31

4K 463 61
                                    

Alay

Miré un segundo a Jade por el retrovisor, que me miraba boquiabierta, con chorretones por las lágrimas manchando sus mejillas y sus ojazos aguados. Me sentí fatal. Los tres últimos días, habían sido horribles para mí también, pero podía imaginarme que para ella había sido algo parecido a un infierno.

―El cinturón, Jade ―insistí.

―¡¿Qué haces aquí?! ―me gritó.

―Darikson tiene contactos dentro de la comisaría. ―Señalé a mi compañero, sentado en el asiento del copiloto―. Y hemos tenido un gran ingreso de dinero recientemente para ayudar a convencerlos... ¿Te pones ya el cinturón?

Obedeció con un resoplido, poco convencida y no pude evitar sonreír un poco. Esos tres días habían sido tristes, aterradores y la había echado terriblemente de menos.

Aceleré en cuanto me aseguré de que tenía el cinturón puesto. Teníamos que cambiar de coche cuanto antes, porque tarde o temprano se darían cuenta de que nos habíamos llevado ese coche y lo rastrearían.

―¿Qué hacéis aquí? ―insistió con la voz temblorosa.

―Esperábamos que te pusieran una fianza para poder sacarte de ese sitio, pero fíjate qué tontería, el juez pensó que había riesgo de fuga ―bromeé, feliz por verla de nuevo―. Así que, pasamos al plan b, obviamente no te estamos trasladando a la cárcel... A no ser que quieras ir allí.

―No quiero ―murmuró, con tono apagado.

La miré otra vez, pero estaba cabizbaja. ¿Qué pasaba? Pensaba que se alegraría de que la sacásemos de allí. No la molesté más en la siguiente media hora de camino. Quizá aún estaba en shock o algo y necesitaba tranquilizarse.

¿Tan raro le resultaba que hubiéramos vuelto a por ella? Una cosa es que quisiera dejarla atrás, a salvo, cuando nadie sospechaba que estaba implicada. Pero ya no tenía sentido. No hubiese dejado jamás que se pudriera en la cárcel.

Su reputación estaba echada a perder para siempre, eso la convertía en escoria de nuestra calaña. Ahora era uno de los nuestros y siempre nos cuidábamos entre nosotros. Jamás la dejaríamos atrás.

Paré junto a la furgoneta que conducía Bob, que nos esperaba en el arcén de una carretera de Las Vegas. No pensaba pasar ni un día más en aquella maldita ciudad. Había llegado el momento de crear un reino para nosotros muy lejos de allí.

Bajé del coche a la vez que Darikson y abrí la puerta a Jade, que se quedó allí sentada.

―¿Qué te pasa, Jade? ―me atreví a preguntar, agachándome a su lado junto a la puerta del coche y sujetando su barbilla para que me mirase.

―Yo... ―empezó, pero el grito de Candy interrumpió lo que iba a decir, y debía ser importante, porque estaba temblando.

―¡Ya era hora, joder! ―nos gritó, apareciendo a mi lado―. Madre mía, Jade, ¿qué te han puesto? Vamos, vamos, yo también lloraría con esa ropa.

Tiró de su mano, empujándome prácticamente para sacarla del coche. Ella salió y se dejó abrazar con fuerza por Candy, que le palmeó la espalda torpemente.

―Candy... ―le dije con tono de regañina, pero me miró mal y siguió palmeando la espalda de Jade, que lloraba desolada.

―No llores, bonita, o me estropearás el vestido. Ya está todo bien. Vámonos lejos de esta mierda, hemos alquilado una casa genial en medio de la nada para pasar un par de meses, mientras todo se relaja.

Candy la separó de sí y me dio un golpecito en el estómago al pasar. Me hizo un gesto, sin soltar a Jade, que seguía medio abrazada a ella.

Sabía que no podíamos quedarnos más tiempo allí, así que las seguí y subí en la parte delantera de la furgoneta.

Cuando vueles en alfombra - *COMPLETA* ☑️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora