Madeleine P.O.V
La alarma resonó por toda la habitación. Busqué a tientas en la oscuridad y sentí el botón de apagado. Lo presioné lo más fuerte que pude y el ruido cesó. Me quedé unos minutos recostada en la cama, tratando de asimilar lo que se me venía encima. Este sería mi gran día, el día en que por fin vería el fruto de todos estos años de arduo trabajo.
Eché las tapas para atrás y me levanté lentamente. Abrí las cortinas y contemplé la luz del sol, la cual trataba de avanzar a través de los altos edificios. Era una mañana hermosa; fría y hermosa. Sonreí levemente y me fui al baño, donde me duché, sequé y arreglé mi cabello. Caminé hasta el armario y escogí una blusa blanca y una falda negra simple. La simplicidad era sinónimo de elegancia.
Me coloqué unos zapatos negros y saqué una chaqueta del mismo color. Tomé mi bolso lleno hasta el tope de papeles del caso y salí del departamento. No quería comer, ya que los nervios se estaban apoderando de mi. Ya tendría tiempo más tarde.
Llegué al tribunal temprano. Había pasado toda la noche preparando el material para la defensa de mi cliente. Sabía que lo más seguro era que resultara inocente, pero aún así no podía dejar el nerviosismo. Si ganaba este caso, me ofrecerían una plaza como socia de mi buffet y con eso ya estaba listo mi futuro.
-Tu puntualidad es insoportable.
Me di vuelta y me encontré cara a cara con mi compañero de buffet, David Blanchett. Se sentó a mi lado y me quitó los papeles que tenía en la mano. Me gustaba verle la pequeña arruga que se le formaba entre las cejas cuando se concentraba. Era un insoportable, pero cuando teniamos que trabajar juntos eramos la dupla perfecta.
-Creo que no eres el más indicado para decirmelo, David.
Sonrió torcidamente y me devolvió los papeles. Abrió su maletín y sacó los de su caso. Los dos dependíamos del resultado de nuestros juicios, así que no hablamos más. El silencio que se armaba entre nosotros era reconfortante, impidiendo que nuestros nervios se apoderaran de nosotros.
Observé mi reloj de pulsera y me mordí el labio. Diez minutos.
Guardé mis cosas en mi maletín y ya me estaba incorporando de la banca cuando sentí el apretón que David ejercía sobre mi brazo.
-¿Qué haras después de todo esto?
-Ir a la oficina a ordenar unas cuantas cosas y después ir a mi casa, ¿por?
-Deberías ofrecer un poco de resistencia, Maddie. El trabajo está avanzando y esta batalla la puedes perder-me miró condescendiente-Si tienes tiempo, puedes ir a mi casa a relajarte un poco... Suerte, aunque dudo que la necesites.
Lo abracé y le deseé suerte también. Le apreté suavemente el hombro y me fui a la sala donde sería el juicio. Llegué justo cuando mi defendido venía llegando. Me besó la mejilla y caminamos hasta nuestro lugar.
El momento de actuar había llegado.
• • •
Salimos del juicio tras tres horas de deliberación. Sentía los pies hinchados y los músculos apretados por los nervios que tenía. El juicio de primera instancia había determinado para mi cliente libertad condicional, pero aún faltaba el último juicio.
Mi defendido, el señor Edward Boimbarem estaba siendo acusado de haber cometido una estafa de proporciones a una empresa conocida internacionalmente. Obviamente, al menos según mi información, era inocente de todo. La verdadera culpable era su esposa, quien, amante de uno de los socios del señor Boimbarem, habían organizado todo el desfalco para poder escapar, dejando a sus hijos abandonados. Ahora estaban bajo paradero desconocido, pero alguien con tanto dinero no podría pasar mucho tiempo escondido.
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Difícil Decisión
Genç Kız EdebiyatıLa exitosa abogada Madeleine Hammerstein se enfrenta al caso de su vida. Si logra que su defendido sea declarado inocente, su reputación subirá a los cielos y podrán darle el puesto de asociada que tanto desea . Pero algo le impide alcanzar el cielo...