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Jade

Las palabras de Alay me pusieron nerviosa. ¿La cueva del tesoro? De pronto hablaba como un pirata o algo parecido. No. Como un ladrón. Y la emoción me recorrió a la vez que un ligero malestar. ¿Qué significaba que me llevase a aquel sitio? ¿Por qué ahora?

No me dio tiempo a preguntar, porque pese a lo alto que era el edificio, me pareció que llegábamos al último piso demasiado rápido. Empezaba a quedarme claro que Alay tenía un ligero problema con los últimos pisos. ¿No había dicho algo de comprarse un ático con el dinero que sacásemos del Millerfort Palace?

Salió delante de mí del ascensor y fue hacia la única puerta que había en aquella planta. No me dijo nada mientras metía una clave numérica y otra llave en la cerradura. ¡Menuda seguridad! Me quedó claro en ese momento que no era un hotel, o no uno sin más. ¿De qué iba aquello?

Abrió la puerta y se dio la vuelta hacia mí, que seguía plantada en el amplio recibidor. Me tendió su mano grande, con una sonrisa blanca llena de promesas, que me hicieron palpitar el corazón con tanta fuerza contra el pecho que me dolió.

―Si cruzas esta puerta, Jade, las cosas serán diferentes. Ya no habrá marcha atrás. Ya no será un robo y fuera. ―Sus ojos oscuros me recorrieron con intención y yo temblé un poco, sin atreverme a coger su mano―. Si cruzas la puerta estás dentro, literal y metafóricamente.

Sonreí por su ocurrencia, aunque dejé de hacerlo cuando me costó un mundo tragar saliva. Ni siquiera entendía del todo lo que me estaba ofreciendo, pero me moría por coger esa mano. Sin embargo, había redactado mil contratos con trampa para mi padre y sabía que allí había una letra pequeña que yo no estaba leyendo, porque estaba cegada por Alay.

―¿Qué significa dentro? ―pregunté nerviosa.

―Todo. ―Siguió con la mano tendida hacia mí, dándome la opción sin titubear―. Después del robo del Millerfort Palace nos largaremos de Las Vegas, salga bien o no... Bueno, si no acabamos en la cárcel ―bromeó―. Y buscaremos otro botín. Nunca se acaba de verdad, Jade, porque no queremos acabar. A mí me gusta lo que hago, es lo único que sé hacer. Y no podría dejarlo. Así que, tras robar el Millerfort Palace, nos largaremos a otra ciudad y robaremos al siguiente Bill Millerfort de la lista. Y tú vendrás con nosotros. Si cruzas esta puerta, estás dentro para ser una de los nuestros... Y no habrá más retiradas, ni vueltas a la normalidad. Solo adrenalina y acción, para siempre.

Agité ligeramente la cabeza, pero se me escapó una sonrisa. ¡Yo quería esa vida! No soportaba ni un día más siendo la abogada de la familia sin pretensiones. Y Alay por fin me ofrecía formar parte en lugar de intentar alejarme. Fue como si con la puerta del ascensor que se cerró a mi espalda, hubiéramos dado carpetazo a aquello. Ya no había marcha atrás y no la quería. Alay ya no trataría de «salvarme» de ellos. Porque ahora, yo formaba parte de ese «ellos».

No tuve que pensarlo más. Si había una letra pequeña horrible, ya buscaría el reducto legal para salvarme de ella. En ese momento, solo pude apoyar mi mano fría sobre la cálida de Alay, que me dirigió una enorme sonrisa en el acto.

―Bienvenida a casa, princesa ―me dijo, haciéndome entrar y cerrando tras nosotros.

Las luces se encendieron en cuanto la puerta se cerró. No tuve claro si él había pulsado algo o estaban automatizadas. Tampoco me importo, porque solo pude mirar alrededor boquiabierta. No era una casa, ni una habitación de hotel. Era una sola estancia, diáfana, sin paredes, ni muebles convencionales. Tuve que soltarme de la mano de Alay para ver los tesoros que ocupaban el lugar entero. No había exagerado al decir que era su cueva del tesoro, salvo porque no parecía una cueva. Las paredes eran blanca y limpias y unos enormes ventanales nos dejaron ver Las Vegas a nuestros pies. Las luces de la ciudad y la vida nocturna atrajeron mi atención un segundo, luego lo hicieron las maravillas expuestas.

Cuando vueles en alfombra - *COMPLETA* ☑️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora