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El Orfanato Homeless Child

Las gotas de lluvia descienden por el vidrio de la ventana y el cómodo silencio reina en el auto. Suelto un pequeño suspiro, con lágrimas amenazando por salir, pero me contengo. No pienso llorar enfrente de nadie, eso sería demostrar debilidad y yo no soy débil, o eso quiero aparentar. Hemos dejado los edificios del pueblo y nos adentramos por el profundo bosque oscuro. Los árboles y los pequeños animales es lo único que puedo ver hasta que cruzando un gran roble, veo un edificio de cuatro pisos, con algunos ventanales y un aspecto algo deteriorado; pintado con un color gris intenso haciéndolo ver algo tenebroso.

—Ese será tu nuevo hogar —informa Agnes con la misma seriedad, al ver que el vehículo aparca frente al edificio.

Un escalofrío me recorre el cuerpo y un mal presentimiento. Es la primera vez que veo un orfanato, a mi parecer, pensé que no existía tal cosa en este pequeño pueblo. Nos bajamos del auto y subimos los escalones que conducen a la puerta. Una gran puerta de roble sólido está frente a mí. Agnes toca tres veces y las mismas son abiertas por una mujer.

Esperaba ver a una de esas ancianas, o monjas que normalmente cuidan en esta clase de lugares. Pero la mujer frente a mí no puede pasar los cuarenta y tantos. Luce un atuendo formal de dos piezas y su cabello rojizo suelto cae por detrás de sus hombros. Nos mira con unos ojos avellana atrayentes y sus labios estan pintados de un rojo pasión. En conclusión, la mujer no me inspira confianza, aunque es muy hermosa.

—Qué bueno volver a verla señora Lenz —saluda la mujer con una sonrisa cálida, dándonos permiso para entrar al lugar.

—Lo mismo digo —contesta seria Agnes.

Al entrar lo primero que mis ojos captan es un largo pasillo, alfombrado, en colores rojo y negro, dándole un toque tétrico al lugar.

«Esto no es lo que imaginé.»

—Vamos a mi oficina —dice la mujer pelirroja sin borrar la sonrisa.

Comenzamos a adentrarnos por el pasillo tétrico. Comienzo a analizarlo todo. Hay cuadros abstractos y otros con mujeres vestidas formalmente como la mujer pelirroja, y juro que siento como sus ojos me ven. Luego, unos pasos más tarde, se comienzan a escuchar voces diferentes y puertas aparecen; como también varias escaleras que de seguro conducen al resto de los pisos.

Varios hombres uniformados aparecen, pasan por nuestro lado, pero antes con un asentimiento de cabeza saludan a la mujer pelirroja. ¿Por qué hay hombres uniformados? Continuamos y atravesamos un enorme salón en el que hay hombres y mujeres adultos conversando, y algunas mujeres limpiando el lugar. Es amplio, tiene estantes con libros, cuadros enmarcados y algunos muebles que varios ocupan. Se puede decir que parece una sala, para ellos en específico. Al acercarnos nos dan una sonrisa y saludan a Agnes y a la mujer, pero no puedo devolverles el gesto, puesto que, sus sonrisas me parecen algo falsas, forzadas y retorcidas.

Ya deja la paranoia, Ada.

Por fin hemos llegado a una puerta y, al abrirla, nos adentramos para ver un escritorio, unos estantes con libros y otros con gabinetes que de seguro  en ellos están los registros de los huérfanos que habitan el lugar.

—Por favor, tomen asiento —nos pide la pelirroja, rodeando el escritorio y sentándose en su silla.

No sé cómo sentirme con todo, pero un mal presentimiento sigue y sigue en mí.

El Grito Silenciado. ©			Donde viven las historias. Descúbrelo ahora