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Jade

No podía creérmelo. De verdad que no. Cuando le vi aparecer, con uno de sus trajes habituales y gesto serio, pensé que estaba alucinando. Me disculpé con el rubio vestido de Jean Paul Gaultier, y me fui hacia la zona dónde estaban los servicios. Sabía que Alay vendría detrás. ¡El muy descarado! Primero me ponía vigilancia y ahora... Ni siquiera sabía qué pretendía apareciendo por allí.

Me giré en medio de un pasillo enmoquetado que parecía tener poco trasiego (un par de chicas se reían de algo al fondo, junto a la puerta del baño, pero me dio igual) y me enfrenté a la mirada oscura de Alay.

―¿Me has puesto vigilantes? ―pregunté furiosa.

―No, no. Protectores ―me corrigió con descaro y sin rastro de arrepentimiento.

―Me parece increíble. Primero, no tienes ningún derecho a hacerlo y, segundo, no puedo creerme que actúes igual que mi padre, es repugnante.

―Quizá, pero yo no dejo nada al azar.

―¡Yo no soy una joya que vigilar! ―le grité furiosa. Furiosa de verdad.

―Me preocupo por ti ―musitó, haciéndome un gesto para que bajase el tono.

―Pues si te preocupas por mí, encárgate personalmente de vigilarme ―resoplé molesta, sacando las dos cartas de mi bolso y pegándoselas contra el pecho.

Estaba enfadada, pero supuse que entendería el simbolismo de mi acción. ¿Se suponía que yo tenía que confiarle mi seguridad y mi futuro a él y, sin embargo, me ponía vigilantes como si siguiera sin fiarse lo más mínimo?

Pasé de largo y me solté de él cuando trató de sujetarme el brazo. Estaba tan enfadada... Ignoré al rubio también. No me interesaba lo más mínimo. Por muchas ganas que tuviera de fastidiar a Alay, yo no era esa clase de locas, supuse. Así que busqué a mis cuñadas, que se habían sentado en una mesa de póquer y me senté con ellas en un hueco libre.

―¿Estás bien, Jade? ―me preguntó Gabbs, sentada a mi lado, jugando con una ficha, parecía muy borracha.

―Sí.

Saqué dinero y lo cambié por fichas con la crupier. Estaba a punto de empezar a repartir, cuando alguien se sentó a mi otro lado. Ni siquiera tuve que mirarle para saber que era él. No supe si fue su presencia, su olor o su cercanía, pero lo reconocí de alguna manera. También cambió dinero por fichas, como si no hubiera pasado nada entre nosotros. ¿De qué iba? ¿Ahora podía estar cerca sin más? ¿No le preocupaba que nos viesen?

-o-o-o-

Alay

Jade estaba furiosa. Había malinterpretado totalmente mis intenciones, claro. Pero ¿cómo iba a decirle que había puesto a Darikson tras ella solo para asegurarme de que el poli Clark no se le acercase? Y no eran solo celos estúpidos y exagerados (que también) es que tras mucho investigarle había descubierto cosas muy interesantes de él.

Tuve que levantar muchas piedras recónditas y pedir varios favores que me debían, pero di con lo que buscaba: Yaser Clark era un policía corrupto. Se había largado antes de que le echasen, cuando estaban formando un caso en su contra.

Las pruebas desaparecieron, así que debía tener a alguien importante dentro. O fuera. Pero alguien con dinero y poder muy cerca que le libró de los cargos en su nombre y escondió aquello muy muy bien. Aunque, que la información no desapareciese del todo... Ese alguien debía querer mantener un salvoconducto. Si necesitase hacer desaparecer al expolicía solo tenía que volver a sacar las pruebas en su contra.

¿Y quién tenía poder suficiente para hacer algo así y también el interés en ello? Quizá Bill Millerfort, su nuevo jefe. Conocía suficiente a los hombres de su calaña para saber que sería capaz de algo así. Millerfort necesitaba empleados muy fieles, y nadie era tan de fiar como el tipo al que chantajeabas y al que podías quitarte de en medio en cualquier momento.

Cuando vueles en alfombra - *COMPLETA* ☑️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora