XIV Familia feliz

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—¡Es una locura! Calíope muerta ¿Y ahora esto? —Perseo se apretaba la cabeza.

La familia se había reunido para celebrar la dicha de una boda y ahora se caía a pedazos, sin que pudiera hacer nada para evitarlo.

—Apolo siempre ha sido un hijo de puta —agregó—, pero ¡¿Hacer algo así?!

Aquiles, que compartía madre con Apolo, bajó la mirada. Aceptó las disculpas que luego le ofreció Perseo, entendía muy bien su ira. Por su parte, él no estaba molesto con su hermano. Se negaba a creer que fuera capaz de un acto tan repudiable, menos contra Casandra y su evidente fragilidad. Sin embargo, las evidencias eran incuestionables y ahora mismo había secuestrado nuevamente a su prima. Era irreal.

—Puede parecer una locura —empezó a decir Orfeo—, pero recordé una conversación que tuve con Calíope hace unos años. Eran las tres de la madrugada y ella no había llegado a casa todavía....

¿Estás despierto... Hermanito? —La joven se tambaleaba.

La pestilencia a alcohol la precedía.

—¿Cómo es posible que te expongas de esta manera? Una mujer ebria es vulnerable, si me hubieras llamado, habría ido por ti. —La sostuvo del brazo y la ayudó a avanzar.

—No fue necesario, Apolo me trajo. Además, no te hagas el bueno conmigo. Sé perfectamente que me tienes envidia porque papá me prefiere en vez de a ti.

—Pues no entiendo por qué te sigue dando dinero para que lo gastes emborrachándote. Dejaste los estudios y ni siquiera tienes un empleo.

En cambio a él, ni siquiera habían querido pagarle la universidad.

—Sólo diré que... ¡el conocimiento es poder! —Extendió los brazos y botó un costoso florero que se hizo añicos contra el suelo.

Al estruendo se sumaban sus desaforadas carcajadas. Orfeo apuró el paso o ella despertaría a todos en la casa.

—Eres un desastre. Si fueras como Casandra, no me darías tantos problemas. —La empujó sobre la cama y le quitó los zapatos.

Ella dio una risotada que a esa hora resonó en toda la casa.

—¡Casandra es una mosca muerta! ¡Ella es la peor perra de todas!... Hasta yo tengo más escrúpulos. Yo, Orfeo, jajaja.

—¿De qué hablas? —Le jaló el vestido para ponerle el pijama.

Su hermana ya era toda una mujer y seguía vistiéndola como cuando era una niña.

De que Casandra es una zorra... La vi follando con Apolo.

Orfeo casi se fue de espaldas.

¡¿Qué mierda te fumaste, Calíope?!

—Jajaja. Yo sólo digo lo que vi. Aunque no puedo culparla... Apolo está como para comérselo, jajajaj. —Todavía riendo, se metió debajo de las sábanas.

—¡Estás loca, eso es lo que pasa! El alcohol te está pudriendo el cerebro.

—Si, si, lo que digas, pero guárdame el secreto, jajaja... Quiero seguir teniendo alcohol y chofer gratis. Buenas noches.

—Al día siguiente, cuando toqué el tema, ella lo negó todo, diciendo que estaba borracha y yo le creí. Cómo... ¿Cómo algo así podía ser cierto?

Los tres jóvenes se miraron, cada uno más horrorizado que el anterior. La puerta hacia una oscura verdad parecía haberse abierto ante sus ojos y no querían asomarse a ver que más habría dentro.

Los sueños de CasandraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora