mamá, por favor. Aún es pronto, estamos disfrutando —miró a Alfonso fijamente, encontrando un brillo divertido en sus ojos.

Hipócritas. Pensó Anahí. Ya solo quedaban tres semanas para terminar con todo eso y, aunque se le rompiera el corazón en mil pedazos, otra vez si era posible, no viviría en una mentira como esta. Alfonso llegó a su lado y dejó un casto beso en sus labios cuando Ricardo apareció de nuevo en escena.

— Viva el amor —sonrió.
— ¿Cómo te encuentras Ricardo? —sonrió Alfonso sin soltar la cintura de Anahí.

Se dirigieron todos al salón. Ruth hablando con Ricardo y Fernando sobre cosas triviales y Alfonso abrazando a Anahí por la cintura.

— ¿Estás bien? —susurró Alfonso a Anahí cerca de su oído.
— Maravillosa —contestó ella.
— No seas sarcástica Anahí. Te pasa algo. Lo sé.
— Como quieras —se encogió de hombros y se separó para sentarse.

La cena fue una tortura silenciosa para Anahí. Ruth la desafiaba constantemente con la mirada, recordándole quien tenía el control de la situación. Todos hablaban, incluso Fernando intervino un par de veces, pero para Anahí fue un verdadero infierno. Cuando terminaron de cenar Ricardo alegó estar cansado y Anahí se ofreció a acompañarle, no quería pasar más tiempo allí.

— Ese tal Fernando... —empezó Ruth, cuando se quedó a solas con su hijo— ¿qué sabes de él?
— ¿Por qué? —Alfonso se reclinó en su asiento, mirando fijamente a su madre— ¿qué insinúas?
— Creo que hay algo entre Anahí y él ¿has visto lo rápido que Anahí se ha ido con él?

Ruth sonrió ante el silencio de su hijo. Ya había conseguido separarles una vez, la segunda no sería tan difícil. Echó un terrón de azúcar en su taza de café y la removió, esperando a que Alfonso reaccionase.

— ¿En qué piensas hijo? —lo miró fijamente.
— Ya es tarde mamá —Alfonso se levantó— te acompañaré a la puerta.

Anahí estuvo un rato con su tío, riendo por tonterías. Fernando se había tenido que ir antes y Anahí se ofreció voluntaria a pasar un rato con él en lo que Inés llegaba para pasar la noche. La puerta se abrió y Anahí, aún riendo, empezó a hablar con Inés.

— Pasa ya —empezó riendo— te tiene que con... —siguió mientras se giraba y veía a Alfonso parado en la puerta— pensé que eras otra persona.
— ¿Fernando? Siento desilusionarte, Inés ha llegado —la dejó pasar e Inés saludó con la mano a los dos— ¿puedes venir un momento?
— Espérame arriba, ahora voy.

Anahí repitió el resumen que Fernando le ha dicho sobre la tarde de su tío y después les dio las buenas noches a los dos antes de salir a enfrentarse a Alfonso, que seguramente querría una explicación por su comportamiento.

— ¿Ya dijiste adiós a Fernando? —Anahí lo miró seria.
— Imagino que tú madre ya se fue, siento no haberme despedido bien.
— No hagas como si te importase, por favor —Anahí se encogió de hombros— ¿sabes hacer algo más que encogerte de hombros? Ya estoy cansado de eso.
— ¿Y tú sabes hacer algo que no sea pelearte conmigo? Yo también estoy cansada.
— Sé hacer algo más, y también sé que te encanta —se acercó con una sonrisa seductora y Anahí abrió mucho los ojos.
— Tú todo lo resuelves con sexo ¿verdad? —se cruzó de brazos— eres un cretino.
— Al parecer es el único sitio en el que nos entendemos —la apretó contra él y la besó con pasión.

