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Jade

―Siento llegar tarde, Yaser ―me disculpé con él en cuanto lo vi en la sala de espera de la oficina―. Estaba corriendo y se me ha ido el santo al cielo.

―Pensé que te sentaban mal los lunes ―bromeó.

Le dirigí una sonrisa, antes de buscar a la secretaría, pero no andaba por allí. ¿Dónde se había metido? Abrí la puerta de mi despacho y resolví el misterio. Tomaba notas muy apresuradas de algo que le dictaba mi padre, que se había acomodado en mi asiento.

―¿Qué haces aquí? ―pregunté malhumorada.

No era una sorpresa, porque Candy le había delatado, pero ¿tenía que estar justo en mi despacho? Era, literalmente, lo único que me quedaba en su negocio, un cuchitril y una silla...

―Déjanos ―pidió a la secretaria, con toda la calma del mundo.

Ya veríamos si estaba tan calmado cuando le hubiéramos limpiado la caja fuerte... Pedí a Yaser que me esperase en la sala de reuniones y esperé hasta que ambos salieron para acércame a mi padre. Me abracé a las carpetas que llevaba en la mano como si fueran mi salvavidas, porque sabía lo que tenía que hacer y no iba a ser fácil. Esperé unos segundos su disculpa por nuestra última discusión, pero esta no llegó.

―¿Y Ashley? ―cuestioné.

―Se va a quedar unos días con Deacon.

―¿Con Deacon? ―pregunté sorprendida.

No es que me molestase ni nada, es que por lo que sabía se habían visto una vez. No me pareció muy lógico que mi padre la aparcase con él. No lo conocíamos de nada... Me dije que no era mi problema, pero me sentí como si lo fuese. ¿Y si le hacía algo a la niña? No me había parecido el tío más equilibrado del mundo.

―No la va a cuidar peor que tú, después de todo, se te fugó a la primera de cambio ―se burló él.

Me mordí el labio para no replicar nada y abracé un poco más fuerte las carpetas. Quise decirle que al menos yo me había interesado en cuidarla el tiempo suficiente como para que se me fugase, él ni eso, pero me contuve.

―¿Te quedarás hasta la inauguración? ―cuestioné en su lugar.

―Sí. Es mi idea. ¿Por qué?

―Por saberlo. Yo me instalaré en la sala de reuniones, entonces...

Me di la vuelta para salir de allí, pero una voz en mi oído casi me hizo gritar por la sorpresa. Me había olvidado del estúpido pinganillo, ¡qué vergüenza!

―Dile lo de tu viaje, princesa.

Me giré de nuevo hacia mi padre, moviéndome el pelo que ese día me había dejado suelto para que me cubriese la oreja mejor. Según Alay necesitaba ver el hotel por dentro, y esa era la mejor idea que había tenido. Ya había usado la cámara que llevaba enganchada en mi chaqueta, como si fuera un broche de una florecilla, dos veces. Por suerte o por desgracia, tenía práctica en aquello. Lo del pinganillo y el micro oculto bajo la solapa, habían sido incorporación de Bob.

―He pensado en lo que me dijiste. ―Traté de no sonar borde, aunque la rabia me quemaba por dentro y hacía que me temblasen un poco las manos―. Creo que llevas razón, papá. Últimamente no me siento muy centrada y creo que unas vacaciones serán lo mejor. Ya he sacado los billetes. Haré un tour para ver a Lorcan y Will. ―Sonreí sin energía―. Y luego, me gustaría perderme por algún lugar recóndito. Había pensado en recorrer Arabía. Me gustaría conocer más del hogar de mamá.

―Me parece una idea genial, Jade. Creo que te vendrá muy bien.

―Gracias.

―¿Por qué está aquí el de seguridad?

Cuando vueles en alfombra - *COMPLETA* ☑️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora