Acmé

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Suspiró frustrado, el cierre anual le estaba costando más trabajo del usual. Arrebató los lentes de su rostro, frotando el puente de su nariz. A veces sólo deseaba desaparecer por un tiempo, descansar. ¿Una semana, dos? O quizá era mucho más fácil presentar su renuncia. No. Agitó la cabeza, tomándola después con dolor. Demasiado fuerte. Ésa claramente era idea ajena incrustándose en su pensamiento. Estaba cansado.

Observó la foto a un lado de su computador: Dos hombres, uno de ellos con los ojos cerrados, la nariz arrugada y una enorme sonrisa. De pronto, la ternura se acunó en su pecho. Era un milagro, incluso tras cinco años, que George no hubiese entrado a quemar esa fotografía. La odiaba: «Salgo horrible», afirmaba con una mueca cada vez que entraba a la habitación. Él no lo pensaba así. Amaba cada facción no planeada en esa imagen. «No sé porqué te apegas tanto a ella», recriminaba en tono infantil. Nunca le decía la respuesta, únicamente le dedicaba la mejor de sus sonrisas. Era cuando el menor le giraba los ojos, yéndose, que observaba nuevamente la impresión en papel mate. Para él, nada podía capturar la imagen de su esposo, salvo quizá, esa inesperada fotografía.

Bostezó con profundidad, un vago intento por buscar energía. No funcionó. Observó nuevamente sus reducidas siluetas: Ninguno veía realmente a la cámara, y eso era la base de su magia. Un momento íntimo, sorprendido por el lente curioso. George le dedicaba la sonrisa sincera, fuera del aparador. Y él lo observaba, con sonrisa tenue y ojos entrecerrados; ternura infinita. «Como si fuese el mejor evento del año», le había escuchado decir alguna vez a Lafayette. Recuerda haberle negado, George siempre había sido mucho más que cualquier evento o experiencia.

Apagó el monitor, no terminaría esa tarde. Salió al pasillo mientras dirigía sus pasos hacia el tenue tararear de una canción conocida, deteniéndose en la entrada a la sala, donde el cuerpo de su pareja se extendía por sobre el terciopelo de un sofá. Sonrió al verlo, quizá leía un nuevo libreto. «I’m in the mood for love, simply because you’re near me», le escuchó. «Funny, but when you’re near me, I’m in the mood for love», continuó él. Y, cuando encontró su mirada sobre la propia, confirmó lo que hace mucho tiempo ya sabía. Se acercó, agachándose hasta juntar ambas frentes; su mano sobre la pálida mejilla. «Heaven is in your eyes, bright as the stars we’re under», cantaron. Que George era, sin duda, el acmé verdadero de la creación.

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Notas. (?).

✓ Acmé significa la punta o filo de un objeto, aunque también puede significar el punto máximo o culminante de algo. Aunque suele designarse para el clímax de una tragedia, decidí simplemente tomarlo bajo la perspectiva artística del "punto más perfecto de una obra"; así que para Washington, George es "lo más perfecto" dentro de la creación.

✓La canción se llama “I’m in the mood for love”, me inspiré en la versión de Vera Lynn.

_ᴍᴀɢᴅᴀʟᴇɴᴀ_

𝙬𝙖𝙨𝙝𝙠𝙞𝙣𝙜 ┊ 𝙤𝙣𝙚 𝙨𝙝𝙤𝙩𝙨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora