Quedando huérfana
Las lágrimas descienden con violencia por mis mejillas, el ardor en mi cuerpo es insoportable junto al dolor en mi abdomen, mi respiración acelerada va igual o peor que mi corazón mientras forcejeo las ataduras en mis manos.
«No quiero morir, no quiero morir.»
El charco de sangre tiñe mis muslos desnudos al igual que el resto de mi cuerpo, expuesto ante el hombre encapuchado frente a mí.
«Maldito hijo de puta.»
Los gritos de mi madre son incontrolables y puedo sentir el miedo, el pánico, la desesperación que la invade al estar tomada del cabello por el hombre que la sostiene. Está llena de moretones y raspones que hacen que hilos de sangre broten con fuerza.
Su cabello castaño sedoso está hecho un desastre, y sus ojos que siempre brillan con felicidad, están opacados por el miedo, terror y súplica, mientras lágrimas salen por debajo de la venda que tapa sus ojos.
—¡SUÉLTALA! —grito con tanta desesperación que duele en mi garganta.
Me rompe en mil pedazos verla así, vulnerable y sometida al maltrato de éste maldito hombre que nos ha torturado. Mis brazos arden al ser raspados con las cadenas que los adornan, y el olor a sangre predomina en la sala.
—No sabes cuánto me he divertido... —comenta el hombre con un tono divertido, sin dejar de oler el cuello de mi madre.
—¡Aléjate de ella, maldito enfermo! —sigo gritando con tanta fuerza que el ardor en mi garganta aumenta.
—Pero no estoy satisfecho todavía —dice, dejando a mi madre con suavidad en el suelo.
Ella tiembla del terror que está experimentando, atada de brazos y pies, con un brazo dislocado y un pie fracturado a causa de esa escoria. El hombre sube un poco su careta dejando a la vista sus labios, los cuales impacta en los de mi mamá, dándole un beso lleno de furia, fuerza e incontrolable salvajismo.
—¡Déjala! ¡Por favor...! —suplico, sin dejar de intentar desatar las cadenas y poder acercarme a ella.
Sin embargo, es inútil, estoy encadenada de brazos y piernas en el suelo, al otro lado de la sala, desnuda, llena de sangre y con el miedo, la furia hirviendo en mi sistema junto con la impotencia creciente, al no poder hacer nada. El hombre le arranca la bata de dormir que llevaba puesta mi mamá, dejándola desnuda frente a él, exponiendo sus heridas.
«No, a ella no.»
—Por favor, déjala —imploro con el corazón en la boca, asustada por lo que planea hacerle—. ¡¿No tuviste suficiente conmigo?!
—Aún tengo ganas... Y tu madre está exquisita —dice acariciando sus pechos, estimulándolos—. Está mucho mejor que tú, niñita.
—¡Eres un imbécil, idiota, enfermo! —lo insulto.
El hombre chupa, moldea, lame y disfruta de los senos de mi madre, quien llora y suelta quejidos de dolor, sintiendo lo que ese malnacido le hace. Y solo me consuela el hecho de que no lo está viendo. Él desabrocha su cinturon y se quita los jeans, dejando a la vista su potente erección.
—Por favor, hija. Cierra los ojos y no veas, no veas —pide mi mamá.
«Tampoco es que tuviera muchas ganas de verlo.»
Me obligo a cerrar los ojos con fuerza, sintiendo tantas emociones fuertes negativas que se acumulan en mi pecho, causando que duela, duela en lo más profundo de mi corazón y queme por completo. Los gemidos de dolor de mi madre y los gruñidos del hombre junto a mi llanto es lo único que captan mis oídos. Tiemblo por el frío y la pérdida de sangre. Unos minutos después, abro los ojos nuevamente y lo que ven me destroza el alma.

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El Grito Silenciado. ©
Misteri / ThrillerPensé que lo peor en mi vida fue haberme quedado huérfana, pero hoy me retracto de eso. Lo peor fue haber terminado en ese orfanato y gracias a el descubrí tantos secretos oscuros, macabros y perturbadores. No solo del lugar, sino también de mi mism...