Anahí intentó separarse, pero él la agarraba fuerte contra su cuerpo y la besaba cada vez con más pasión, haciendo que, finalmente, cediese ante el beso. Abrió la puerta con la misma rapidez con la que la cerró cuando los metió a los dos en la habitación. La arrastró hasta la cama y la desvistió con rapidez. Sabía que Anahí estaba perdiendo el control tanto como él, pero no podía remediarlo. Con el simple roce de su piel, sentía como le subía el calor por todo su cuerpo y le provocaba escalofrío. Había ido a hablar con Anahí para aclarar las cosas sobre Fernando, le despediría si era necesario. No tenía que haber contratado a ningún hombre, pero era uno de los mejores que había entrevistado. Anahí arqueó su cuerpo contra el de él, la miró fijamente a los ojos y comenzó a besar su cuello mientras se colocaba encima de ella.

— No quiero que hables con Fernando —Anahí lo miró sin entender, separándose de él.
— Pues va a ser un poco difícil. No puedes prohibirme hablar con nadie, y menos con uno de los enfermeros de mi tío.
— Lo despediré entonces —su voz era grave y dura.
— ¿En serio? Tú mismo dijiste que era de los mejores... —Alfonso no dijo nada— ¿estás celoso?
— Para nada, pero eres mi mujer.
— Lo sé, no paras de recordarlo —se levantó y se dirigió al baño— ya te puedes ir a dormir.
— Creo que voy a volver a dormir aquí, contigo. Mañana diré que traigan mis cosas.

Anahí prefirió no discutir. Estaban en su casa, en su habitación y Alfonso podría conseguir lo que quisiera en cualquier momento. Siempre se había salido con la suya. Se dio una ducha y volvió a la habitación, donde Alfonso la estaba esperando, revisando el móvil con una sonrisa, seguramente hablando con alguna de sus amantes de lo idiota que era su mujer por rendirse a sus caricias sin la menor resistencia.

— ¿Lista? —la miró de arriba a abajo y Anahí se aferró más a la toalla.
— ¿Lista para qué?
— Para dormir conmigo —dejó el móvil en la mesilla y sonrió de lado— para qué sino.
— Voy a vestirme.
— Por mi puedes dormir así, sin toalla claro.

Anahí lo miró de reojo, era imposible, pero por más que intentaba odiarlo no podía. Muy dentro suyo lo seguía amando como el primer día, incluso más. Suspiró profundamente y se puso el pijama, intentando que Alfonso no viese nada. Volvió a la cama y se tumbó en su lado. Alfonso volvió a sonreír y la atrajo hasta él.

— He dicho que dormiría contigo, contigo en mis brazos.

La abrazó fuerte contra él y Anahí sonrió en la oscuridad. Era débil, si, pero cada vez que estaba en los brazos de Alfonso, se sentía en casa. A salvo de todo y de todos. Como si nada malo pudiese pasar. Aprovecharía las semanas que le quedaban y después se iría con su tío.

— Hola —susurró Anahí con la voz ronca al abrir los ojos y encontrarse con Alfonso a su lado.
— Buenos días —le acarició la mejilla y Anahí sonrió— sigue durmiendo, yo me tengo que ir ya. Es temprano y tú tío está bien. Después de lo de anoche, tienes que descansar —Anahí se ruborizó, se habían despertado en mitad de noche y habían terminado haciendo el amor— solo quería darte un beso antes de irme.

Se acercó de nuevo a ella y la besó con intensidad, haciendo soltar un gemido a Anahí.

— No puedes besarme así y pretender que me vaya sin más Anahí...

Sonrió sobre su boca y se tumbó sobre ella, profundizando el beso. Anahí desabrochó su camisa y metió sus manos bajo la tela, acariciando su espalda. Alfonso gruñó antes de deshacerse de la ropa e introducirse en ella bruscamente. Ella ahogó un grito en la boca de Alfonso, que sonrió triunfal y comenzó a moverse con fuerza y rapidez.

Comenzando de nuevoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora