*CAPITULO 5*
Qué rápido pasa el tiempo... Mi primera semana en Miami Beach está a punto de terminar. Es jueves por la mañana y por primera vez desde que estoy aquí he abierto los ojos antes de que sonara el despertador. Puede que hoy consiga llegar puntual a clase. Sería toda una hazaña.
Son las seis y media y en casa todos duermen aún. Voy a la cocina y pongo agua a calentar para el té, luego vuelvo a mi cuarto y paso revista a la ropa que guardo en el armario, concediéndome toda la calma del mundo para elegir qué me voy a poner.
Decido estrenar uno de los pares de leggings que compré en Forever 21 y combinarlos con una de mis camisetas preferidas: una enorme de color celeste y escote barco que me regaló Cass cuando cumplí dieciséis años. Dice que es del mismo tono de mis ojos y que resalta el rubio ceniza de mi pelo.
Me llevo instintivamente la mano al cuello y toco el colgante en forma de medio corazón.
Cass...
No sé nada de ella desde el martes por la noche. Estuvimos apenas unos minutos en el chat para escuchar nuestras voces e intercambiarnos unas cuantas fotos. Le he enviado varias de la nueva casa, de mi cuarto y de nuestra fantástica piscina. Ella me ha mandado unos selfies en que aparece en poses cómicas con nuestros compañeros de clase. ¡Qué nostalgia! Le prometí que le enviaría fotos del instituto, tengo que acordarme de sacar alguna.
Ahora que estoy a miles de kilómetros de Los Ángeles me doy cuenta de lo difícil que es estar al día sobre la vida de mis amigos. Quizá, si tuviera un perfil en Facebook sería más fácil, aunque no sé, sigo negándome a tener uno.
Con Zabdiel, por ejemplo, solo he intercambiado unos cuantos SMS muy breves. Mi amigo suele responder a los mensajes con monosílabos o frases telegráficas: «Sí», «No», «Todo ok», «También te echo de menos». Nada que me permita saber cómo está, qué está haciendo... Pero él es así: huidizo, parco en palabras. La comunicación verbal no es, desde luego, su punto fuerte. ¡No sé lo que daría en este momento por recibir uno de sus abrazos!
El silbido del hervidor me arranca de estos pensamientos melancólicos. Corro a la cocina y me concedo un lento y apetitoso desayuno.
A las siete y media en punto Kate y yo estamos sentadas en el coche, camino del instituto, y solo quince minutos después empiezo a buscar desesperada mi taquilla.
Por increíble que parezca, aún no me oriento bien. Los pasillos me parecen todos iguales, largas paredes rojas que se entrecruzan, una idéntica a la otra. También la numeración de las taquillas obedece a una lógica incomprensible, de forma que, al final, el tiempo que tardo en encontrarla es pura cuestión de suerte.
Por si fuera poco, empiezo a pensar que este no va a ser un día afortunado. Al fondo del pasillo Stephanie y sus amigas acaban de doblar la esquina y se están aproximando a mí.
Temo que mi día está a punto de convertirse en un auténtico asco.
No he vuelto a hablar con ella desde el lunes, tampoco con el imbécil de su novio.
He hecho exactamente lo que él me ordenó: mantener las distancias. Con sumo placer, he de decir.
Pese a que Stephanie no ha dejado de fulminarme con miradas cargadas de odio, yo he hecho todo lo posible por ignorarla.
Además, cada vez que nos hemos encontrado a unos metros de distancia, he notado que Christopher me miraba fijamente, listo para pillarme en falta.
—(__) —dice Stephanie.
—Ahora no, déjame en paz. —Paso por su lado sin pararme.
—Solo quería decirte que hoy vas peor vestida de lo habitual —dice riéndose con sus amigas.
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My Dilemma (christopher Vélez y __ )
FanfictionHistoria adaptada, todos los creditos son para la autora original