Diecinueve años atrás
Diana terminó de empacar algo de ropa, sus joyas y ropas de Casandra, guardó el bolso en el maletero de su auto y partieron. No volverían. Por fin su amante se había propuesto dejar de serlo y comenzarían una vida juntos.
Lo lamentaba por Joaquín. Era un buen hombre, pero no lo amaba como amaba a Alfonso. De todos los hombres de la familia Domínguez con los que se había involucrado, él era quien se había quedado con su corazón y, aunque estaba casado y se resistía a aceptar sus propios sentimientos, por fin había cedido.
Diana conducía con nerviosismo, viendo a la pequeña Casandra en el asiento trasero. Se había cubierto con una manta hasta la cabeza y ningún ruido hacía. Desde el golpe en la cabeza se mostraba retraída y distante. Esperaba que la nueva vida que tendrían la ayudara. Últimamente la pequeña presenciaba las recurrentes discusiones que tenía con Joaquín y eso no era bueno para los niños. Ella misma había crecido con padrastros abusivos que maltrataban a su madre y acabaron por agredirla a ella también. Huyó de casa a temprana edad y usó sus encantos para sobrevivir.
La vida era cruel, pero al menos le había tocado ser hermosa y cómo gustarle a los hombres era de lo que más sabía.
Su teléfono sonó, era Vicente.
—Tenemos que hablar, ahora —exigió, con tono enfurecido.
Ella le respondió con evasivas, pero el hombre no estaba dispuesto a ceder.
—Si no vienes ahora, le diré a Joaquín la clase de esposa que tiene y no me importará que Aurora se entere también. —Cortó.
Diana cambió de rumbo y se dirigió a la hacienda Domínguez. Vicente la esperaba en la casa de madera. El hombre constantemente la buscaba, la acechaba, pese a sus rechazos. Y ahora le exigía volver con él y dejar a Alfonso. Ella se negó y le contó de sus planes de huida, suplicando que nada dijera a Joaquín. No deseaba que se enterara de la identidad de su amante, no todavía, nunca si era posible.
Él aceptó con la condición de pasar una última vez juntos en el que había sido su escondite tanto tiempo atrás, antes de que Aurora comenzará a sospechar y ella se involucrara con Alfonso.
A esa misma hora, Alfonso discutía por teléfono con Josefina. Intentó explicarle que la dejaría, que se había hartado de su excesiva dedicación al trabajo, de su frialdad y egoísmo, pero la mujer tenía la agenda demasiado ocupada como para atenderlo. Hastiado, mas no sorprendido, empacó sus cosas sin saber que un inesperado polizón se había metido en el portamaletas. Apolo estaba seguro de que su padre se reuniría con la madre de Casandra y quiso acompañarlo, pero el hombre no se lo permitió. Apolo era apenas un niño, pero ya se había vuelto experto en desobedecer a sus padres.
Alfonso llegó al lugar acordado y esperó. Diana le había enviado un mensaje diciendo que algo había surgido y que se retrasaría. No le importó y esperó por dos horas. Ella no contestaba a las reiteradas llamadas que le hizo y, guiado por su instinto, partió a la hacienda Domínguez. Se estacionó frente a la casa principal para hablar con Antonio. Mientras tanto, el polizón se escabullía de su escondite y dirigía sus pasos hacia la casa de madera.
Oculto tras unos arbustos vio más gente allí. Estaba su madre, su tía Aurora y el tío Vicente. Parecían nerviosos, asustados y sus ropas estaban manchadas de rojo. El auto de la mamá de Casandra estaba estacionado a unos metros de allí, vacío. Buscó a la niña por los alrededores. No estaba muy seguro de lo que ocurría, pero comprendía que su padre tenía un secreto, del que eran parte la mamá de Casandra y ella misma, secretos que los adultos entendían y que, como espectador y, hasta cierto punto participante, debía proteger también.
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Los sueños de Casandra
Mystery / ThrillerCasandra tiene sueños; sueños oscuros y aterradores que no la dejan en paz. A veces cree que sueña cuando está despierta; otras sueña y no logra despertar. En el matrimonio de su prima, un espantoso crimen ocurre y la demencial escena guarda mucha...