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Alay

El Millerfort Palace era impresionante en muchos sentidos. Dos torres se alzaban orgullosas hacia el cielo, con tonos blancos y dorados. Además, grandes focos que aún permanecían apagados, prometían un espectáculo impresionante. En uno de los lados, el más alto de ambos, de unas veinte plantas, contenía el hotel. En la otra torre, de quince alturas y algo más estrecha (reforzando la idea de que el hotel era aún más impresionante), estaban las oficinas y en lo alto, la caja fuerte.

Bill Millerfort era un paranoico y no quería su caja bajo tierra, por una serie de robos llevados a cabo con excavadoras en el último año. Y, formando un corredor para unir los dos edificios había un casino impresionante de cinco plantas que se extendía por ambas torres también. Aquel sería, sin ninguna duda, uno de los más grandes de Las Vegas y, quizá, el más impresionante y llamativo.

Jade no dejaba de restarle importancia al lugar, asegurando que su padre solo quería dinero fácil y una forma aún más sencilla de blanquearlo. Yo sabía que no se construía nada de esas dimensiones sin un ego aún más grande. Bill Millerfort quería que todos supieran quién era él y el poder que tenía.

Porque de eso se trataba aquello, de poder. Pues bien, iba a ver que yo podía mucho más que él. Sonreí un poco con la idea. No sabía quién se había dedicado a robar casinos con excavadoras, pero se lo agradecí en silencio. Había un motivo para no poner la caja fuerte en lo alto del casino y yo iba a enseñárselo al hombre que todo lo podía.

―El sistema de seguridad es impresionante ―murmuró Ethan a mi lado, apagando el micrófono para que Jade no pudiera oírnos.

Estábamos en una furgoneta, para poder acercarnos a ella y asegurarnos de no perdernos nada, ni siquiera la oportunidad perfecta. Yo miré sobre mi hombro para ver la alfombra enrollada que había dejado en el suelo tras las sillas y las pantallas.

―¿Esperabas menos del gran Bill Millerfort? ―me burlé ligeramente.

―No... ¿Estás seguro de esto, Alay? Tenemos poco tiempo para planearlo y...

―No volveremos a dar marcha atrás. No voy a permitirlo, Ethan.

Le miré mal, hasta que agachó la cabeza con cierto gesto avergonzado. Yo sabía que vivía rodeado de ladrones y tramposos, pero no quería cobardes. Solo había permitido a Jade volver, tras acobardarse varias veces, porque la necesitaba mucho. No permitiría dudas en los demás.

―Solo quería asegurarme ―musitó―. Creo que podremos hacerlo, pero no será fácil. ¿Crees que Jade los convencerá para subir a la caja fuerte? Parece de los nervios.

La busqué en la pantalla, ojalá pudiera verla, pero estaban parados frente a sus propios monitores y la chica no se reflejaba en ningún lado. Sin embargo, Ethan llevaba razón en que había parecido nerviosa todo el día (salvo ese ratito en el baño que aún me ponía cachondo cuando lo recordaba). Solo esperaba que no volviera a dar marcha atrás. Esta vez parecía muy convencida, pero quizá se asustase...

―Lo hará bien ―la defendí, pero más para tranquilizar a Ethan que porque confiase ciegamente en ella.

Me hubiera gustado poder hacerlo, pero la estadística no jugaba en su favor. La chica se giró hacia su padre brevemente, mientras el policía Clark les explicaba el sistema de seguridad que habían instalado. No pude evitar poner los ojos en blanco. ¿En serio ni Jade ni su padre lo conocían? ¿Y por qué lo habían elegido?

―Nada pasará en el casino ni los pasillos sin que lo veamos ―siguió ese capullo.

Por algún motivo, me cabreaba mucho. Quizá porque me preocupaba que Jade prefiriera la seguridad y la legalidad de su empleado antes que robar a su padre. Si pudiera elegir, atracaría el Millerfort Palace esa misma noche solo para asegurarme de que no se echaba atrás.

Cuando vueles en alfombra - *COMPLETA* ☑️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora