𝙬𝙖𝙨𝙝𝙠𝙞𝙣𝙜 ┊ 𝙤𝙣𝙚 𝙨𝙝𝙤𝙩𝙨

Interestelar

La noche había cubierto por fin las vastas granjas de Virginia, el pequeño George se apresuraba piso abajo cuidando de no despertar a sus padres tras un arduo día de arar sus tierras. Como se le estaba haciendo rutina, cada luna llena se sentaba frente a la ventana que daba al extenso jardín para esperar la llegada de su más preciado tesoro.

Sí, el pequeño moreno poseía algo que, estaba seguro, nadie más en esta Tierra disfrutaba, y se trataba de su propio destello lunar. Así llamaba al nítido ser que descendía danzando del satélite, moviendo sus níveas extremidades al compás de una suave melodía inaudible para quien no fuera él o su adorado. Era simplemente majestuoso.

En un ritmo que solo ambos entendían, conectaban en cada blandir sus almas a través de las fugaces miradas que intimidaban al terrenal, haciéndole postrarse conforme con limitarse a observar, aunque a veces era capaz de tocarle pues cuando sus jóvenes dedos atravesaban los rayos que traspasaban el vidrio, era capaz de palpar la helada piel de su destello; "se siente como besar estambre" habría descrito entre los susurros que se guardaba para sí mismo durante las melancólicas noches cuando no era posible encontrarse.

No importaba si se quedaba dormido en el alféizar, siendo arrullado por la melodía que a veces podría haber jurado era la misma voz de su adorada luz transportándolo a ilusiones donde se veía bailando a ambos, encuentro tras encuentro despertaba con una sensación helada en los huesos que le acaloraba el pecho, siempre arropado bajo las mantas de su lecho, anhelando con toda la fuerza en su humano corazón el próximo encuentro con quien inocentemente podría catalogar como primer amor, su brillo, su dulce rayo de luna.

Con el tiempo aprendió que aquel ser no le pertenecía, al contrario, este comenzó a adueñarse de cada respiro, de cada sueño y pensamiento que le desconectaba de la realidad donde repetidamente le decían que mantuviera los pies. Era como si cada palpitar en sus venas fuera producto de la incansable espera a verle bailar nuevamente, observando desde las sombras sin atreverse a salir pues los azules ojos que chocaban con sus avellanas eran más que suficiente para hacerle temblar de amor, miedo y tal vez frío.

Naturalmente, el pequeño creció, expectante de sus lunas llenas. Ciclo tras ciclo, mes tras mes, siempre con las narices pegadas al vidrio como quien espera reencontrarse con el amor de su vida tras años de no poder verle. Creció, y su curiosidad por el mundo fuera de los matorrales con él. Fue enviado a la ciudad a desarrollar lo que cualquiera llamaría madurez, siendo lo más aburrido que conocería en su mundana vida.

Y oh, qué infeliz fue rodeado de infinitos edificios donde aprendió lo que era la desdicha. Lo que más le causaba melancolía era su luna que ahora se miraba tan distante, tan gris, tan ordinaria. Su amante ya no aparecía haciéndole perder algo peor que la cordura; la capacidad de amar. Ya no amaba la vida, ya no lograba recordar el olor del rocío cuando los maizales le rodeaban tras una tormenta, ahora se hallaba monótono encerrado tras el concreto que le arrebataba a golpes el aliento.

Creció extrañando algo que a penas recordaba, y por ello confundido vagaba entre papeleo y guerras imposibles de ganar cuando te has olvidado del único premio que en verdad se anhela. No fue hasta que las arrugas comenzaron a hacer presencia bajo las bolsas en sus ojos que lo que sus cercanos llamaban alucinaciones hicieron presencia en la vida de Washington quien se encontraba convencido de que todos aquellos sueños eran algo más, que esa música que lo inundaba en las lunas llenas era un mensaje que debía seguir hasta su ciudad natal. Y así lo hizo.

Su envejecido corazón seguía esperando con la calidez de un chiquillo, esa noche arrullado bajo el vaivén de su antigua música, siendo la voz de Frank Sinatra con la que fantaseaba una última vez observar bailar a su adorado destello a quien no había visto desde su retorno a Virginia. Bebía un añejo whisky, respirando pesadamente sobre el sillón que alguna vez perteneció a su padre, totalmente perdido en la nublada vista que a penas le permitió distinguir la luz llamándole con la suave melodía que recordaba bien pues se le había tatuado en el alma.

Presuroso se puso de pie alentado por lo que ya no eran imaginaciones suyas; su amado había regresado. Abrió la puerta que nunca antes le había parecido tan pesada, y cojeando se acercó al claro que daba la ventana. Ahí estaba, tan níveo y hermoso como le recordaba, danzando con el mismo fulgor y sin embargo un frío diferente, tan cálido como el pecho del moreno al encontrarle al fin.

No tuvo miedo, deseaba sentirle. Se acercó tan rápido como sus ancianas rodillas se lo permitieron, siendo iluminado por vez primera directamente por el reflejo de la luna. Pudo apreciar de cerca el bello rostro, facciones finas y los deslumbrantes ojos de un vibrante azul, como si un millón de galaxias se hubieran arremolinado en tan solo dos estrellas, tan oscuras como la infinidad del espacio.

No hubo palabras, ni saludo, ni despedida. No hubo reproche alguno cuando la casi transparente mano le ofreció aquella pieza. Lo que sí hubo fue una única lágrima que se sembró frente a la ventana siendo el legado de aquel pobre granjero, tan enriquecido ahora que podía palpar al brillo que le envolvió en una dulce danza.

De pronto el cuerpo no le pesó, dejándose guiar por los habilidosos pies. Estaban ascendiendo, juntos como si fueran uno, listos para fundirse con la melodía que les recitaba la luna. Giraron, riendo solo como un par de estrellas pueden hacerlo, perdiéndose en cada rincón sin soltar lo que ya no eran manos sino resplandores níveos como sus voces. Se amaban y no había duda, destinados a reencontrarse y danzar hasta que cada luz en el cielo se extinga.

El viaje les duró más de una pista, más de una noche, tan solo dos almas en orden interestelar. Y mientras la luna brille sobre nuestras cabezas, durará el amor que ambos se profesan, bailando hasta el final de sus melodías.

𝙲_𝚂𝙺𝟾_𝚉

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Notas; 

Mi headcanon preferida de esta OTP es que no importa en qué contexto se encuentren, aman bailar rolas viejitas de señores viejitos, y eso derrite mi corazón.