|8|

70 23 36
                                        

Mariposa del pasado

La oscuridad lo envuelve todo, pero siento su aliento al impactar en mi cuello. Siento sus labios besar cada centímetro de mi piel y me da asco, asco porque no lo deseo, no quiero.

Trato de liberarme, pero es más fuerte que yo, suelto chillidos y trato de pedir ayuda. Aunque es en vano, ya que mis súplicas no están siendo escuchadas mientras siento sus manos tocar partes privadas que no debería, que él no debería estar tocando. ¿Por qué lo hace?

No deseo esto, quiero que pare, que se detenga. Quiero que no me haga más daño, por favor...

Mamá ayúdame, te lo suplico.

—Estás buenísima, mariposa...

Ada. ¡Ada Ruso!

De la nada regreso a mi realidad. Estoy sudando, mi respiración está echa un desastre por el manojo de nervios que invade cada centímetro de mi cuerpo asustado y jadeante. «¿Qué fue lo que pasó?». Pienso mientras veo a mi alrededor de forma frenética.

—Ada, ¿estás bien? —me pregunta esa voz, la voz de Ash. Fijo mi mirada y la conecto con la suya grisácea que me ve confundida—. Por favor responde.

Veo detrás de él a Rowena de pie, detrás de su escritorio sorprendida. Estoy en la oficina de Leduc al parecer, pero juro que estaba o... ¿Fue un sueño? ¿Por qué vi y sentí eso? Parecía un recuerdo...

Trato de calmar mis nervios y el temblor de mi cuerpo. Hasta ahora noto que estoy a escasos pasos de la silla en la que me senté cuando llegué a este lugar y lágrimas caen por mis mejillas que de seguro están sonrojadas.

La imagen de Ash frente a mí me tranquiliza un poco porque no estoy en esa fea oscuridad siendo tocada por esa... persona. Realmente no sé quién, pero sabía, de alguna extraña forma, quién era o reconocía en el recuerdo. Ahora trato de pensar, concentrarme en quién era y no lo sé.

Escucho los tacones de Leduc acercarse a mí.

—¿Está bien, señorita Ruso? —me pregunta con un ápice de preocupación en su tono de voz—. Joven Carpenter, busque un poco de agua para la señorita y vuelva rápido por favor.

—Ya vuelvo —acepta el chico de ojos grises, saliendo de la oficina a paso veloz.

Mi mente está bloqueada en estos instantes, no sé ni qué pensar con exactitud. Mi cuerpo, al contrario, siente miedo, pavor por lo que se proyectó ante mí. Es como si de una de alguna forma supiera, conociera este sentimiento desde antes y eso solo me confirma que es un recuerdo.

Es un maldito recuerdo.

¿Me tocaron? No. No puede ser porque yo soy virgen, yo no he perdido mi pureza. Mi primer beso lo recibí de Ash, ¿ya fui besada? Sentía besos en mi piel. ¿Qué está pasando?

Me sobresalto cuando las manos frías de la directora tocan mis brazos y me zarandea con fuerza. Me quedo atónita viéndola fijamente.

—Ada, contéstame. ¿Qué es lo que ocurre? ¿Por qué te pusiste de ese modo?

Tengo un maldito nudo en la garganta señora, ¿cómo mierda quiere que le responda? ¿Desde cuándo soy tan brusca con mis pensamientos? Yo no soy así. Dios...

La puerta se abre y me giro para ver a Ash entrar. Se ve tan...

—Aquí está el agua. ¿Ya está mejor? —le pregunta a Leduc y me ofrece el vaso con agua, el cual tomo con un poco de dificultad.

El Grito Silenciado. ©			Donde viven las historias. Descúbrelo ahora